X Semana del Tiempo Ordinario. (Año Impar)
Viernes
Padre Julio González Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- 2 Cor. 4, 7-15: En la faz de Cristo, resplandece la gloria de Dios.
b.- Mt. 5, 27-32: El adulterio.
Comienza Jesús su discurso sobre el adulterio, estableciendo que quien desee una
mujer en su corazón, ya cometió adulterio. Jesús está por la fidelidad conyugal en
el amor. Declara inmoral no sólo el adulterio, sino también el deseo de adulterio en
el corazón. Jesús interioriza la ley, en contra de los maestros judíos que separaban
la intención de la acción, el deseo equivale a la acción en el hombre. El radicalismo
de Jesús queda reflejado en el ejemplo del ojo arrancado y de la mano cortada,
cómplices del deseo del corazón. En cuanto al divorcio, Jesús afirma la
indisolubilidad del matrimonio, remitiéndose a la voluntad del Creador desde el
comienzo que fue anulada por la permisividad de la ley mosaica, como la
interpretaron las escuelas rabínicas. El matrimonio indisoluble que Cristo predica,
devuelve la dignidad y los derechos de la mujer y los equipara a los del varón (cfr.
Dt. 24,1ss). Estas antítesis contraponen el cumplimiento externo y las actitudes
interna. De esta forma Cristo desacredita la casuística judía, la del mínimo legal, la
del mínimo esfuerzo, la que se conforma con el cumplimiento externo, la sola letra
de la ley. El Maestro de Nazaret, exige más bien el espíritu de la norma,
observancia impulsada por el amor sin límites, que es lo que da plenitud a la ley. Si
Jesús le da la primacía al espíritu sobre la ley es para enseñarnos que la vida
cristiana no es un cumplimiento legalista o la observancia de un código de
preceptos. Este es un peligro que nos puede acechar si no estamos vigilantes. La
vida cristiana y la moral son mucho más que leyes. Es la respuesta personal a la
salvación, don de Dios, manifestado en Cristo Jesús, animada por la fe. El fin de la
ley de Cristo, es hacernos hijos de Dios libres y no esclavos de la ley. Mientras no
nos liberemos del legalismo, no habremos comprendido el discurso de las
bienaventuranzas porque la ley de Cristo, es un crecimiento en el amor. Es la
primacía de las actitudes interiores, sin descuidar las manifestaciones externa, la
opción por Dios y su Reino, los valores que Jesucristo nos enseñó. La libertad que
Cristo nos consiguió con su misterio pascual es para vivir en la libertad de los hijos
de Dios (cfr. Gál. 5, 1). En esa libertad se encuentra la raíz de la moral cristiana,
respuesta personal, fiel y llena de gratitud al don del amor de Dios en Cristo Jesús
(cfr. Gál. 5, 13s).
Teresa de Jesús, siguiendo la tradición bíblica y patrística, considera a Jesucristo,
como Esposo del alma bautizada. Si la monja carmelita se desposa con ÉL con la
consagración, debe gozar de todos los bienes de Quien la llamó y amó desde
siempre. “Sí, llegaos a pensar y entender, en llegando, con quién vais a hablar o
con quién estáis hablando. En mil vidas de las nuestras no acabaremos de entender
cómo merece ser tratado este Señor, que los ángeles tiemblan delante de él. Todo
lo manda, todo lo puede; su querer es obrar. Pues razón será, hijas, que
procuremos deleitarnos en estas grandezas que tiene nuestro Esposo, y que
entendamos con quién estamos casadas, qué vida hemos de tener.” (CV 22,7).