IX Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Jueves
Padre Julio González Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Tob. 6, 10-11; 7, 1. 9-17; 8, 4-10: Os ha traído Dios a mi casa que mi
hija se case contigo.
b.- Mc. 12, 28-34: El mandamiento principal.
La discusión que le presenta el fariseo a Jesús, no era nueva, sino antigua entre las
diversas interpretaciones que daban las escuelas rabínicas de Jerusalén. La
respuesta de Jesús, es la que todo buen judío debía dar, primero porque conocía la
doctrina, y segundo porque la vivía profundamente (vv. 29-31; cfr. Dt. 6,5; Lv.
19,18). Lo que hace Jesús, es equiparar ambos mandamientos, lo que equivale
decir, que amar a Dios es tan importante, como amar al prójimo. Es más, sería
difícil cumplir uno, sin cumplir el otro. La respuesta agradó tanto al maestro de la
ley, que dijo: “Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no
hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con
todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los
holocaustos y sacrificios.» Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le
dijo: «No estás lejos del Reino de Dios.» (v. 32-34). El maestro comprendió, que lo
que él intuía era verdad, amar a Dios vale tanto como amar al prójimo. La tarea
nuestra será, no sólo conocer la doctrina acerca de estos mandamientos y
cumplirlos, sino comprender que no puedo conformarme con amar a Dios, sin amar
al prójimo, porque de lo contrario nos engañamos a nosotros mismos. Ambos
preceptos, o se cumplen juntos, o no se cumplen, por lo tanto, será labor nuestra
revisar en la oración personal, y en el examen de conciencia, si realmente amamos
al prójimo que es lo más concreto, con lo que podemos comprobar diariamente la
calidad de nuestro amor. En la oración ciertamente debemos pedir con constancia
al Espíritu Santo, que colme de amor divino nuestro corazón, como lo ha hecho con
los místicos, para que podamos corresponder, a modo humano, al querer de Dios
manifestado en Cristo Jesús. Hoy son tantas las necesidades, como las formas de
ayudar a esa variedad de prójimos, que existen en nuestra sociedad que no hacerlo
sería una manifestación del olvido, fruto del egoísmo, que hacemos de esta
dimensión del mandamiento que converge en el necesitado. La Iglesia siempre ha
mantenido en mucha estima el servicio a los pobres y menesterosos de todo tipo,
porque hombres y mujeres han dedicado su vida a servir al prójimo. Hoy podemos
invertir parte de nuestro tiempo en servir, como Jesús, al hermano y así cumplir
ambos mandamientos para hacer la voluntad de Dios en nuestra vida.