Un mandamiento nuevo…¿Y la cruz ya no?
Domingo 5º. Pascua 2013 C
A medida que avanzamos en el camino de la Pascua, vamos dejando atrás las
imágenes vibrantes de las apariciones del Señor Jesús resucitado, para
concentrarnos en el mensaje central de Cristo para los suyos, una vez que él ha
entregado su vida en la cruz y la ha vuelto a tomar de su Padre, el Buen Padre
Dios. Hemos contemplado a Cristo como el Buen Pastor, y este domingo Cristo nos
sorprende con sus exigencias precisamente en la última cena, cuando se despide de
sus discípulos. Todo ocurre cuando Judas ya ha dejado el Cenáculo donde Cristo
había lavado los pies a sus discípulos y donde los daba por primera vez a comer su
Carne y a beber su propia Sangre, tal como lo había ofrecido varias veces.
Cristo comienza a glorificar al Padre, que le otorgaría la Vida que él podría
comunicar a todos los que el Padre le confió, aunque para ello tuviera que dejar su
vida mortal embarrada en lo alto de la cruz.
Y a continuación, Cristo nos deja tremendamente sorprendidos y con muchos
interrogantes por responder. Cristo previene a los suyos que pronto ya no lo
tendrán, que ya no estará mucho tiempo con ellos, porque les será arrebatado, y
luego afirma a boca de jarro: “ Les doy un mandamiento nuevo: que se amen
los unos a los otros, como yo los he amado; y por este amor reconocerán
todos que ustedes son mis discípulos ”.
El primer interrogante que nos plantean las palabras de Cristo, a los que habíamos
entendido que la señal de la cruz es la señal del cristiano, es si la cruz es
insuficiente, o si el mandamiento del amor que nos pide viene a suplir el respeto y
el amor que le tenemos a la cruz. Y podríamos aventurarnos a decir que
ciertamente la cruz es insustituible en la vida del cristiano, pues de ahí nos vino la
vida y la salvación. Para los hombres de esa época, la cruz era un instrumento de
tortura para los más despreciados de este mundo y se burlaban de los cristianos
por adorar a un hombre abominable clavado en una cruz, pero los cristianos fueron
convirtiendo la cruz en un objeto de veneración por ser el instrumento con el que
Cristo nos conquistó la salvación.
Pero si somos sinceros, la señal de la cruz, la llevan en el pecho las mujeres de
sociedad, cruces de oro con incrustaciones de piedras preciosas, la llevan colgada
de un collar de oro los narcotraficantes y los que comercian con la vida humana y
la llevan y se persignan con ella las prostitutas para que les caigan clientes, y se
cuelga también como un adorno en la recámara de los esposos, aunque esto no les
impida contemplar juntos películas excitantes y pornográficas, para poder encontrar
juntos mayor placer y satisfacción. No podremos prescindir, pues, de la señal de la
cruz, y tendremos que buscar cómo volverá tratarla con el máximo respeto, pero
ahora tendremos que fijar la vista en el mensaje de Cristo y tenemos que suponer
que el Apóstol San Juan cuando nos transmite la palabras de Cristo tuvo que tener
sumo cuidado para darnos un mensaje tan importante, y nosotros tendremos que
leer entre líneas, que Cristo no dijo: ayúdense los unos a los otros, ni tampoco
hagan clínicas para los pobres, fabriquen escuelas y universidades para los jóvenes
pudientes, ni pidió dar limosna en la puerta de la Iglesia los domingos, simplemente
dijo: “ámense, ámense, ámense, pero de la misma forma que yo los he amado”.
Nos va a costar mucho amarnos de la misma forma que él nos amó, pero ese amor
nos volverá fabulosamente creativos, para desterrar situaciones contradictorias
como el que niega sueldos adecuados conforme a derecho a sus obreros y
empleados y luego se muestra generoso con los menesterosos en la puerta de la
Iglesia o en la misma charola de la iglesia. Un amor sin cruz no se entiende. El
amor es el amor y tendremos que aprenderle mucho a Cristo para que nos enseñe
a amarnos con su mismo amor que le llevó a dejar su vida embarrada en lo alto de
la cruz, y comenzar a trabajar por la conversión de nuestro mundo, para dar lugar
a esa nueva situación que nos plantea el libro de los Hechos, cuando nos presenta
el panorama del Reino: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva… ésta es la morada
de Dios con los hombres, vivirá con ellos como su Dios...él les enjugará todas sus
lágrimas y ya no habrá muerte ni duelo… porque ya todo lo antiguo terminó”.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios
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