“El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará”
Jn 14, 23-29
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1. EL QUE RECIBE MIS MANDAMIENTOS Y LOS CUMPLE, ESE ES
EL QUE ME AMA
Nuestro Señor Jesucristo nos entregó muchas pruebas de todo su amor por
nosotros, así es como también El espera que le amemos con fuerza, con
perseverancia y por sobre todas las cosas. El que ama a Cristo, es amado por
el Padre, del mismo modo como tuvo sus complacencias en su Hijo, las tendrá
a los que aman a su Hijo Jesucristo.
Dice Jesús: El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me
ama; el que me ama a mi será amado de mi Padre y Yo le amare y me
manifestare a él. (Jn 14,21)
Cristo promete también su venida a los apóstoles y a todo aquel que recibe
sus mandamientos y los cumple. Observamos que esta promesa no es solo
para los apóstoles, va a todo aquel que recibe los mandamientos de Él. Mis
mandamientos; otra vez se legislan los mismos preceptos de Dios como suyos
y los guarda. La fe con obras es tema repetido en el evangelio de San Juan (Jn
3:8) lo mismo que en su primera carta.
2. YO LE AMARE Y ME MANIFESTARE A EL. (Jn 14,21)
Esto de “me manifestare en él”, quiere decir me mostrare, Se refiere esta
venida de Cristo después de resucitado? la parusía?, no es así, ya que todos lo
verán y será el momento de la definitiva reunión con él. Parece haber relación
entre el momento de amarle y la presencia en el creyente. Se debe, pues, de
referir, si no exclusiva, al menos si preferentemente, a una venida espiritual y
permanente.
Los efectos o frutos de esta venida se los presenta en dos aspectos. Uno es
que me verán porque Yo vivo y ustedes vivirán. Siendo Jesucristo la Vida y no
pudiendo hacerse nada sin Él, no obstante, después de la resurrección será el
momento de la plenitud caudalosa de todo tipo de gracias. -toda vida
espiritual y divina-, que se inaugurara cuando Él envíe el Espíritu Santo. Él
vive después de la tragedia de la muerte, y porque El derrama, normal y
totalmente, esa vida es por lo que ellos vivirán colmadamente su vida.
3. YO ESTOY EN MI PADRE, Y USTEDES EN MI, Y YO EN
USTEDES.
Otro fruto es que en aquel día, frase usada en los profetas, conque se
expresan las grandes intervenciones de Dios, y que, como aquí, puede indicar
todo un periodo, ustedes conocerán que “Yo estoy en mi Padre, y ustedes en
mí, y yo en ustedes”. (Jn 14, 20).
Por efecto de estas gracias que van a recibirse en abundancia después de
Pentecostés, --bien lo experimentaron en su plena transformación ese día los
apóstoles--, van a comprender por efecto de gracias de todo tipo,
iluminaciones intelectuales y experimentaciones sobrenaturales, aunque en
grados diversos, lo que tanto les costaba comprender en la vida de Cristo: que
Él está con el Padre; que es el verdadero Hijo de Dios; que Él está con ellos
como Dios y como Vid, que les dispensa toda gracia, sin cuya unión a El nada
pueden sobre naturalmente; y que ellos están en El, por la necesidad de su
unión vital de sarmientos, y como miembros del Cuerpo místico. Y todo,
aunque en grados diversos, sabido con certeza y experimentando de un modo
íntimo y maravilloso.
4. EL QUE ME AMA SERÁ FIEL A MI PALABRA, Y MI PADRE LO
AMARÁ
Le dijo, Judas, -no el Iscariote-: Señor, ¿qué ha sucedido para que hayas de
manifestarte a nosotros, y no al mundo? La enseñanza de Cristo sobre su
manifestación a ellos y no al mundo, interpretada de un modo erróneo por el
apóstol Judas, no Iscariote, posiblemente pensando en una teofanía, de un
modo sensible y maravilloso, es lo que hace a Cristo exponer la doctrina de la
epifanías trinitarias. Respondió Jesús y le dijo: “El que me ama será fiel a
mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en
él”. También vendrá el Padre. Porque el amor a Cristo Jesús, garantizado con
obras, trae como premio el ser amado por el Padre. Lo que tiene como efecto
el que vendremos a él y haremos en el nuestra morada, “iremos a él y
habitaremos en el”
Esta venida, pues, del Padre y de Cristo no es transitoria, sino permanente,
pues en el que le ama establece su morada; y es presencia distinta de la que
tiene Dios como Creador, pues es solo para los que le aman en este orden
sobrenatural: de amor al Padre y al Hijo; ni es presencia carismática, pues es
condición normal para todo el que así los ame. Esta venida del Padre es
también espiritual e íntima. Va entrañando en su mismo concepto de morar
Dios en el alma.
Aunque aquí explícitamente no se dice que también venga con ellos el Espíritu
Santo, es lo que está suponiendo el capítulo, ya que se dice que en el que ama
a Cristo el Espíritu Santo esta y permanece en el (Jn 14, 17). Es lo que la
teología llamo inhabitacion de la Trinidad en el alma.
5. EL ESPÍRITU SANTO QUE MI PADRE LES ENVIARÁ EN MI
NOMBRE
Dice Jesús: “Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes.
Pero el Espíritu Santo, (el Paráclito) que el Padre enviará en mi
Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho”.
Después de la partida de Cristo, el Espíritu es quien los sustituye entre sus
fieles seguidores, es decir es el Paráclito, el Abogado que intercede ante el
Padre y aboga por fieles a Cristo.
Nuestro Señor Jesucristo promete que derramará su Espíritu sobre todos los
que lo aman, así con la recepción del Espíritu Santo nuestros cuerpos se han
convertidos en verdaderos templos. (1Cor 3,16)
6. EL ESPÍRITU SANTO…LES ENSEÑARA TODO
Jesús rogará al Padre por los que le aman, amor garantizado con cumplir mis
mandamientos, que son los mandamientos de Dios. Cristo se pone en la línea
de Dios encarnado, para que les de otro Paráclito. El sentido de esta última
palabra puede ser múltiple, conforme a su etimología. En el Nuevo Testamento
solo sale en san Juan, y en su primera carta tiene el sentido específico de
abogado, que es el sentido más ordinario, junto con el de intercesor, con
cuyos sentidos aparece en la literatura rabínica. Pero puede tener otros
significados distintos. Para valorar su sentido en este contexto hay dos
elementos. Uno es que Cristo pide al Padre que les de otro Paráclito en su
ausencia. Cristo es, pues, un Paráclito. De aquí se deduce una enseñanza
dogmática de gran importancia; al ser el Paráclito otro ser al modo de Cristo,
se sigue que es una persona y divina y, además, va a sustituir a Cristo en su
oficio: continuar, en forma misteriosa, la misión de Cristo en los hombres.
Entonces dijo Jesús: “El Espíritu Santo, que el Padre enviara en mi
Nombre, les enseñara todo”. Según él, esta misión es educativa. Luego
añade: les enseñara todo y les recordara lo que les he dicho. Se trata, pues,
de una acción del Paráclito en ellos por una sugerencia interna,
preferentemente al menos, si no exclusiva (Jn 16:13.14), de la enseñanza de
Cristo. Por esta obra educativa es por lo que el Paráclito es llamado aquí
Espíritu de verdad; lo mismo que por ser el Espíritu de Cristo (Jn 16:13.14),
que es la Verdad (Jn 16:4).
Es el tema de la donación del Espíritu Santo, tan marcado en el Evangelio de
San Juan, hasta decir que el Espíritu Santo aún no había sido dado porque
Jesús no había sido glorificado (Jn 7:39); lo mismo que por la misión doctrinal
con que aquí aparece, y por su paralelo con otros pasajes de este mismo
discurso de la cena (Jn 15:26;16:5, 15); esta promesa futura se refiere a la
donación oficial del Espíritu Santo en Pentecostés, pero prolongada
indefinidamente en la Iglesia y en las almas de los que lo reciben Esta acción
del Paráclito entre ellos: les enseñara todas las cosas y ese os lo enseñara
todo y os traerá a la memoria todo lo que les he dicho.
7. ¿A QUE SE REFIERE ESTA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SOBRE
TODAS LAS COSAS QUE LES HE DICHO?
Cabrían dos precisiones: O referirse a la enseñanza que Cristo hizo a los
apóstoles en su periodo terreno (Jn 15:15; 4:25), incluso con las
complementarias revelaciones que les hizo después de resucitado hasta la
ascensión (Hech 1:3), o admitir nuevas revelaciones hechas directamente por
el Espíritu a los apóstoles para completar el tesoro objetivo de la revelación.
