EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Cuarto Domingo de Pascua C
Libro de los Hechos de los Apóstoles 13,14.43-52.
Mientras ellos, dejando Perge, llegaban a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron
en la sinagoga y se sentaron.
Y cuando se dispersó la asistencia, muchos ju díos y de los que temen a Dios les
siguieron. Pablo y Bernabé continuaron conversando con ellos, y los exhortaban a
perseverar en la gracia de Dios.
El sábado siguiente casi toda la ciudad acudió para escuchar a Pablo, que les habló
largamente del Señor.
Los judíos se llenaron de envidia al ver todo aquel gentío y empezaron a
contradecir con insultos lo que Pablo decía.
Entonces Pablo y Bernabé les hablaron con coraje: «Era necesario que la Palabra de
Dios fuera anunciada a ustedes en primer lugar. Pues bien, si ustedes la rechazan y
se condenan a sí mismos a no recibir la vida eterna, sepan que ahora nos dirigimos
a los que no son judíos.
El mismo Señor nos dio la orden: Te he puesto como luz de los paganos, y llevarás
mi salvación hasta los extremos del mundo.
Los que no eran judíos se alegraban al oír estas palabras y tomaban en
consideración el mensaje del Señor. Y creyeron todos los que estaban destinados
para una vida eterna.
Con esto la Palabra de Dios empezó a difundirse por toda la región.
Pero los judíos incitaron a mujeres distinguidas de entre las que temían a Dios y
también a los hombres importantes de la ciudad y promovieron una persecución
contra Pablo y Bernabé hasta que los echaron de su territorio.
Así que los apóstoles se fueron a la ciudad de Iconio, pero al salir sacudieron el
polvo de sus pies en protesta contra ellos.
Dejaban a los discípulos llenos de gozo y Espíritu Santo.
Salmo 100(99),2.3.5.
Sirvan al Señor con alegría, lleguen a él, con cánticos de gozo!
Sepan que el Señor es Dios, él nos hizo y nosotros somos suyos, su pueblo y el
rebaño de su pradera.
«Sí, el Señor es bueno, su amor dura por siempre, y su fidelidad por todas las
edades».
Apocalipsis 7,9.14b-17.
Después de esto vi un gentío inmenso, imposible de contar, de toda nación y raza,
pueblo y lengua, que estaban de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con
vestiduras blancas y con palmas en sus manos,
Yo contesté: «Señor, tú lo sabes.» El Anciano me replicó: «Esos son los que vienen
de la gran persecución; han lavado y blanqueado sus vestiduras con la sangre del
Cordero.
Por eso están ante el trono de Dios y le sirven día y noche en su templo; el que
está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos;
ya no sufrirán más hambre ni sed ni se verán agobiados por el sol ni por viento
abrasador alguno,
porque el Cordero que está junto al trono será su pastor y los guiará a los
manantiales de las aguas de la vida; y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos.»
Evangelio según San Juan 10,27-30
Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco. Ellas me siguen,
y yo les doy vida eterna. Nunca perecerán y nadie las arrebatará jamás de mi
mano.
Aquello que el Padre me ha dado lo superará todo, y nadie puede arrebatarlo de la
mano de mi Padre.
Yo y el Padre somos una sola cosa.»
Comentario del Evangelio por:
San Gregorio Magno ( c.540-604), papa y doctor de la Iglesia
Homilías sobre el Evangelio, n°14 (trad. cf breviario 4º domingo de
Pascua)
“Yo os doy la vida eterna”
El Señor dijo: “Mis ovejas escuchan la voz, y yo los conozco; ellas me siguen y
yo les doy vida eterna”. Sobre el mismo tema, Él dijo un poco más adelante: “Yo
soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará
pasto” (Juan 10,9). Entrará por la fe, Él saldrá pasando de la fe hacia la visión cara
a cara, de la creencia a la contemplación, y encontrará un pasto a su llegada al
festín eterno.
Las ovejas del Buen Pastor encuentran por tanto el pasto, pues todos los que le
siguen con un corazón humilde, son alimentados con el pasto de las praderas
eternamente verdes. ¿Y cuál es el pasto de esas ovejas, sino las alegrías interiores
de un paraíso eternamente verde? El pasto de los elegidos, es el rostro de Dios,
siempre presente: y cuando lo contemplamos sin interrupción, el alma se sacia sin
fin de un alimento de vida...
Busquemos pues, hermanos queridos, este pasto en el que encontraremos nuestra
alegría, fruto de esa fiesta que se celebra en el cielo por tantos de nuestros
ciudadanos. Que su júbilo nos estimule... ¡Despertemos nuestras almas, hermanos
míos! Que nuestra fe, sienta el calor de aquello en lo que creemos, que los bienes
de lo Alto enciendan nuestros deseos. Amar así ya es estar en camino. No dejemos
que ninguna prueba nos desvíe de la felicidad de esta fiesta interior, porque si
deseamos llegar a la meta que nos hemos fijado, ninguna dificultad puede disuadir
ese deseo. No dejemos que nos seduzcan falsas victorias. Sería estúpido el viajero
que deslumbrado por el espectáculo del maravilloso paisaje, olvide a mitad de
camino el destino de su viaje.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”