Encuentros con la Palabra
Sexto Domingo de Pascua – Ciclo C (Juan 14, 23-29)
No se angustien ni tengan miedo
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Hace algunos años escuché esta historia que me vino a la mente al leer las palabras de Jesús: “No se
angustien ni tengan miedo”. Había una vez un niño que se llamaba Jesulín. Su padre era mago. Todas
las mañanas, Jesulín se levantaba, se lavaba y se vestía a toda carrera, porque sus padres lo
despedían en la puerta de la casa. El papá mago se acercaba a Jesulín y le decía al oído unas
palabras mágicas que éste escuchaba lleno de emoción. Jesulín guardaba las palabras mágicas en el
bolsillo de su camisa, muy cerca del corazón, y de vez en cuando, se detenía, sacaba sus palabras
mágicas, las escuchaba de nuevo y seguía su camino lleno de alegría.
Jesulín tenía la costumbre de recoger a algunos amigos y amigas antes de llegar a la escuela; primero
que todo iba a la casa de Miguelito, que era hijo de un policía de tránsito. El papá de Miguelito le decía
a su hijo al despedirlo: «Ten cuidado al cruzar las calles... espera siempre a que el hombrecito del
semáforo esté en verde. Cruza siempre las calles por el paso de cebra y no corras. Espera a que los
carros se hayan detenido y ten cuidado con las bicicletas y las motos...» Y Miguelito salía siempre con
una cara de ' semáforo en rojo' ...; pero al encontrarse con Jesulín, se daban un abrazo, y entonces, lo
que era malo, no parecía tan malo... Luego iban caminando a casa de Conchita, que era hija de una
dentista. Su madre la despedía todos los días con estas palabras: «Hija mía, no comas chucherías, ni
golosinas, ni chicles... Lávate los dientes cada vez que comas algo; no mastiques muy rápido y ten
cuidado con las cosas duras...», y le daba un cepillo de dientes, seda dental y un tubo de crema. Y la
pobre Conchita salía con una cara de ' dolor de muelas' ...; pero al encontrarse con Jesulín, se daban
un abrazo, y entonces, lo que era malo, no parecía tan malo...
Después los tres iban corriendo a casa de Campeón, que era hijo del dueño de un banco. A Campeón
siempre lo despedía su papá en la puerta diciéndole: «Tienes que ser el primero, el mejor en todos los
deportes y en todas las clases; a mi no me vengas con segundos puestos; siempre hay que ganar; ser
el mejor de todos en todo... Ánimo; hay que vencer a los demás en todo». Y su padre le colocaba una
medalla que decía por un lado "Soy el mejor" y por el otro decía "Soy el primero"... Y Campeón, salía
siempre con una cara de ' partido perdido' ...; pero al encontrarse con Jesulín, se daban un abrazo, y
entonces, lo que era malo, no parecía tan malo... Por último, pasaban a recoger a Tesorito; una niña
muy bonita y muy bien puesta, hija de una familia muy rica; tenían una casa enorme, con una gran
escalera a la entrada y un jardín muy bonito; todas las mañanas los padres de Tesorito salían a la
puerta y le decían a su hija: «Tienes todo lo que necesitas; llevas dinero, comida, libros, cuadernos,
esferos, lápices, colores, plastilina... Llevas de todo y no te falta nada; te hemos dado todo para que no
tengas problemas en tu vida... Por eso no hace falta que te digamos nada más». Y así la despedían
sin decir más... Y la pobre Tesorito salía con una cara de ' felicidad fingida' ...; pero al encontrarse con
Jesulín, se daban un abrazo, y entonces, lo que era malo, no parecía tan malo...
Al llegar al colegio, sus amigos le preguntaron a Jesulín por las palabras mágicas; pero Jesulín no
quiso revelarlas porque su padre se las decía sólo a él; y si las escuchaba otro, perderían su efecto
mágico... De modo que los cuatro fueron una mañana, muy temprano, a la casa de Jesulín; esperaron
escondidos, cerca de la puerta, a que llegara la hora en que salieran Jesulín y su papá mago; querían
escuchar las palabras mágicas que le decían a Jesulín; pasó un rato y por fin salieron Jesulín y su
papá mago... prestaron mucha atención y por fin escucharon las palabras mágicas: El papá mago le
decía a Jesulín: « Hijo mío, te quiero mucho... ¡que tengas un día muy feliz! ».
Cuando hemos sentido una experiencia de amor incondicional, no podemos tener miedo ante los
problemas que nos presenta la vida. Sentirnos amados por Dios, como Jesulín se sintió amado por su
papá mago, es lo que Jesús quiso comunicarnos desde la experiencia de su resurrección.
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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