Pero el primer sentido, en su aspecto que tiene dos partes, es el que
directamente está más en situación y encuentra su complemento en el lugar
paralelo del capítulo 16, en el que se dice que, al venir el Espíritu en
Pentecostés, comenzara su obra de llevarles, conducirles, encaminarles, hacia
la verdad completa, porque no hablara de sí mismo, sino que, tomara de lo
mío y les dará a conocer (Jn 16:13.14). Es la función del Espíritu haciendo
comprender a los apóstoles a la Iglesia el sentido pleno de la enseñanza y
obra de Cristo. (cf. Jn 16:13).
Aunque literalmente estas palabras se dirigían a los apóstoles, hay datos que
hacen ver que, como promesa doctrinal, se refieren a la Iglesia. En primer
lugar, no se probaría esto por el solo hecho de decirles que permanecería con
ellos --apóstoles-- para siempre, pues este es un término muy relativo. Así se
lee frecuentemente: siervo eterno, y cuya eternidad solo se refiere al periodo
de su vida de siervo.
La primera razón es que, en varios de estos pasajes del Evangelio de san
Juan, las promesas aparecen entremezcladas literariamente, pues unas veces
se dirigen a los apóstoles (v.15 17.26) y otras están en forma impersonal: “Si
alguno me ama” (v.21.23.24). Y a este sujeto indefinido es al que se le
promete el amor suyo y el del Padre, lo mismo que el manifestarse a Él, y el
que en El moren.
Encuadradas, pues, estas promesas, en las que antes y después se habla del
Paráclito, parece que, aunque literalmente se dirijan a los apóstoles, la
promesa doctrinal tiene la perspectiva universal de la Iglesia. Al menos en la
comprensión e intención del evangelista al situarlas aquí, en esta perspectiva
literaria, si es que ellas pudieran pertenecer a otro contexto histórico.
Esto encuentra una confirmación en las palabras que cita el Evangelio de san
Lucas después de la consagración eucarística: Haced esto en memoria mía (Lc
22:19; 1 Cor 11:24 25). Directamente se refieren a los apóstoles, y, sin
embargo, el concilio de Trento definió de fe que con esas palabras de Cristo no
solo ordeno sacerdotes a los apóstoles, sino que con ellas preceptuó que ellos
y sus sucesores ofreciesen el sacrificio eucarístico.
Dios Uno y Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, está en el interior del cristiano
que vive en gracia.
Quiero ser una morada de Dios buscando que mi corazón viva en la Trinidad...
Un alma en estado de gracia es una casa de Dios, en donde habita Dios
mismo, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (Beata Isabel de la Trinidad)
8. LES DEJO LA PAZ, LES DOY MI PAZ, PERO NO COMO LA DA
EL MUNDO.
“¡No se inquieten ni teman!” - Jesús no quiere que se inquieten o se
alteren con su partida, pues les deja su paz. La paz, entre los judíos, abarca
todos los bienes y es sinónimo de felicidad. La paz verdadera era una promesa
mesiánica (Ez 37:26; Is 9:6) No es la paz que Jesús les anuncia y como la del
mundo. Esta es paz externa, alejada de molestias. La de Jesús es paz íntima,
inalterable en el fondo del alma, pero compatible con persecuciones por El.
Quizás no sería improbable que esta paz a que alude se refiera a la triple
venida de que acaba de hablarles: el gran don trinitario en ellos.
Concretamente alude a su vuelta, que es a esa venida de que les habló, “Me
voy y volveré a ustedes”.
Además, si de verdad le aman, no deben entristecerse, pues han de desearle
lo mejor. Y Él va al Padre, porque el Padre es más grande que él. El sentido de
la frase es que el Padre es mayor que Él, no en cuanto el Verbo recibe por
eterna generación la naturaleza divina, sino que, en cuanto es el Verbo
encarnado, se proclama, por razón de su naturaleza humana, inferior al Padre.
Es el sentido en que se habla abiertamente en otros pasajes de San Juan
(6:62; 16:28; 17:5.24). San Agustín lo comentaba así: En cuanto aquello por
lo cual el Hijo no es igual al Padre se iba al Padre.
El Señor nos Bendiga
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
VI Domingo de Pascua