La Eucaristía es esencial para la vida cristiana.
2013-05-23
Del santo Evangelio según san Lucas 22, 14-20
En aquel tiempo, llegada la hora de cenar, se sentó Jesús con sus discípulos y les
dijo: «Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer,
porque Yo les aseguro que ya no la volveré a celebrar, hasta que tenga cabal
cumplimiento en el Reino de Dios». Luego tomó en sus manos una copa de vino,
pronunció la acción de gracias y dijo: «Tomen esto y repártanlo entre ustedes,
porque les aseguro que ya no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el
Reino de Dios».
Tomando después un pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se los dio
diciendo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en
memoria mía». Después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi Sangre, que se derrama por
ustedes».
Palabra del Señor.
Oración introductoria
¡Señor, cuánta seguridad me dan tus palabras! Has dado tu vida por mí y me
esperas en la casa del Padre. No dejes nunca que pierda de vista la meta a la que
me llamas. Fortaléceme por medio de esta meditación para que logre pasar de la
divagación a la oración y pueda transformarme en un auténtico receptor de tu
gracia.
Petición
Señor, dame la sabiduría y fortaleza para seguir por tu camino.
Meditación
La Eucaristía es esencial para la vida cristiana.
«En la Eucaristía, la Iglesia responde a la indicación de Jesús: "Hagan esto en
memoria mía"; repite la oración de acción de gracias y de bendición, y con ella, las
palabras de la transustanciación del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo. Nuestras Eucaristías se realizan en ese momento de oración, en un unirnos
siempre y de nuevo a la oración de Jesús. Desde el principio, la Iglesia ha
comprendido las palabras de la consagración como parte de la oración realizada
junto a Jesús; como una parte central de la alabanza llena de gratitud, a través de
la cual el fruto de la tierra y del trabajo del hombre, nos viene nuevamente
donados como cuerpo y sangre de Jesús, como auto donación de Dios mismo en el
amor acogedor del Hijo. Participando en la Eucaristía, nutriéndose de la
Carne y la Sangre del Hijo de Dios, unimos nuestras oraciones a la del
Cordero Pascual en la noche suprema, para que nuestra vida no se pierda,
a pesar de nuestra debilidad y de nuestras infidelidades, sino que sea
transformada. Queridos amigos, pidamos al Señor que, después de habernos
preparado debidamente, también con el Sacramento de la Penitencia, nuestra
participación en su Eucaristía, que es esencial para la vida cristiana, sea siempre el
punto más alto de todas nuestras oraciones» (Benedicto XVI, 11 de enero de
2012).
Reflexión apostólica
«Si no fuera posible reservar un tiempo particular para hacer la hora eucarística,
pueden ofrecer a Cristo una hora de su trabajo o estudio con el mismo espíritu,
recogiéndose interiormente y, de ser posible, guardando silencio durante ese
tiempo» (Manual del miembro del Movimiento Regnum Christi , n. 256).
Diálogo con Cristo
Es mejor si este diálogo se hace espontáneamente, de corazón a corazón.
Gracias, Señor, por recordarme que la Eucaristía es ese fuego que puede ir
ablandando la coraza de piedra que aprisiona y endurece mi corazón. Permite que
no participe simplemente como un observador en tu Eucaristía, sino que la sepa
adorar, para poder unirme humildemente, con un corazón arrepentido, a tu oración.
Toma todos mis esfuerzos y sacrificios de hoy por esta intención.
Propósito
Participar en una hora eucarística como un acto de reparación por los sacrilegios
que se comenten en torno a la Eucaristía.
«Cada mañana, cada vez que el sacerdote lo puede traer a sus manos y hacerlo
bajar a su corazón y al nuestro, nos parece estar en un nuevo Belén y asistir a un
nuevo Calvario»
( Cristo al centro , n. 854).