Solemnidad. Santísima Trinidad
El Amor de Dios en el corazón humano
La Iglesia celebra la fiesta de la Santísima Trinidad, dogma fundamental del
cristianismo, que proclama la unidad en el amor de las tres personas que son un
solo Dios, vivo y verdadero: el Padre, el Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo. Dios es
amor, comunión íntima y comunicación viva de personas en la Trinidad. Ese amor
es el Padre que se ha manifestado en Jesucristo y se nos ha dado con su Espíritu a
los seres humanos para llevarnos hasta la verdad plena (cf. Jn 16,12-15) y
hacernos partícipes de su gloria, incluso en medio de las tribulaciones del tiempo
presente. Y ese Espíritu da vida a la comunidad eclesial suscitando una vida de
resistencia activa y aguante frente a los envites del mal en todas sus
manifestaciones, una vida de mucha más calidad y una esperanza inquebrantable
(Rom 5,1-5). Pero el Espíritu no tiene fronteras ni ideológicas ni nacionales sino que
en todo lugar inspira la gracia y el coraje para seguir comunicando lo que Jesús ha
revelado y para poder enfrentarse a los poderes que oprimen, maltratan o
desprecian al ser humano y su dignidad, con el arma exclusiva de la palabra.
El pueblo de Israel a través de su historia, llena de dificultades y llena de
ambigüedades, fue descubriendo a un Dios que se les revelaba como Padre
misericordioso y como Dios de la liberación. Se les reveló como el que tomaba la
causa de los empobrecidos de la historia y los llevaba a la humanización verdadera.
Ese Dios que había manifestado su amor a todo ser humano humillado, esclavizado,
oprimido y vulnerable, decide acompañar a Israel y defenderlo frente a todo poder
imperial que buscaba imponerse sobre ellos; es el Dios liberador de toda opresión y
de toda marginación impuesta por los imperios de turno. Ante él Israel tiene un
compromiso radical de configurar su vida y su sociedad desde la sabiduría de ese
Dios que por puro amor, que por gratuidad, ha querido declararlo su pueblo.
Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, es la mejor forma de entender el misterio
profundo de Dios. Él es quien nos reveló al Padre, es quien en definitiva nos
manifestó la esencia trinitaria de Dios. Durante toda la vida en carne de Jesús fue
mostrándonos las facetas maravillosas que él había experimentado de Dios, su
Padre. La vida transparente y coherente de Jesús revela lo que Dios es en sí
mismo: la eterna verdad, el eterno amor, la eterna misericordia, la verdadera
justicia. Jesús es Dios hecho historia, es Dios asumiendo la realidad humana,
redimiendo su creación; su muerte en la cruz y su resurrección constituyen la
máxima expresión del triunfo del amor. Por eso entender el mensaje de entrega y
de justicia enseñado por Jesús, y vivir bajo sus principios, es entrar en una
estrecha relación de sentimiento y de vida con el Dios, Trinidad de Amor.
El Espíritu, prometido por Jesús a la comunidad recién fundada, es la fuerza de Dios
hecha amor y resistencia que acompaña a la Iglesia en su caminar por la historia.
El Espíritu terminará de enseñarle a la Iglesia lo que tiene que hacer para lograr
configurarse plenamente con Dios en el proyecto de vida, de justicia y verdad
enseñado por Jesús y ratificado con su muerte en cruz. Los seguidores de Jesús
muerto y resucitado tenemos que llegar a transparentarlo en nuestra vida para que
el mundo crea en el Dios verdadero que ha creado este mundo y que desea que
ésta su creación llegue a la plenitud. Sólo podremos transparentar a Jesús muerto y
resucitado, si permitimos que el Espíritu de Dios actúe en nuestras vidas, y si nos
dejamos moldear por ese Espíritu, para poder vivir y testificar el amor de Dios trino
y uno en medio de esta historia y en medio de nuestras propias comunidades.
Nosotros podemos vivir el amor trinitario cuando comprendamos que Dios está
dentro de cada uno de nosotros y nos da fuerza para hacer lo que Jesús hizo:
entregarse a los demás. Cuando hacemos unión con otros, la fuerza de Dios se nos
activa y la entrega a los demás se hace más posible porque la comunidad -
manifestación trinitaria en esta historia- nos ilumina, nos apoya y nos corrige. Por
eso la Iglesia es la expresión de la Trinidad, porque es un grupo de personas que al
sentirse hermanos y al apoyarse mutuamente facilitan la acción de Dios que está en
ellos como Padre que ama, como Hijo que se entrega y como Espíritu que da
fuerza. Un detalle final del libro del texto de Proverbios nos puede ayudar a vivir el
misterio de Dios y de la gratuidad de su amor en relación con los seres humanos: la
Sabiduría, personificada en Jesús, el Hijo de Dios, jugaba con la bola de la tierra, en
presencia del Padre, y gozaba con los seres humanos. (Prov 8,22-31) ¡El Dios del
Amor jugando y disfrutando con los hombres!
José Cervantes Gabarrón es sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura.