V DOMINGO DE PASCUA C
Hch 14, 21-27; Sal 144; Ap 21, 1-5; Jn 13, 31-35
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a
los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó
Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz con vosotros." Dicho esto, les mostró las
manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra
vez: "La paz con vosotros. Como el Padre me envío, también yo os envío." Dicho
esto, sopló y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados,
les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos." Cuando
salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios
es glorificado en él. (Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí
mismo: pronto lo glorificará.). Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os
doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. La
señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a
otros.
En la quinta semana de Pascua las lecturas que la Iglesia nos presenta están
centradas en el mandamiento nuevo de Cristo: "...amaos como yo os he amado...".
Para seguir profundizando en esta expresión, es oportuno remitirnos al Evangelio
del domingo anterior que terminaba diciendo: "...Yo y el Padre somos uno...". Y en
consecuencia sólo a partir de esta unidad y comunión podemos amar a los
hermanos como Cristo nos ha amado.
Es preciso manifestar que este mandamiento nuevo dado por Cristo tiene tres notas
características: es nuevo, se vive imitando el amor de Jesús y constituye un signo
distintivo del cristiano. Así el amor asume un carácter de verdadera novedad. El
odio, la venganza, la violencia, la indiferencia, el egoísmo: son todas cosas viejas,
pasadas, que nos hacen envejecer y llevan a la muerte. Sólo el amor es nuevo,
capaz de recrear y transformar radicalmente la realidad del hombre. Y se modela
sobre el amor de Cristo: "...Amaos los unos a los otros, como yo os he amado...".
El mandamiento de Cristo es nuevo, no en oposición al antiguo testamento, donde
se enseña el amor al prójimo e incluso al extranjero, sino porque pone a la persona
de Jesús, con su amor hacia los hombres, como ejemplo del amor.
En el siglo II san Justino escribe: ᆱ…El que ama a su prójimo como a sí mismo
querrá para él los mismos bienes que para sí mismo, pues nadie va a querer para sí
mismo males. Así, pues, el que ama a su prójimo pedirá en su oración y hará para
su prójimo lo mismo que para sí; y prójimo del hombre no es otro que el animal
racional, sometido a sus mismas pasiones, que es el hombre…ᄏ (San Justino,
Diálogo con Trifón 93,3).
La primera lectura nos presenta una descripción del primer viaje apostólico de
Pablo y Bernabé quienes trabajan denodadamente por hacer presente el Reino de
Dios. Resalta su amor y coraje para anunciar la palabra de Dios y el exhortar a
perseverar en la fe. Toda la comunidad, comunidad primitiva, participa en esta
evangelización en el mundo pagano. Los discípulos reciben un nuevo nombre, el de
cristianos y precisamente como “comunidad cristiana” están en el trabajo de la
misión, gracias al Espíritu recibido que es quien se encarga de abrirles los caminos.
Por eso ellos son quienes cumplirán las palabras del “Resucitado”: llevar a todo
mundo el evangelio. Se presenta aquí un vínculo con la segunda lectura del
Apocalipsis cuando San Juan comienza diciendo: "...vi un cielo nuevo y una tierra
nueva...", porque inmediatamente tendríamos que decir que este cielo nuevo y esta
tierra nueva, San Pablo lo expresa con la siguiente frase: "...llegada la plenitud de
los tiempos...". Esto quiere decir que el hombre nuevo participa de la Vida Nueva
por el Misterio Pascual de Cristo. Los cielos y la tierra nuevos nos hablan del
hombre nuevo, redimido-recreado; porque todo lo anteriormente creado, en Cristo
es recreado. Un cielo nuevo y una tierra nueva, de la que desciende una nueva
Jerusalén, que representa la ciudad de la paz y la justicia, de la felicidad, en la línea
anunciada por muchos de los profetas del Antiguo Testamento. Se nos presenta así
a la Iglesia como el nuevo pueblo de Dios, en la figura de la esposa amada.
Podemos manifestar que con la expresión "...como yo os he amado...", Cristo, está
queriendo decir que el actuar diario de nuestra vida debe transmitir este amor que
es: entrega y donación de mi persona al hermano. Pues Cristo, según nos lo dan a
conocer los evangelios, en cada paso de su vida ha manifestado este amor que era
una entrega total de Él hacia sus oyentes y, en esta donación de su persona, nos ha
revelado el amor fiel del Padre del cielo hacia nosotros. Sólo así se da el sentido
antropológico correcto del significado de ser hombre; como dice el Magisterio de la
Iglesia: la persona se realiza en la medida en que es un don de sí. El Papa
Benedicto XVI nos dice: “...Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un
único mandamiento (un binomio que se revela, se fundamenta y se expresa en la
única fuente que es Dios mismo). Pero ambos viven del amor que viene de Dios,
que nos ha amado primero. Así, pues, no se trata ya de un «mandamiento» externo
que nos impone lo imposible, sino de una experiencia de amor nacida desde dentro
-que brota del ser recreado del hombre que está unido a Dios-, un amor que por su
propia naturaleza ha de ser ulteriormente comunicado a otros. (Deus caritas est,
n.18).
De esta manera en la expresión: "...como yo os he amado...", Cristo está haciendo
presente que en este amor que se ha manifestado en su muerte de cruz ha
recreado a la humanidad entera reconciliando al hombre con su Creador, y esto ha
significado recuperar, en Cristo, al hombre como Dios lo había creado desde el
principio: "...a imagen y semejanza...". Porque el hombre ha sido creado desde el
principio para la comunión con Dios, o sea para el amor y para ser un don de sí
para el otro.
Nuestro Papa Emérito Benedicto XVI nos dice: ᆱ…La causa que más impulsa
nuestro corazón al amor de Dios es considerar profundamente el amor que Él tuvo
por nosotros. Esto, más que los beneficios, impulsa el corazón a amar, porque
quien hace al otro un beneficio, le da algo que pose; pero aquel que ama, se dona
con lo que tiene, sin que le sobre algo para ofrecer. Antes de ser un mandamiento,
el amor es un don, una realidad que Dios nos revela y nos hace experimentar, para
que como una semilla pueda germinar también dentro de nosotros y desarrollarse
en nuestra vida…ᄏ (Benedicto XVI, Ángelus, 1 de noviembre de 2012).
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar