VIII Semana del Tiempo Ordinario. (Año Impar)
Martes
Padre Julio González Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Eclo.35,1-15: Quien guarda los mandamientos, ofrece sacrificio de
acción de gracias.
b.- Mc. 10, 28-31: Recompensa prometida al desprendimiento.
En el evangelio, es Pedro, quien a nombre de sus compañeros, le recuerda a Jesús,
que lo han dejado todo, y lo han seguido. La respuesta de Jesús, es la promesa a
quien lo ha dejado todo por ÉL, recibirá el céntuplo en esta vida, con persecuciones,
y en el futuro la vida eterna. Dejarlo todo…encierra afectos familiares, posesiones
materiales, pero en la comunidad del Reino, comunidad eclesial, encontrará todo
eso, y más de lo que materialmente dejó. Las persecuciones, a las que hace alusión
el texto, nos hace pensar que seguir a Jesús, no libra al discípulo de la persecución,
que vive a propósito de su fe, son las borrascas que se levantan en la sociedad y en
el espíritu de los hombres, frente al discípulo de Cristo. No podemos ser discípulos
de Jesús, sin la cruz, es parte del camino para llegar al Reino de los Cielos. La vida
eterna, es la culminación de esa vida de desprendimiento y pobreza voluntaria,
para adquirir los bienes de Reino de Dios: la comunión con Dios y vivir en la
verdad, la justicia, el amor y la paz. Estos valores que Cristo nos enseñó, para
vivirlos, hay que cultivarlos. Los que ahora son los últimos, serán los primeros en el
Reino de Dios. Esta propuesta de Jesús, la pobreza voluntaria, es una llamada a
creer, firmemente en las riquezas de Dios. Nosotros sabemos de quien nos fiamos,
de Jesús y su evangelio, es aprender a vivir en la pobreza de espíritu afectiva y
efectiva, en libertad interior, donde la fe obra y la libertad, verdaderamente libera
del poder seductor de las riquezas. Desde esta perspectiva, se va a la búsqueda de
la fuente de la felicidad que está en lo interior del hombre. Es el hombre
plenamente realizado, realidad que no se compra con riquezas, Jesús lo exige, para
ser su discípulo. Deberíamos sentirnos plenamente realizados, siguiendo a Jesús, lo
que significa estar en el Reino de Dios y en el camino a la vida verdadera. La Iglesia
trabaja desde siempre para que todos, especialmente los pobres, tengan
participación de los bienes de la tierra en un compromiso de solidaridad y justicia,
que nace de una fe y esperanza creativa y operante.
La Santa Madre Teresa, nos recomienda vivir la pobreza de espíritu para alcanzar
de estimar la pobreza afectiva y efectivamente por seguir a Jesús de Nazaret.
“Sería enga￱ar al mundo otra cosa; hacernos pobres no lo siendo de espíritu, sino
en lo exterior” (Camino de Perfecci￳n de Valladolid 2,3).