COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar F r assia
( Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires –
ciclo 2013)
19 de mayo de 2013 – SOLEMNIDAD DE PENTECOSTES
Evangelio según San Juan 20, 19-23 (Ciclo C)
Al atardecer del primer día de la semana, estando cerradas las puertas del
lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó
Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con
ustedes!”. Mientras decía esto, les mostr￳ sus manos y su costado. Los
discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de
nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envi￳ a mí, yo
también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopl￳ sobre ellos y a￱adi￳:
«Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que
ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los
retengan”.
La Fuerza de Pentecostés es la Fuerza del Espíritu
La Fiesta de Pentecostés es el Bautismo de la Iglesia; es la Fiesta de la
unión, de la comprensión y de la comunión humana.
Siempre contraponemos Babel a Pentecostés. Al describir a Babel vemos
que se quiere construir un reino en el que los hombres alcanzarán tanto
poder que ya no necesitaban hacer referencia a un Dios; y que eran tan
fuertes que podían construir por sí mismos un camino que llevara al cielo,
para abrir sus puertas y ocupar, usurpar, el lugar de Dios. Es así: Babel
quiere construir y vivir una vida prescindiendo de Dios, alejándose de
Dios.
Cuando uno se aleja de Dios pierde el equilibrio y se desorienta todo. Se
torna más agresivo, más huraño. Perecería que es demasiado arduo y que
se prefiere buscar el propio yo, los propios intereses, las mezquindades,
los egoísmos, las corrupciones, ¡sin importar nada!, ni el bien común, ni la
presencia de los otros. Se pretende vivir como patrones y no como
administradores.
Ciertamente Babel está presente hoy, en los tiempos históricos que nos
tocan vivir. Por eso es importante la fuerza del Espíritu, porque con el
progreso de la técnica y la ciencia humanas, alcanzando el poder de
dominar la fuerza de la naturaleza, de manipular los elementos de fabricar
seres vivos, -¡con tantas de estas cosas que hoy están presentes!-
tenemos que decir que no ha crecido la capacidad de entendernos. O
quizás, paradójicamente, cada vez nos entendemos menos y cada vez nos
comunicamos menos.
Estamos informados, pero la soledad ha aumentado en el seno de nuestra
sociedad. Se está insinuando entre los hombres un sentido de
desconfianza, de sospecha, de temor recíproco, hasta llegar a ser
peligrosos los unos para los otros. Pensemos en la inseguridad actual, en
la persistencia de los delitos, con cuánta impunidad se está viviendo.
Por eso es importante la Fuerza de Pentecostés y la Fuerza del Espíritu,
para que nos vuelva a despertar el amor por la unidad, con el don del
Espíritu de Dios; para que nos de un corazón nuevo, una lengua nueva,
una capacidad nueva de comunicar. ¡Eso es lo que ha sucedido en
Pentecostés! Por eso es importante que el fuego divino, un fuego de amor,
sea capaz de transformar nuestro corazón, nuestras familias, nuestra
sociedad y la Iglesia. Porque donde había división e indiferencia, nace la
unidad, la comunión y la comprensión.
Es importante darnos cuenta que Pentecostés es la definición de nuestro
compromiso humano y cristiano. Nosotros tenemos que ser testigos de
esto, no por nuestra fuerza sino por la fuerza del Resucitado. ¡Por la fuerza
y la victoria de Cristo, que subiendo al Padre, y por el Padre, nos envía el
Espíritu!
Queridos hermanos, que vivamos la Fiesta de Pentecostés y que podamos
decir: “¡ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en
ellos el fuego de tu amor!”
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Amén