Solemnidad. Santísima Trinidad, Ciclo C
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel
+ Dios despliega ante nosotros la intimidad de su propia vida divina
(señal de confianza, de amor, signo de estima). Dios ya no tiene secretos frente a
nosotros: todo lo quiere compartir ante nosotros, haciéndonos participar de su
propia vida divina.
+ En el Evangelio de hoy, Cristo, que es la Verdad en Persona, nos anuncia
que es el Espíritu Santo que procede de Él y del Padre quien nos irá guiando hacia
la plenitud de la Verdad, y nos ayudará a comprender y a vivir la salvación que nos
viene de Dios Padre, por su Hijo Jesucristo en el Espíritu Santo. Así, podemos ir
conociendo y amando cada vez más y mejor la identidad de este Dios que
nos llama a compartir su felicidad eterna : Dios no es un solitario
amargado, un cascarrabias aburrido en lo alto de los cielos: Dios es Amor,
es Familia, es Comunión (común – unión) de Personas: el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo.
Decir que Dios es Santísima Trinidad no es una lección para aprender ,
sino una realidad que debemos asimilar con toda nuestra vida . La Ssma
Trinidad “es el Misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el Misterio
de Dios en sí mismo. Es, pues, la enseñanza más fundamental y esencial en
la ‘jerarquía de verdades de la fe’” (D.C.G. 43; Catic 234)
El mundo moderno experimenta dificultades para relacionarse con Dios; y
muchas de ellas provienen de que se tienen imágenes distorsionadas acerca de
la identidad de Dios:
Teísmo = (Dios lejano e indiferente)
Secularismo = (Dios “molesto”, con exigencias caprichosas)
Relativismo = (Dios “de bolsillo”, “a medida”)
· “Reencarnación; “Horóscopo ” = Dios cruel ; y fatalista...
Pero Dios, el único Dios vivo y verdadero, que vive desde siempre y para
siempre, es un Dios que desde siempre ha querido manifestarse al hombre para
salvarlo: es un Dios cercano, íntimo, personal (tri – personal: su vida divina no
se agota en una sola persona, sino que se realiza en tres Personas divinas que
poseen la misma naturaleza); Dios es Padre, nuestro Padre ; es Hijo, nuestro
Hermano , es Espíritu Santo; nuestro Amigo, nuestra Fuerza, nuestro
Abogado... De modo que profesar nuestra fe en la Santísima Trinidad no es sólo
saber una verdad , sino recibir en nosotros a las tres Personas Divinas , que
vienen a habitar en nosotros para compartir su amor eterno. Se trata de una
amistad que se nos ofrece, y que debe ir creciendo día a día.
El Espíritu Santo que habita en nosotros, y que nos trae con el la presencia
del Padre y el Hijo, es también nuestro Maestro interior , que nos ayuda a
conocer, comprender y vivir estas verdades: “Cuando venga Él, el Espíritu de la
Verdad, los guiará hasta la verdad plena”... Toda verdad, y la verdad siempre
es liberadora , así como la mentira, el error y la ignorancia son cosas que de uno u
otro modo nos quitan libertad.
+ Hoy la Liturgia pone una vez más ante nuestros ojos la verdad de Dios y se
nos recuerda que Dios es Padre : el que es nuestro Padre, es al mismo tiempo el
que nos ama más que nadie en el mundo: confesar la paternidad de Dios
implica al mismo tiempo reconocer que el sentido mas profundo de nuestra
vida es el amor : aún en medio de nuestras dificultades, nuestras pruebas,
nuestras equivocaciones y nuestros “sin-sentidos”, la paternidad de Dios se cierne
sobre cada hombre, sobre cada tiempo de la historia, sobre cada lugar de nuestro
mundo, asegurándonos nuestro destino de amor y de gloria. “Toda la historia de
la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los
cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela,
reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado, y se une con
ellos” (D.C.G. 47; Catic 234)
+ La segunda Persona de la Santísima Trinidad es el Hijo: el Hijo de Dios,
que al hacerse hombre se unió con todos los hombres : trabajó con manos de
hombre, reflexionó con inteligencia de hombre, actuó con voluntad humana y amó
con un corazón humano. Como todo hombre, nació de una mujer (no “cayó” del
cielo como un aerolito), es verdaderamente uno de nosotros, semejante en todo a
nosotros, excepto en el pecado. Él es el enviado del Padre, que vino no para
condenar al mundo, sino para salvarlo , para darnos Vida y Vida en abundancia. Y
por eso, como Cordero inocente, muriendo nos dio nueva vida, nos reconcilió con
Dios y con nosotros mismos, nos arrancó de la esclavitud del pecado y de Satanás.
Así, cada uno de nosotros puede repetir con san Pablo: “el Hijo de Dios me amó
y se entregó a sí mismo por mí” (Gal. 2, 20). Sufriendo por nosotros, no
solamente dio ejemplo para que sigamos sus huellas, sino que abrió un camino
cuyo seguimiento santifica y da nuevo sentido a nuestra vida y nuestra muerte.
+ El Espíritu Santo, tercera Persona de la Santísima Trinidad, que procede
del Padre y del Hijo, actuó en la Creación… habló por los profetas… dio nacimiento a
la Iglesia en Pentecostés… y desde entonces, con una labor permanente, silenciosa
pero eficacísima, hace que en la Iglesia y en nuestros corazones, de muchas y
variadas maneras (particularmente en los Sacramentos) se realice en nosotros esa
obra maravillosa de transformación: de hijos de los hombres en hijos de Dios, de
pecadores en justos; de hombres débiles y temerosos, en testigos de la nueva
creación; de criaturas simplemente humanas en criaturas celestiales,
divinizados por el amor de Dios.
Toda nuestra vida está rodeada e impregnada por la acción de la
Santísima Trinidad . Estamos inmersos en el obrar de Dios, ese Dios que es más
intimo a nosotros que nosotros mismos (S. Agustín), en el cual vivimos, nos
movemos y existimos (S. Pablo)… El Espíritu Santo está en acción, y vamos
caminando hacia la perfecta redención, con la mirada puesta en el fin, que es la
posesión de la plenitud de la Verdad y del Bien, cuando Dios culmine la renovación
de todo el Universo.
La fiesta de la Santísima Trinidad nos invita a comprometernos
personalísimamente con ese Dios personalísimo (3 Personas)... es una invitación a
la docilidad al Espíritu Santo; y a comprometernos para que nosotros, con toda la
Iglesia animada por el mismo Espíritu, trabajemos poniendo por obra el plan de
Dios: que todos lleguemos a ser un mundo de hermanos, hijos de un mismo Padre,
a imagen y semejanza del Hijo Único (Cristo), con la fuerza del Espíritu Santo.
Amén.