Comentario al evangelio del Jueves 16 de Mayo del 2013
Queridos amigos:
Engrosamos la lista de dones. Hoy viene el de la gloria. Nada menos. Y hallamos así otra confirmación
de que Jesús no retuvo nada de lo que había recibido. Lo repartió, y a manos llenas. Por eso dirá en
otro lugar que los discípulos harán obras mayores que él.
Todo esto puede parecer literatura, retórica pía que estamos acostumbrados a formular, porque es lo
"eclesiásticamente correcto", lo "bíblicamente correcto". ¡No le vamos a enmendar la plana a Juan!
Pero estos discursos bonitos van por un lado, y la vida concreta y real va por otro. Y en esta vida hay
miserias a punta pala y miseriejas a manta de Dios. Tal es el reparo que se nos habrá ocurrido más de
una vez. Y quizá estemos inmunizados contra cualquier respuesta a ese reparo, porque nos tememos
que no pasa de ser una estrategia más de un discurso autosafisfecho, que acabaría declarando: si la vida
va por otro lado, peor para la vida.
No todo el monte es orégano. Pero dígame Vd. (¡ah!, ya apareció un "usted" distante) si no se deja
tocar por la lectura de la vida de un buen puñado de santos con cuya historia ha cobrado cierta
familiaridad. Dígame si no le ha conmovido la obra que la gracia de Dios ha ido haciendo
primorosamente en ese hermano o esa hermana de anteayer, de ayer o quizá de hoy mismo. Dígame si
no ha percibido en ellos una rendida docilidad a la verdad, un agudo sentido de la justicia, una entrega
radical a los últimos, una amplia capacidad de acogida, una perseverante dedicación a las buenas
causas, una constancia en la fe y la esperanza contra viento y marea, un envidiable aguante frente a
ataques de todo género (el P. Claret consignó un año antes de morir, el 12 de septiembre de 1869: "a
las once y media del día, el Señor me ha concedido el amor a los enemigos"), un anhelo misterioso de
pureza y santidad, un reconocimiento sincero del propio pecado y una apertura al amor de Dios que
sana y reconcilia. Dígame si la vida de estas mujeres y hombres ha sido humo, humo, humo (como -si
no recuerdo mal- la del protagonista de la novela de Turguiéniev). Pues eso, algo de eso, debe de ser la
gloria que el Crucificado-Resucitado da a los suyos. En ellos reverbera la gloria del Glorificado. ¡Qué
larga es la distancia, y qué gozosa, entre la gloria y el humo!
Vuestro amigo.
Pablo Largo, cmf
Pablo Largo, cmf