XI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel
La liturgia de hoy es una invitación a contemplar una vez más la infinita
misericordia del Padre , manifestada en modo eminente en y por Jesucristo
Cristo no solo predica el perdón: Él mismo perdona … No solamente
perdona como solo Dios sabe y puede hacerlo: ha perdonado también como
hombre las injusticias dirigidas deliberada e inequívocamente contra su Persona. Ha
perdonado cosas gruesas, cosas muy duras… Esa clase de cosas que nosotros
normalmente llamamos “imperdonables”. De modo que su estilo no es sólo la
fuente permanente de ese amor que siempre nos recompone, sino también la
escuela en la cual se aprende del único Maestro
Es significativo notar que en la Cruz Jesús entregó la vida y quedó para
siempre “con los brazos abiertos” , actitud que en nuestro modo de hablar es
signo de acogida, de perd￳n, de amistad…
La lecturas de hoy nos enseñan tanto sobre ese modo de ser y hacer del
Señor:
En la primera lectura hemos escuchado como el profeta Natán desenmascara
al santo rey David, que había cometido un adulterio que luego intentó ocultar con
muchas mentiras y finalmente con un homicidio… Pero apenas David reconoce lisa y
llanamente su pecado, allí mismo, casi de “sobrepique”, Dios le manifiesta la
seguridad de su perdón. El episodio nos ofrece una doble enseñanza : por una
parte, la seguridad del perdón divino siempre que estamos verdaderamente
arrepentidos ; por otra, la constatación de que también los grandes santos han
tenido grandes “metidas de pata” , pero han sabido sobreponerse, pedir perdón,
levantarse y continuar la marcha, confiando no en sí mismos, sino en el Señor, y en
su fuerza omnipotente. Por eso la insistencia de San Pablo en la II lectura: no nos
salvan nuestras obras (tantas veces teñidas de vanagloria o de interés), sino la fe
en Cristo, que nos moviliza a hacer las cosas por amor, devolviéndonos el
sentido de la gratitud y la gratuidad.
En el Evangelio todo esto se hace evidente en alto voltaje: por un lado, la
actitud de una mujer que, plenamente consciente de su pecado, no teme descubrir
su herida al Único que puede contemplarla hasta el fondo sin escandalizarse, sin
herirla, sin humillarla , sino todo lo contrario: curándola, levantándola de su
postración moral, devolviéndole esa dignidad que a los ojos del Padre
nunca se pierde … En el coraz￳n y en las ense￱anzas de Jesús, las prostitutas y los
publicanos (otra gente “non sancta” de su tiempo) llevan la delantera en el camino
al reino de los Cielos, porque aunque su vida moral esté destruida, su “coraz￳n”
está a punto: saben que necesitan de la salvación, y saben donde buscarla con
seguridad total. Situación diametralmente opuesta a la de los fariseos (los de todos
los tiempos!) cuya vida moral quizás conserva manifestaciones notorias, pero cuyo
corazón engreído cree haber conquistado la salvación por cuenta propia, y por ende
puede casi prescindir de Dios… O, en el colmo de la soberbia, puede juzgar al
mismo Dios en persona, como hace el fariseo Simón, que ha invitado al Señor a
comer a su casa, y ahora en su corazón lo condena como falso profeta, por la
actitud que Jesús asume con la pecadora… Siempre es así!: Toda auto-
canonización significa la condena de todos los que no piensan, viven,
sienten y manifiestan la fe como lo hace quien se retiene ejemplo y modelo
viviente de la misma!
El fariseo Simón ha abierto al Señor las puertas de su casa, pero no las de su
coraz￳n… Por eso ha omitido los gestos que la hospitalidad oriental de entonces
preveía para estos casos, y Jesús amigablemente se lo hace notar… En realidad, no
hay que esforzare mucho para descubrir la enorme diferencia de actitud que
tienen la mujer y el fariseo frente a Jesús: casi casi se califican y comentan por sí
mismas…
La mujer fue buscando perdón, una vida nueva, un poder empezar mejor que
“desde cero”, desde Dios . Y encontró lo que buscaba. Simón , y no sólo él, sino
muchos de los comensales (“los cantores su buscan por la tonada”) se escandalizan
además por el hecho de que Jesús perdone los pecados a esta mujer por la que se
ha dejado tocar… Es que quien se encierra en sus propios criterios y en sus
propias seguridades, termina por no entender no a Dios ni a los demás!!
Algunas anotaciones prácticas para nosotros, que queremos contemplar esta
escena con la fe del creyente, y con el “horror” (hip￳crita) de los fariseos:
1) La misericordia y bondad del Señor son infinitas , y surgen de su
Corazón. El arrepentimiento, de parte nuestra, debe ser igual , y no sólo una
pose externa, o un cuestión sensiblera ligada a un momento fugaz.
2) El perdón y la paz con Él deben ser buscados donde sabemos con
seguridad que se encuentran: la oración, los sacramentos, y concretamente el
Sacramento de la Penitencia o Reconcilicación (que llamamos habitualmente
“Confesi￳n”). La “auto-confesión” con “auto-absolución” no existe, y puede
ser expresi￳n de una “auto-referencialidad” que nos aleja del verdadero diálogo con
el único Dios vivo y verdadero.
3) Ojo con el juicio superficial y la condena fácil a los demás, tan común
dentro y fuera de la Iglesia, y que tantos estragos produce en todos los ámbitos. El
fariseísmo de quien se escandaliza de los pecados ajenos en lugar de ocuparse de
convertir los propios es duramente fustigado por el Señor, contra los hipócritas de
su tiempo y los de todos los tiempos… Peor que 1.000 testigos de jehová sueltos en
una ciudad, importunando y confundiendo es la lengua de quien destroza la
comunión eclesial y escandaliza con juicios y comentarios que transforman en
moralmente asesinos a quienes los formulan…
Pidamos al Señor la gracia de crecer en el amor que pide perdón y que sabe
perdonar; y en la sabiduría que no juzga con la certeza de no ser juzgada.
Amén