VII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
JUEVES
Padre Julio González Carretti O.C.D
Lecturas:
a.- Eclo. 5, 1-10: No tardes en volverte al Señor.
b.- Mc. 9, 40-49: El escándalo.
Esta serie de dichos se refieren al escándalo, que puede provocar el hombre en el
alma de los creyentes en Jesús. La referencia a los pequeños, se puede referir a los
niños, como también a los débiles en las cosas de la fe, como a los que han iniciado
el camino de creer en Dios. A los que quitan la fe, con malas intenciones, les espera
un castigo grave, como ser echado al mar atado a una piedra de molino. La imagen
de morir en el agua, hay que conjugarla con la muerte en el fuego de la gehena por
castigo (v.46). Con ello se destaca la seriedad de inducir en la apostasía a un
pequeño, y la seriedad del castigo que le espera. Jesús pasa de la visión general, a
lo parcial con la mención de partes del cuerpo humano, que pueden ser motivo de
escándalo. Manos y pies corresponden a la zona de la acción premeditada, así
entendían los judíos la personalidad humana, y los ojos, a la zona del pensamiento
emotivo. Mientras la primera zona, marca la vía de relación con el mundo exterior,
la de los ojos el mundo interior, donde anidan la voluntad, la inteligencia, la
comprensión, la emoción; ambas realidades, señala Jesús, poseen la capacidad de
inducir al escándalo de la persona total. La automutilación es entendida en forma
hiperbólica, se comprende como autocontrol, necesidad de mayor atención sobre
las propias acciones, y sobre la actividad sanadora de Jesús, que desde que
comenzó su misión ha atendido personas con problemas en las manos, pies, en la
vista. En todo este proceso, la fe es fundamental, precisamente por su acción
liberadora en personas vulnerables, como los enfermos, los pequeños. Las
sentencias hablan de la oposición entre la vida y la gehenna, la recompensa y el
castigo, mientras a la primera se entra, la segunda, significa, pérdida de
autonomía, es arrojado al fuego. Las mutilaciones hacen alusión a lo practicado con
los enemigos de Israel, o relacionadas a la Ley del Talión (cfr. Jue.1, 6-7; 16,21,
Ex. 21,4; Lv. 24,17-21; Dt. 19,21). El mejor ejemplo de cuanto decimos, son
Eleazar y la madre de los Macabeos, que son inducidos por el rey a abandonar la fe
en Yahvé (cfr. 2 Mac. 6-7). Contextualizadas estas sentencias, pueden hablar de la
situación de la comunidad cristiana del propio evangelista, cuyos pequeños serían
cristianos poco maduros en la fe, vulnerables para quienes social, política o
religiosamente se siente más fuertes y usan la opresión para con ellos. La serie
termina, hablando de la gehenna y del gusano que no muere (cfr. Is. 66, 24; Jdt.
16,17), imágenes de juicio y del reinado de Dios, donde las palabras de Jesús
suenan ya a victoria. Y, ¿ la sal? “Pues todos han de ser salados con fuego. Buena
es la sal; mas si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en
vosotros y tened paz unos con otros.” (vv. 49-50). Se refiere a la capacidad de la
sal, de mantener el fuego en los hornos, es decir, los discípulos han de tener la
capacidad de mantener la fuerza y el calor de la fe, y que tengan paz entre ellos.
Las discusiones sobre quién era el mayor entre los discípulos, las comparaciones,
las fronteras excluyentes conducen a la violencia. La sal aviva el fuego, pero una
vez perdida su propiedad, como cuando alimentaba el calor en los hornos,
convertida en cristales por la combustión, la pérdida de su salinidad, se vuelve nula
por completo y hay que tirarla (v.50). La exhortación es a mantener el fuego
sagrado de la fe en la comunidad, en cada cristiano, y tener una gran veneración,
por la fe que anida en el alma del prójimo cristiano, los pequeños. Del reino de
Dios.
Santa Teresa de Jesús, nos exhorta a entrar en nuestro propio castillo interior, es
decir, nuestra alma. Aunque en el camino de la oración, siempre existe el peligro de
volver atrás, debido a que el Señor va mostrando lo que realmente somos y que
debemos con humildad, el perfecto conocimiento de Dios y de nosotros mismos.
“Podría alguna pensar que si tanto mal es tornar atrás que mejor será nunca
comenzarlo sino estarse fuera del castillo. Ya os dije al principio y el mismo Señor
lo dice: que quien anda en el peligro en él perece, y que la puerta para entrar en
este castillo es la oración; pues pensar que hemos de entrar en el cielo y no entrar
en nosotros conociéndonos y considerando nuestra miseria y lo que debemos a Dios
y pidiéndole muchas veces misericordia, es desatino.” (2Moradas 1,11).