Ciclo C: IV Domingo de Pascua
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos
Hay dos parábolas que retratan a Jesús de cuerpo entero: la del Buen Samaritano
(Lc 10, 25-37) y la del Buen Pastor (Jn 10, 1-30). La del Buen Pastor, la iglesia la
propone siempre en el 4º domingo de Pascua, celebrando en él la Jornada Mundial
de Oración por la Vocaciones. Para que el Señor suscite en su iglesia suficientes y
santos sacerdotes, que, como Jesús, sean para su pueblo Buenos Pastores.
Obviamente, pedimos también para que siga suscitando religiosos y religiosas,
laicos y laicas comprometidos, papás y mamás, que, desde su estado y situación,
sepan ser buenos pastores. Pero hoy oramos especialmente por el aumento de las
vocaciones al sacerdocio y por la fidelidad y la santidad del medio millón de
sacerdotes que ya lo son, algunos de los cuales ustedes conocen.
¿Qué hacer para ser Buenos Pastores? La respuesta nos la da el evangelio de hoy
(Jn 10, 27-30), pese a ser sólo cuatro versículos del rico capítulo 10 que Juan
dedica a Jesús como Buen Pastor. “Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco”,
dice Jesús (Jn 10, 27). Cercanía, familiaridad, amor, comunicación, son la condición
elemental de la relación pastor oveja (sacerdote-fiel, padre-hijo): El pastor conoce
a sus ovejas y las llama por su nombre, es decir, las conoce para saber cómo
tratarlas en un trato personalizado, y las llama para darles seguridad, inspirarles
confianza y hacer que le sigan a gusto. Fuera de la familia y los amigos, ¿cuántos
pobres conocemos nosotros por su nombre y los llamamos para saber de su
situación?
Ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna (Jn 10, 28). Siguen a Jesús porque
emana de Él una fuerza que las atrae (Jn 12,32) y porque las lleva a prados
abundantes y tranquilos, regresándolas, después, sanas y salvas a su redil. Buen
pastor no es sólo el que tiene buen corazón y buen trato sino el que conoce bien su
oficio. El que sabe mantener unidas y seguras las ovejas, formar grupos con ellas y
hacerlas crecer como grupo y en número y calidad. Es el caso de Jesús y de los
buenos pastores (pastoralistas), que no evangelizan por evangelizar sino para
formar grupos (crear comunidades). Sólo así se crea la iglesia que es red de
comunidades.
Nunca perecerán y nadie las arrebatará jamás de mi mano, que es la mano del
Padre, porque el Padre Dios y yo somos una sola cosa (Jn 10, 30). Tremendas
afirmaciones las que hace Jesús, Buen Pastor. Esta última -Dios y yo somos una
misma cosa-, le costaría la vida, porque siendo hombre se hacía pasar por Dios. Tal
fue la acusación que le hicieron (Jn 10, 33) y por la que en definitiva lo condenaron
(Mc 14,62). Les invito a memorizar el texto de Juan 10,30 y a leer el comentario
hecho por Jesús mismo (Jn 7, 47-58).
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)