La escuela de Dios
O aceptamos a Dios en nuestras vidas o nos convertimos a los ídolos. Simple: O Dios lo
es todo para Ti, o tú lo eres todo: Origen, principio y fin. Dios es misterio, pero no
absurdo. Lo sublime de nuestra razón es aceptar lo que nos supera. Dios anda por ahí
en cosas simples: La sonrisa del niño, el canto de las aves, la mirada del mendigo, el
asombro del ocaso, la ternura de la madre. Su lenguaje es el amor. Su hábitat el corazón.
Así es su escuela.
La fe es la capacidad de aceptar mi propia pobreza, mi limitación, mi pequeñez. Es
sumirme en las manos amorosas del Dios viviente que me piensa, me recrea y me ama.
Es el Dios trino. En castellano “trino” es canto, susurro, armonía. En teología es Tri-
unidad. En romance es pasión, es floración en primavera. Con Dios hago de mi vida una
danza, una fiesta, una celebración que no tiene fin, tampoco principio, es eternidad
iniciada, continuada, ilimitada.
Entonces, mi fe no es miedo, sino amor. No es miedo a la duda, ni a los
cuestionamientos, ni a los interrogantes sobre la existencia. El único miedo que no
tolera mi fe es el miedo a la mediocridad, al antitestimonio, a la incoherencia. Con el
Dios de Jesucristo desaparecen todas las imágenes de un dios expía, juez, implacable de
mis errores, que escribe notas en su libro para hacerme cargos. Mi Dios es gratuito.
Nos matriculamos en esta escuela de Dios Trino porque es allí donde la Palabra nos va
forjando en el discipulado. La matrícula se llama bautismo. Los textos son el mundo-
universo, la creación, la vida. El recreo se llama Espíritu Santo quien es el que alimenta
nuestra caminada. Los condiscípulos son los pobres. La tarea es recrear la historia
convirtiéndonos en protagonistas de una humanidad nueva. Un Dios así vale la pena.
Cochabamba 26.05.13
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com