Ciclo C: Solemnidad. La Ascensión del Señor
Mario Yépez, C.M.
Afinando bien los instrumentos para tocar con maestría
Lucas presenta su segunda obra, recordando su anterior trabajo donde recogió para
el destacado Téofilo aquellos testimonios de la vida y obra de Jesús, con lo cual
también señala un límite que se convierte en la transición a su presente obra:
cuando Jesús fue elevado a los cielos. Para Lucas es importante la presencia del
Espíritu Santo y más aún en esta segunda obra conocida por nosotros en el Nuevo
Testamento como los Hechos de los apóstoles. Para Lucas es importante señalar la
continuidad del plan salvífico en la historia y destaca pues el rol de quienes,
elegidos por Jesús e instruidos por el Espíritu, son los llamados a continuar la
evangelización por mandato expreso del Resucitado. El estilo lucano se impone y
busca ofrecer una secuencialidad histórica del mandato misionero. De esta manera,
los apóstoles deben esperar en Jerusalén a que reciban la unción necesaria para
iniciar su misión. Hay una promesa viva y latente, la del Espíritu Santo, que viene a
complementar y superar aquél bautizo de conversión de Juan que implicaría la
existencia de muchos seguidores del Bautista que esperaban justamente la
restauración de Israel. Pero no es un tiempo más en la historia, es el “tiempo
oportuno” nuevamente, en que la acción de Dios entra en el acontecer de la
humanidad y, esta vez, los cristianos, ungidos por el Espíritu Santo, asumen una
responsabilidad decisiva que se traduce en la evangelización del mundo antiguo
conocido (Jerusalén, Judea, Samaria, confín del mundo). De esta manera, Lucas
concluye la misión de Jesús y abre la misión de los apóstoles bajo la acción del
Espíritu Santo con la vuelta de Jesús al Padre, contándonos este episodio en que
Jesús es llevado al cielo a la vista de sus apóstoles. Finalmente, la revelación de
aquellos hombres vestidos de blanco, aumenta la esperanza de que la misión que
les espera también tendrá un momento de encuentro definitivo, por lo cual es
preciso no esperar de una forma nostálgica y pasiva a este mismo Jesús que subió
al cielo, plantados mirando al cielo, sino mas bien es preciso asumir con valentía el
mandato que les dejó, pues es una buena noticia que debe ser conocida por toda la
humanidad.
En la segunda lectura, esta reflexión paulina que nos ofrece la carta a los Efesios,
nos ofrece la confirmación de la acción del Espíritu Santo en el creyente que lo hace
capaz de comprender el misterio de la salvación y el alcance extraordinario de la
esperanza cristiana. Así, la resurrección de Jesús de entre los muertos vuelve a ser
remarcado como el pilar fundamental de nuestra fe y que nos invita a confesar el
poder de Dios y su soberanía sobre toda autoridad terrenal. Es obvio, que en el
contexto del mundo antiguo, las creencias en poderes y fuerzas influían mucho en
la vida religiosa y cotidiana de los hombres, pero con Cristo todo eso queda
superado. Pero esto no es cosa de aquel tiempo, esto se extiende hasta nuestros
días, donde aún se puede entrar en este tipo de conflicto espiritual. Gracias al plan
salvífico de Dios, no estamos solos, contamos con la fuerza del Espíritu Santo que
nos acompaña en la Iglesia, cuerpo de Cristo, comunidad de creyentes y de esta
forma podemos acceder a la plenitud de un conocimiento sobrenatural que nos lleva
a plenitud como seres humanos.
En el evangelio nos encontramos con el final propuesto por Lucas para su primera
obra. Hace una recopilación muy propia respondiendo a su carácter de
“historiador”, acerca de la misión llevada a cabo por Jesús, releyendo la
Escritura y confirmando que los gentiles también son destinatarios de este plan
salvífico. Un “tiempo oportuno” está llegando a su término, pero no es más que una
transición a un “nuevo momento”, donde los apóstoles serán revestidos del “poder
que viene de lo alto”. Es importante para Lucas situar en los alrededores de
Jerusalén este acontecimiento de la subida de Jesús al Padre. Allí empezó todo, en
el Templo, cuando se le anunció a Zacarías el nacimiento del precursor del Mesías,
ahora son los apóstoles que bendecidos por Jesús tienen una misión que realizar
aunque para ello tengan que esperar la venida del Espíritu Santo, con alegría y
bendiciendo a Dios. Al comienzo, Simeón y Ana, esperaban en el Templo la
manifestación del consuelo de Israel, ahora los apóstoles esperan allí mismo la
efusión del Espíritu para anunciar al mundo que la salvación ha llegado para todos
los hombres.
Celebrar la solemnidad de la Ascensión del Señor a la luz de estos textos bíblicos
pienso que no se circunscribe solo a la fe en la esperanza de la segunda venida en
gloria sino que tal esperanza se manifiesta como real en la vuelta de Jesús al Padre
lo que nos convierte en herederos de una salvación que nos invita a proclamarla
abiertamente a los hombres. Por tanto, la esperanza cristiana no consiste en una
espera en pasividad sino en una misión y tarea. Hay una promesa latente y los
apóstoles deben ser capaces de reconocer que no estarán solos ni realizarán la
misión solos. Lo que para el mundo antiguo significa marcar los “tiempos
oportunos” en el largo acontecer de la historia resulta ahora crucialmente
importante desde el acontecimiento salvador de Cristo reconocer que estamos
viviendo un “tiempo vital” donde la fuerza del Espíritu anima la vida de la Iglesia
para transmitirles la verdad de un Dios que está por encima de todo y que lleva a
plenitud todo. Salgamos de nuestra rutina, rompamos con ella, vivamos la alegría
de ser enviados por el mundo y compartamos la esperanza que sostiene nuestra
vida en medio de las dificultades que surjan. Señalemos un “tiempo oportuno” en la
vida de los que nos rodean y de esta forma, no sólo estemos parados mirando al
cielo a ver cuando regresa el Señor, sino que nos encuentre bendiciendo y alabando
a Dios en el Templo, allí donde se cobijaban los que esperaban anhelantes la
manifestación del Salvador. Hoy muchos hombres y mujeres en este mundo siguen
buscando y necesitando de la presencia de Dios y desean consuelo y salvación. Es
el tiempo de la esperanza y tú y yo tenemos mucho que ver con ello. Unamos
nuestras fuerzas, esforcémonos por hacer el bien, demostremos que podemos
hacer realidad una hermosa melodía, ¡ánimo!: “Tocad, tocad para Dios tocad;
…tocad con maestría”
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)