QUINTO DOMINGO DE PASCUA. CICLO C.
Jn. 13, 31-33a. 34-35
Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: - «Ahora es glorificado el Hijo
del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también
Dios lo glorificará en si mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda
poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis
unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La
señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis
unos a otros.»
CUENTO: AMAR ES PENSAR EN LOS DEMÁS
Un anciano muy pobre se dedicaba a sembrar árboles de mango. Alguien le
dijo:
- ¿Cómo es que a su edad se dedica a plantar mangos? ¡Tenga por seguro
que no vivirá lo suficiente para consumir sus frutos!
El anciano respondió:
- Toda mi vida he comido mangos de árboles sembrados por otros. Ya es
hora que los míos den frutos para quienes me sobrevivan.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Vivimos hoy tiempos de multi-culturalidad étnica y religiosa. Una realidad y
un desafío interesantes y positivos. Junto a esto, una especie de sincretismo
religioso indiferenciado donde todo vale y todo tiene el mismo valor. Para
muchos hoy da igual ser de una religión que de otra, todas llevan a lo
mismo, todas tienen un dios, un código ético y una normas comunes, así
como una estructura parecida. Y es cierto que la base de todas las
religiones es un intento de dar respuesta a los múltiples interrogantes
humanos que no responde la ciencia ni la técnica: es verdad que en toda
religión hay una creencia en la existencia de un Ser Absoluto que llamamos
Dios, Misterio, Trascendencia; es verdad que de toda fe religiosa se deriva
un comportamiento moral y se estructura en una comunidad de creyentes
que tiende normalmente a jerarquizarse y organizarse socialmente; es
verdad que todas las religiones tienen creencias comunes en un paraíso o
cielo, y en un infierno, signos de salvación o condenación. Y otras muchas
cosas más.
Entonces, ¿cuáles con las diferencias?¿da lo mismo ser cristiano que budista
o musulmán? Con todo el respeto que me merecen todas las religiones y
desde mi convicción profunda de la necesidad de un ecumenismo religioso
que sirva para el bien común y la paz de la humanidad, es claro que no da
lo mismo. Lo vemos claramente en el evangelio de hoy y en el
mandamiento del amor. Porque amar es un mandato de toda religión y el
más importante imperativo ético de toda fe religiosa. Pero es que Jesús va
más allá: no dice que hay que amar, sino que tenemos que amarnos como
El nos amó, es decir, amar con el mismo amor con que Dios nos ama. Y es
más: que sólo en el amor seremos reconocidos como auténticos creyentes
en el verdadero Dios. No es sólo un amor humano, sino un amor que deriva
del amor divino. Es decir, que Dios no es un ser aislado que nos manda
amar, sino que es el mismo Amor del que podemos participar y del que
debemos dar testimonio con nuestra propia vida.
O sea, que toda religión debe pasar por esta prueba: la del AMOR. Sin el
testimonio del amor no podemos hablar de Dios y nadie nos creerá.
Por eso que hoy más que nunca es necesario rescatar y potenciar esta
dimensión de la fe. Porque hoy la gente se aleja muchas veces de la fe por
el mal testimonio que damos los propios creyentes. Y sin duda que el
testimonio de una comunidad que se ama de verdad, más allá de sus
afinidades humanas o de sus procedencias étnicas o sociales, será siempre
un imán que hará cuestionarse y preguntarse a muchos por el origen de
este amor difícil de encontrar en nuestra sociedad.
La Iglesia hace muchas obras de caridad y da testimonio de ese amor de
Dios en el mundo como ninguna otra institución, pero muchas veces no hay
un amor efectivo entre los propios miembros de la Iglesia, donde abundan
las críticas, los enfrentamientos, las divisiones, las desigualdades. Por eso
mucha gente valora lo que la Iglesia hace pero no tanto lo que la Iglesia
vive por dentro. Y para muestra ahí siguen las divisiones de los cristianos,
en un pésimo testimonio contrario al mandamiento del amor.
Pongamos, pues, el máximo empeño no sólo en amar sino en amarnos: en
la propia familia, en la propia comunidad, en la propia parroquia y diócesis.
Con amor como el de Cristo, con un amor solidario como el que nos
muestra el cuento. Porque hoy se habla mucho del amor, pero en la
realidad se confunde amor con placer o interés propio.
Que ese sea nuestra identidad, nuestra marca, nuestra señal como
cristianos: hablar menos del amor, y amar más, amarnos más.
En este día que en España está dedicado a la Madre, no olvidemos que no
hay amor más generoso y parecido al de Dios que el de una madre. El
mejor espejo donde mirarnos y el mayor ejemplo a seguir.
¡QUE NUESTRA SEMANA DÉ MUCHOS FRUTOS DE FE Y DE AMOR, SEÑALES
MÁXIMAS DE QUE JESÚS VIVE Y HA RESUCITADO!