Presencias y ausencias
Nuestra vida se define en una dialéctica permanente: Luces y sombras, vida y muerte,
presencias y ausencias. Todo esto lleva un condimento que atiza nuestra existencia: El
dolor, cruz sangrante de cada día, y el amor que da sentido y razón a nuestra
convivencia creando un hábitat donde sea posible la felicidad, la realización como
personas. Saber conjugar estos términos dialécticos es lo que nos da madurez humana.
La misma fe también se debate entre dialécticas sucesivas: La lucha entre el bien y el
mal. Un Dios que se nos hace presencia amable y sugestiva en momentos de gozo
espiritual; y un Dios que pareciera ausentarse cuando se hace más difícil nuestra
caminada, cuando el sufrimiento pareciera torturarte hasta perder la noción de la misma
vida. Saber distinguir esta presencia de Dios, jamás denegada, hace relevante nuestra fe.
La fiesta de la Ascensión nos devela el misterio de un Dios que dice irse, alejarse como
guardando distancia dando protagonismo al ser humano. Es una ausencia-presencia
hondamente significativa que da a nuestra fe una contextura y dimensión sólidas,
profundas, desafiantes. “Qué hacen acá mirando al cielo, váyanse, asuman sus
responsabilidades” pareciera decir el Ángel a los despistados apóstoles.
¿Dónde está Dios? No es pregunta fácil de contestar. Sigue siendo una pregunta
torturante. ¿Por qué tanto mal, por qué tanto dolor, por qué sufren los niños? ¿Por qué
tanta pasividad de quienes se profesan creyentes? Dios está en los que sufren, en las
víctimas, en todas las cruces humanas, en todo grito, en toda herida, en toda
hambre…Somos nosotros, hombres y mujeres quienes en su nombre, haciendo
presencia samaritana, debemos dar solución en este abismo de ausencia, de angustia.
Cochabamba 12.05.13
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com