Solemnidad. Santísima Trinidad, Ciclo C
Comunidad de personas distintas
La Palabra: “Todo lo que tiene el Padre es mío; y el Espíritu tomará de lo mío y os
lo dará a conocer” (evangelio).
1. Que Dios es trinidad de personas constituye un artículo central de la religión
cristiana. Lo hemos intuido viendo la conducta histórica de Jesucristo: habla de Dios
como Padre, y él mismo vive como Hijo, consciente de que ya está habitado e
impulsado por el Espíritu. Cuando confesamos esa trinidad de Dios en sí mismo,
estamos diciendo que no es un soberano monolítico que desde arriba se impone por
la fuerza y justifica los poderes dictatoriales del mundo. Dios es comunidad de
amor, que no destruye la singularidad de cada uno, sino que más bien la fortalece.
2. Según la teología tradicional, las personas divinas se constituyen por la relación
de amor entre ellas. Ninguna domina sobre la otra, sino que mutuamente se aman
y se afirman en su singularidad. Todo lo contrario a una corriente filosófica que se
ha ido imponiendo en la modernidad europea: uno es más persona, tiene más
personalidad, en la medida en que es poderoso y por la fuerza se impone a los
demás. En esa lógica hemos desembocado en una sociedad mundial desfigurada
por la injusticia y por la pobreza, fruto amargo de la codicia o fiebre posesiva.
3. Esa fiebre es muy contagiosa y fácilmente pervierte también los mejores
proyectos políticos que hablan de igualdad fundamental a la hora de reconocer la
dignidad y el derecho a la libertad que tienen todas las personas y todos los
pueblos, respetando y afirmando el derecho de los demás. Según el Vaticano II, la
Iglesia es el pueblo convocado en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu. Una
comunidad por tanto donde se reconoce y se manifiesta la diferencia y dignidad de
todas las personas; en la Iglesia nadie es más que nadie. Y las relaciones de unos
con otros no deben proceder con la lógica de la dominación, sino con la lógica del
amor. Solo si los cristianos tratamos de vivir con esta lógica de amor que Jesucristo
manifestó en su vida y en su muerte, la Iglesia será un signo para que este singular
pueblo cubano camine hacia ese humanismo que viene buscando desde sus
orígenes.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net