EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Martes de la cuarta semana de Pascua
Libro de los Hechos de los Apóstoles 11,19-26.
Algunos que se habían dispersado a raíz de la persecución cuando el asunto de
Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, pero sólo predicaban la Palabra
a los judíos.
Sin embargo, unos hombres de Chipre y de Cirene, que habían llegado a Antioquía,
se dirigieron también a los griegos y les anunciaron la Buena Noticia del Señor
Jesús.
La mano del Señor estaba con ellos y fueron numerosos los que creyeron y se
convirtieron al Señor.
La noticia de esto llegó a oídos de la Iglesia de Jerusalén y enviaron a Bernabé a
Antioquía.
Al llegar fue testigo de la gracia de Dios y se alegró; animaba a todos a que
permaneciesen fieles al Señor con firme corazón,
pues era un hombre excelente, lleno del Espíritu Santo y de fe. Así fue como un
buen número de gente conoció al Señor.
Bernabé salió para Tarso en busca de Saulo,
y apenas lo encontró lo llevó a Antioquía. En esta Iglesia trabajaron juntos durante
un año entero, instruyendo a muchísima gente, y fue en Antioquía donde los
discípulos por primera vez recibieron el nombre de cristianos.
Salmo 87(86),1-3.4-5.6-7.
La ciudad que fundó en los montes santos,
las puertas de Sión, ama el Señor
más que todas las moradas de Jacob.
De ti se dicen cosas admirables,
ciudad de Dios.
Hablamos entre amigos de Egipto y Babilonia,
luego, de Tiro, Filistea y Etiopía:
tal y cual han nacido aquí o allá.
Mas de Sión se dirá: «Es la madre,
porque en ella todos han nacido
y quien la fundó es el Altísimo».
El Señor inscribe a los pueblos en el registro:
«Este en ella nació, éste también».
Mientras tanto en ti todos se alegran
con cantos y con bailes.
Evangelio según San Juan 10,22-30.
Era invierno y en Jerusalén se celebraba la fiesta de la Dedicación del Templo.
Jesús se paseaba en el Templo, por el pórtico de Salomón,
cuando los judíos lo rodearon y le dijeron: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en
suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo claramente.»
Jesús les respondió: «Ya se lo he dicho, pero ustedes no creen. Las obras que hago
en el nombre de mi Padre manifiestan quién soy yo,
pero ustedes no creen porque no son ovejas mías.
Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco. Ellas me siguen,
y yo les doy vida eterna. Nunca perecerán y nadie las arrebatará jamás de mi
mano.
Aquello que el Padre me ha dado lo superará todo, y nadie puede arrebatarlo de la
mano de mi Padre.
Yo y el Padre somos una sola cosa.»
Comentario del Evangelio por:
Símbolo “Quicumque”, atribuido a san Atanasio (entre 430 y 500)
“El padre y yo, nosotros somos UNO”
He aquí la fe católica: veneramos a un Dios en la Trinidad y a la Trinidad en la
unidad, sin confundir a las personas, sin dividir la sustancia: una es, en efecto, la
persona del Padre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo; pero el Padre, el Hijo
y el Espíritu Santo tienen una misma divinidad, una gloria igual, una misma
majestuosidad eterna. Así como es el Padre, es el Hijo y el Espíritu Santo: increado
es el Padre, increado el Hijo e increado el Espíritu Santo... De este modo el Padre
es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios; y sin embargo ellos no son tres
dioses, sino un mismo Dios...
Esta es la fe sin desviaciones: nosotros creemos y confesamos que nuestro
Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es Dios y hombre: Él es Dios, de la sustancia del
Padre, engendrado antes de los siglos; y Él es hombre, de la sustancia de su
madre, nacido en el tiempo: Dios perfecto, hombre perfecto, compuesto de un alma
razonable y un cuerpo humano, igual al Padre según la divinidad, inferior al Padre
según la humanidad. Aunque Él sea Dios y hombre, no existen dos Cristos sino un
solo Cristo: uno, no porque la divinidad haya pasado a la carne, sino porque la
humanidad fue asumida por Dios; una unión no por mezcla de sustancias, sino por
la unidad de la persona. Porque, al igual que el alma razonable y el cuerpo forman
un hombre, Dios y el hombre forman un Cristo. Él sufrió por nuestra salvación,
descendió a los infiernos, resucitó al tercer día de entre los muertos, subió a los
cielos, y está sentado a la derecha del Padre; desde allí vendrá a juzgar a vivos y
muertos.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”