VIII Semana del Tiempo Ordinario. (Año Impar)
Lunes
Padre Julio González Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Eclo. 17,24-26.29: Retorna al Altísimo aléjate de la injusticia
b.- Mc. 10, 17-27: Vende lo tienes y sígueme.
Encontramos dos momentos en este pasaje evangélico: el encuentro con un joven
rico (vv.10-22), y la enseñanza sobre las riquezas que da a los discípulos (vv.23-
37). El joven saluda a Jesús llamándole: “Maestro bueno” (v.17). La respuesta de
Jesús es que sólo Dios es bueno (v.18). Quiere alcanzar la vida eterna, ha cumplido
todos los mandamientos desde su infancia. La respuesta de Jesús es que venda
todo lo que posee, lo dé a los pobres, así tendrá un tesoro en el cielo, y luego lo
siga. Con cumplir la Ley no basta, se necesita algo más, el desprendimiento de todo
lo que se posee, la pobreza voluntaria, para ser discípulos de Cristo. Es toda una
propuesta que superó las expectativas vocacionales del joven, se marchó, ya que
poseía muchas riquezas. No se puede ser discípulo de Cristo, con alma de rico, es
decir, poner la confianza en las riquezas, impide alcanzar la vida eterna. De ahí que
Jesús use la hipérbole: es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, a
que ingrese un rico en el Reino de los Cielos (v.25). En la segunda parte, Jesús
enseña el peligro que entrañan las riquezas para todo cristiano, rico o pobre,
puesto que todos buscamos hoy el dinero, por la seguridad que nos otorga; es el
espíritu de codicia, que nos embarga, poniendo en duda nuestra confianza en Dios.
El apego a las riquezas, endurece el alma y los corazones, como al joven rico; aleja
al prójimo de nosotros, enfría las relaciones personales, esclaviza al hombre,
puesto que el cristiano está llamado a ser señor de su dinero, en definitiva, dificulta
asimilar los valores del Reino de Dios. En los discípulos se produce un conflicto,
porque desde el AT., la riqueza, es considerada una bendición de Yahvé, ahora
Jesús, nos enseña que para alcanzar la vida eterna, debemos entregar la vida por
ÉL y el evangelio, cuanto más las riquezas, para que no ocupen el espíritu, el
corazón del discípulo, llamado a amar libremente a Dios y al prójimo. ¿Quién
podrá salvarse? preguntan los discípulos (v. 26). Es imposible para los hombres,
pero todo es posible para Dios (v.27), responde Jesús. Recibir el Reino de Dios con
espíritu de niño, entraña, la capacidad de reconocer la propia pequeñez y debilidad,
y poner la confianza en el poder de Dios, y poner la vida a su disposición para que
su Espíritu actúe en nosotros. Debemos aprender, como los discípulos, a contar la
ayuda de la gracia divina, para llevar adelante el proyecto salvador y redentor de
Jesús. Se necesita la apertura a la acción de Dios, vaciándonos de nosotros
mismos, para servir a Dios y al prójimo.
Teresa de Jesús, nos enseña a vivir la pobreza de espíritu y el último grado de
amor, que es la confianza absoluta en Dios, amarlo sólo por lo Dios es no por lo que
nos pueda dar: “Quien a Dios tiene, nada le falta; sólo Dios basta” (Poesía 9).