Comentario al evangelio del Martes 14 de Mayo del 2013
Queridos amigos:
Vamos a seguir con el evangelio de Juan durante toda la semana. Ya sabéis que, como no tiene
asignado un año propio en el ciclo litúrgico, se desquita en las semanas anteriores a Semana Santa y
durante el tiempo de Pascua. Como es un evangelio especial, que en ocasiones, como hoy mismo,
parece estar construido con piezas yuxtapuestas, podemos adoptar un método también especial: leemos
el pasaje, nos quedamos con la música de fondo y nos detenemos en una frase cualquiera, volviendo
una y otra vez sobre ella, apurándola, o haciéndola resonar indefinidamente.
Nos quedamos con la frase inicial del evangelio de hoy. Jesús nos revela la conciencia viva que tiene
de haberlo recibido todo de su Padre. Sabe hasta qué punto lo ha amado el Padre: hasta el extremo. Y
cómo lo ha amado: volcándose en él. (Hay teólogos que hablan de una kénosis intratrinitaria del
Padre.) Sabe que el Padre no se ha reservado nada para sí. Todo lo comparte con el Hijo. (De nuevo
dirían los teólogos: salvo la diferencia personal, plasmación de la reciprocidad, todo les es
absolutamente común. Y absolutamente todo lo recibe el Hijo del Padre.)
Desde ese misterio se nos revela el otro misterio: el amor de Jesús por nosotros. También él nos ha
amado, y nos ha amado hasta el extremo, con el "amor más grande". Y todo lo que le ha oído a su
Padre nos lo ha dado a conocer. Tampoco él se reserva nada. No se pregunta con hastío: "pero ¡bueno!,
¿se merece mi amor esta gente? ¿Vale la pena un amor a fondo perdido?". Donde pone toda su
atención es en el amor que él ha recibido, en la calidad de ese amor, en su intensidad, en su eternidad.
Y en esto es en lo que descubrimos cómo es el vivo retrato de su Padre: repite vividamente la lección
aprendida de su Padre, reproduce en nuestra historia humana el gesto de entrega intradivina, replica el
éxtasis eterno del Padre en su éxtasis temporal.
Y viene el tercer misterio: "este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he
amado". ¿Qué tal vamos aprendiendo la lección? ¿Cómo reproducimos su gesto de entrega? ¿Qué
alcance tienen nuestros "éxtasis", nuestras salidas de nosotros mismos? Que él nos conceda ir
caminando desde la conciencia viva de ser amados al ejercicio concreto del amor, sin demasiadas
recaídas en la pregunta traidora: "pero ¡bueno! ¿Se merece este tipo mi amor?". Él sabe también lo
necesitados que andamos de su perdón.
Vuestro amigo.
Pablo Largo
Pablo Largo, cmf