Solemnidad. La Ascensión del Señor, Ciclo C
Pautas para la homilía
“No os alejéis de Jerusalén”
Una sugerencia para la preparación de la homilía de este domingo: leer el evangelio
(la conclusión del Evangelio de Lucas) y a continuación leer la primera lectura, (el
inicio del libro de los Hechos de los Apóstoles). Quizás obtengamos algún resultado
no esperado...
¿Cuál es la promesa hecha por Jesús a los discípulos y a la cual hace
referencia cuando asciende?
La primera lectura completa lo dicho en el Evangelio. En el evangelio se nos dice
Lucas nos describe cuál es la promesa de Jesús a sus discípulos: “ revestirse con la
fuerza delo alto”. La primera lectura se añade algo a la promesa hecha en el
Evangelio, es decir, especiada la promesa: “ser bautizados con Espíritu Santo”. Por
tanto, revestirse con la fuerza de lo alto y ser bautizados con el Espíritu Santo es la
misma promesa que tendrá lugar y se completará el próximo domingo con la venida
del Espíritu Santo, Pentecostés.
Por tanto, la promesa de Jesús a sus discípulos, hecha en vida, es su Espíritu, la
fuerza de lo alto. No es una promesa de cambio en el mundo, no es una promesa
de felicidad aquí y ahora... Es la promesa de su fuerza para caminar adelante, es la
promesa de su Espíritu que permite hacer presente a Jesús en medio de los que
creemos en Él, es la promesa de que no estamos solos, de que no hemos sido
abandonados, ni engañados... No es una promesa de cambio, sino una promesa de
asistencia, de nueva presencia, de empuje, de fuerza para operar el cambio...
No alejarse de Jerusalén.
La Ascensión de Jesús ocurre en Betania que no es una ciudad cualquiera en la vida
de Jesús. Betania se encuentra muy cerca de Jerusalén, justo tras subir y pasar el
Monte de los Olivos. Por eso, si Jerusalén fue el lugar donde Jesús gastó más
fuerzas en la predicación, Betania es el lugar del descanso tras la predicación, tras
la misión. Cuando el sol comenzaba a caer, Jesús se retiraba a descansar a la casa
de sus amigos en Betania, probablemente en casa de su querido amigo Lázaro.
Es interesante notar que Jesús asciende justamente en Betania, que se encuentra
al este de Jerusalén, por donde sale el sol, por donde llega la reina de Israel (el
sábado) en la ciudad en la cual había resucitado a su amigo Lázaro. La ciudad de
Betania está fuera de Jerusalén, justo en el lugar opuesto al Gólgota, justo donde
(incluso hoy en día) está la puerta sellada que sólo abrirá el Mesías. La puerta del
Mesías será abierta con el cumplimiento de la promesa: revestirse de la fuerza de lo
alto, ser bautizada con Espíritu Santo, Pentecostés.
Por eso, el mandato de Jesús a los discípulos es el de volver a Jerusalén y no
alejarse de allí porque la fuerza de lo Alto descenderá, plantará su morada, su
tienda, su Templo, de nuevo en Jerusalén. En Betania la presencia de Dios ya
estaba presente. En Jerusalén, la presencia de Dios había sido destruida,
aniquilada, expulsada...
Con esta fiesta nos colocamos a las puertas, nos colocamos en espera de una
nueva presencia de Dios en este mundo, Dios volverá a tener un lugar en este
mundo. La cruz, la muerte de Jesús en cruz, fue el signo patente de la expulsión,
del rechazo de Dios. Ahora, con el cumplimiento de la promesa, la presencia de
Dios vuelve a estar de nuevo en la tierra. Pero ya no bajo la forma de Templo, sino
bajo la vida de los discípulos de Jesús. La Iglesia, los creyentes, los discípulos son
el Nuevo Templo, la nueva presencia de Dios en nuestra historia.
Por tanto, con esta solemnidad de la Ascensión nos colocamos en espera del
domingo que viene, nos preparamos para ser revestido por la fuerza de los Alto. Es
lo que Pablo implora a Dios: iluminar los ojos del corazón para vivir la esperanza de
que su promesase cumple.
Hemos de ponernos en camino y volver a una Jerusalén vacía, abandonada, pero
deseosa de que el Señor vuelva a plantar su Tienda, su presencia en medio de
nuestra vida. Nuestra vida puede estar llena de abandonos, de rechazos, de
muertes, pero a pesar de todo, el Señor está en medio de nuestros sufrimientos
siempre con su Palabra tierna y reconfortante que se dirige a su Iglesia, a nosotros,
y que nos dice:¡Vamos hacia adelante!
Fray José Rafael Reyes González
Convento de San Clemente - Roma
Con permiso de: dominicos.org