“Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros”
Jn 13, 31-35
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1. GRAN DISCURSO DE DESPEDIDA DE JESÚS
Con estas palabras, sólo interrumpidas por la situación en que Juan pone la
predicción de Pedro, comienza el gran discurso de despedida de Jesús. Como
Juan no relata la institución de la Eucaristía, no se puede saber el momento
histórico a que corresponden estas palabras. Se abre la puerta del cenáculo,
sale Judas para consumar la traición al Maestro. El evangelio señala con
brevedad: “Era de noche”. La noche del pecado, la noche del príncipe de
este mundo. Jesús sabe que, al cabo de pocas horas, estará allí, solo, en el
huerto de Getsemaní, envuelto por esas mismas tinieblas que intentarán
engullirlo y contra las que deberá luchar hasta la sangre. Sabe todo esto y, sin
embargo, habla a los discípulos de “glorificación” del Hijo del hombre. La
“gloria” de Dios, en efecto, no es el fácil éxito mundano, sino más bien el
triunfo del bien, que, para nacer, debe pasar a través de la gran tribulación. La
cruz es así el seno materno de la vida verdadera.
2. LA SALIDA DE JUDAS SIGNIFICA LA “GLORIFICACIÓN” DE
JESÚS Y DEL PADRE.
Glorificación del Hijo, porque va a dar comienzo en seguida su prisión y
muerte, lo que es paso para su resurrección triunfal. Así decía a los de
peregrinos de Emaús: “¿No era necesario que el Mesías padeciese tales cosas
y así entrase en su gloria?” (Lc 24:26). Frente a “glorificaciones” parciales que
tuvo en vida con sus milagros, “Y manifest￳ su gloria, y creyeron en él sus
discípulos (Jn 2:11 o “y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del
Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1:14), con esta obra
entra en su glorificaci￳n definitiva: “y toda lengua confiese que Jesús es Se￱or
para gloria de Dios Padre.” (Flp 2:8-11). El ponerse la glorificación como un
hecho pasado y luego al estilo de usarse un presente por un futuro inminente,
se considera tan inminente esta glorificación — “en seguida” — que se da ya
por hecha: “escatología realizada.” Si no es debido a la redacción de Juan, que
lo ve a la hora de los sucesos ya pasados.
3. ES EL GRAN MILAGRO DE SU RESURRECCIÓN
Esta “glorificación” del Hijo aquí va a ser “en seguida,” por lo que es el gran
milagro de su resurrecci￳n. Va a ser obra que el Padre hace “en El.” ﾿C￳mo?
La gloria de su resurrección descorrerá el velo de lo que Él es, oculto en la
humanidad; con lo que aparecerá “glorificado” ante todos. Sería, pues, la
glorificación del Hijo por su exaltación a la diestra del Padre, la que se acusaría
en los milagros. Es lo que El pide en la “oraci￳n sacerdotal”: “Yo les he dado la
gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en
ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú
me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Padre,
los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo,
para que contemplan mi gloria, la que me has dado, porque me has amado
antes de la creación del mundo.” (Jn 17:5.24).
4. EL ENSEÑÓ A LOS HOMBRES EL “MENSAJE” DEL PADRE
Pero, si el Padre glorifica al Hijo, el Padre, a su vez, es glorificado en el Hijo.
Pues El ense￱￳ a los hombres el “mensaje” del Padre: “Yo te he glorificado en
la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. Ahora, Padre,
glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo
fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado
tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu
Palabra” (Jn 17:4-6), y le dio la suprema gloria con el homenaje de su
muerte; que era también el mérito para que todos los hombres conociesen y
amasen al Padre.
5. “HIJOS MÍOS”.
Y con ello les anuncia, algún tanto veladamente, tan del gusto oriental, su
muerte. Les vuelca el cariño con la forma con que se dirige a ellos: “Hijos
míos”. Él va a la muerte. Por eso estará un “poco” aún con ellos. Pero ellos no
pueden “ir” ahora. Las apariciones de Jesús resucitado a los ap￳stoles fueron
transitorias y excepcionales. Si la forma literaria en que Él se refiere a lo
mismo que dijo a los judíos es literariamente igual, conceptualmente es
distinta, ya que aquéllos lo buscaban para matarle, por lo que morirán en sus
pecados : “Yo me voy y vosotros me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado”
(Jn 8:21), mientras que a los ap￳stoles va a “prepararles” un lugar en la casa
de su Padre: “En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo
habría dicho; porque voy a prepararos un lugar” (Jn 14:2).
6. “MANDAMIENTO NUEVO”
Jesús no puede explicar ahora a los suyos el significado de su muerte. La
afronta solo y la ofrece. En sus palabras se siente vibrar la solicitud por los
discípulos, que, dentro de poco, también se quedarán solos, a merced de la
duda y del escándalo. Por ahora no pueden seguirle. Por eso necesitan más
que nunca ser custodiados en su nombre. Es ahora cuando les deja en
testamento el “mandamiento nuevo” del amor recíproco. Al vivirlo, estarán
para siempre en comunión con él y nada podrá arrancarlos de su mano. Más
aún, podrán vivirlo porque él lo ha vivido primero. “Ningún discípulo es
superior a su maestro” , aunque todo discípulo está llamado a configurarse con
el Maestro y a glorificarlo con su vida. El “mandamiento nuevo” no es un yugo
pesado, sino comunión personal con Dios, que quiere permanecer presente
entre los suyos como amor, como caridad.
7. ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS. ASÍ COMO YO LOS HE
AMADO
Y Jesús les deja, no un consejo, sino un “mandamiento” y “nuevo”: el amor
al prójimo. Acaso surge aquí, evocado por las ambiciones de los apóstoles por
los primeros puestos en el reino, lo que hizo que, con la “parábola en acci￳n”
del lavatorio de los pies, les enseñase la caridad. Y este mandato de Jesús
es “nuevo,” porque no es el amor al simple y exclusivo prójimo judío, cómo
era el amor en Israel; “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (cf. Lev
19:18), sino que es amor universal y basado en Dios: amor a los
hombres “como Yo (Jesús) los he amado.” Y será al mismo tiempo una
señal para que todos conozcan “que ustedes son mis discípulos” ¡Los
discípulos del Hijo de Dios! Pues, siendo tan arraigado el egoísmo humano, la
caridad al prójimo hace ver que viene del cielo: que es don de Jesús. Y así la
caridad cobra, en este intento de Jesús, un valor apologético. Tal sucedía
entre los primeros cristianos jerosolimitanos, que “tenían un solo coraz￳n y
una sola alma” (Hech 4:32). Tertuliano refiere que los paganos, maravillados
ante esta caridad, decían: “ᄀVed c￳mo se aman entre sí y cómo están
dispuestos a morir unos por otros!” Y minucia Félix dice en su Octavius,
reflejando este ambiente que la caridad causaba en los gentiles: “Se aman
aun antes de conocerse”
"A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser
amado y deja tu condición". San Juan De La Cruz
El Señor nos Bendiga
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
V DOMINGO DE PASCUA C