Solemnidad. Santísima Trinidad Ciclo C
Padre Julio González Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Prov. 8, 22-31: Antes de comenzar la tierra, la Sabiduría ya había sido
engendrada.
Dos son los temas de este pasaje bíblico: la Sabiduría fue creada antes de toda
criatura (v.22), y trabajó en la formación del universo entero (vv. 27-31). Una vez
creada, la Sabiduría preside e inspira el resto de la obra de la Creación del
universo. Ella es como una hija, delicia del hogar, delicia de su padre y de sus
hermanos. A estas alturas de la revelación, la Sabiduría es solo una personificación,
y todavía no una persona, en vías de revelación del misterio y dogma trinitario.
Poco a poco la Sabiduría comienza como una personificación, hasta conseguir
realismo y entidad (cfr. Prov. 14,1; 1,20-33; 3,16-19; Eclo. 4,11-19; 14,20; 15,10;
24,1-29). Aquí la Sabiduría habla en primera persona, de sí misma, hasta que en
forma ascendente parece participar de la naturaleza divina, ya que el misterio
trinitario, se habría de revelar en el NT, aunque usando los conceptos y términos
del Antiguo. Jesús anunciado como Sabiduría de Dios, al igual que la sabiduría,
Cristo participa en la creación y conservación del mundo (cfr. Mt. 11,9; Lc. 11, 49;
1 Cor. 1, 24-30; Col. 1, 16-17; 1Cor. 10,4). Reflejo e influjo de este pasaje de la
Sabiduría, la encontramos en la cristología de Juan, en el prólogo de su evangelio,
nos presenta la vida intra-trinitaria del Verbo de Dios (cfr. Jn.1,1-5).
b.- Rm. 5, 1-5: El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones.
El apóstol Pablo, insiste en el tema de la gratuidad de la fe, y por lo mismo, es una
propuesta a hacer a los hombres de buena voluntad, con temor y temblor, a todos
lo que quieran escucharlo. De esa gratuidad de la fe, nace la esperanza de la gloria
de Dios, es decir, los bienes escatológicos: la resurrección y la vida eterna. El
realismo paulino, existencial acepta las tribulaciones del tiempo presente, pero
ellas, ayudan a fortalecer la constancia, la autenticidad, la esperanza que no
defrauda. La vida del cristiano, está marcada por la esperanza teologal, ya posee la
reconciliación con Dios, pero, no ha superado todas sus debilidades,
particularmente la muerte. Pero Dios Padre tiene la iniciativa de un amor gratuito,
para superar el pesimismo de la vida de muchos. Su amor ha sido derramado en el
corazón de los hombres, por medio del misterio pascual de Jesucristo y la acción
del Espíritu Santo. El amor con que Dios nos ama, del que el Espíritu Santo es
prenda, y por su presencia activa, es testigo (cfr. Rm. 8,5: Gal. 4,5). Por medio de
este amor nos dirigimos al Padre desde nuestra condición de hijos, porque el amor
es recíproco. Por él también amamos al prójimo con el mismo amor con el Padre
ama al Hijo y cada uno de nosotros.
c.- Jn. 16, 12-15: Todo lo que tiene el Padre es mío; el Espíritu recibirá de
lo mío y os lo anunciará.
El evangelio nos muestra a Jesús en diálogo de despedida con sus discípulos, donde
tiene muchas otras cosas que enseñarles, pero les advierte que por el momento no
pueden comprender plenamente todavía. Les faltaba tiempo para su comprensión,
muchos hechos en su momento, no fueron captados en su totalidad, puesto que
debieron esperar la luz de la Resurrección y sobre todo de Pentecostés (cfr. Jn. 2,
22; 12, 16). La verdad completa se comprende, no en un sentido de un cúmulo de
verdades, que Jesús no alcanzó a enseñar en vida, pero que el Espíritu Santo
conducirá a la plena comprensión e inteligencia de la revelación. La verdad
completa, se refiere a la comprensión en profundidad del misterio de la persona de
Jesucristo y de su misión redentora, evangelizadora. Sin el Espíritu, la revelación se
convierte en una serie de verdades, insoportables e inconducentes; con el Espíritu
el cristiano y la Iglesia son guiados a la verdad completa. La revelación de Cristo se
entiende como dada y universal con carácter definitivo. Toda esta misteriosa
realidad, no podía ser captada por los discípulos, debieron esperar la Resurrección y
Pentecostés, y el devenir de la vida de la Iglesia, para conseguir la suficiente
claridad, sobre el misterio de la persona de Jesús como Mesías y Enviado del Padre.
Un testimonio de cuanto decimos, lo encontramos en los evangelistas, los hechos
de los apóstoles, Juan y Pablo, principalmente. El apóstol habla de la verdad
completa, no de nuevas verdades, es decir, de un conocimiento más hondo de
cuanto dijo e hizo Jesús. No hay contradicción, por lo tanto, cuando afirma a los
apóstoles, que les ha comunicado, todo cuanto había oído a su Padre (cfr. Jn. 15,
15). Este conocimiento de la verdad, debe llevar al cristiano, a conocer
profundamente la realidad en que se vive, como los profetas del AT, evitando así la
superficialidad de una fe, que no influye en la sociedad, sino que cultiva una
dimensión profética. Guiar a la verdad plena no es otra cosa que el movimiento
vital de la fe y de la comunidad eclesial en su relación viva con Jesús de Nazaret,
sostenida y colmada por el Espíritu Santo. “Él me dará gloria, porque recibirá de lo
mío y os lo explicará a vosotros” (Jn.16, 14s). Es el Espíritu Santo quien glorifica a
Jesús, porque será ÉL quien haga, comprender a los discípulos el misterio de
humillación vivido por Cristo Jesús en su Pascua, principio de su exaltación y
elevación hacia el Padre. En lo inmediato, era ser guiados a comprender los
acontecimientos que estaban por suceder, como la elevación de Cristo en la Cruz,
su muerte redentora, su elevación a la gloria del Padre (cfr. Jn.16, 8-11). En este
proceso no se trata de una nueva revelación paralela a lo revelado por Cristo, sino
que más bien la acción del Espíritu está unida a la revelación dada por Jesucristo.
La predicación del Espíritu y de la Iglesia, no pueden separarse de ese fundamento,
básico de esa tradición. La verdad histórica de la revelación dada por Jesús y la
verdad de Dios forman una unidad indisoluble. Era necesario que descubrieran en
Cristo, al enviado del Padre para la salvación del mundo. Sólo Cristo Jesús que
conoce los secretos de Dios, como su Espíritu, podía darlo a conocer, revelarlo a los
hombres. Pero la revelación de Jesús, también apunta al futuro, es insuperable por
ÉL, abierto al futuro escatológico y eterno. De ahí que cada época y la Iglesia no
logran su plena realización en cuanto que el evangelio no está plenamente
establecido ni realizado. Es el ministerio profético el que expresa el carácter futuro
de lo revelado por Cristo. Guiar a la verdad plena se realizará en la comunidad bajo
la acción constante del Espíritu Santo de múltiples formas desde la exposición
teológica, pasando por la catequesis y la meditación hasta la crítica profética. Esta
acción vigorosa del Espíritu es obra de toda la comunidad, no sólo de la jerarquía.
Santa Teresa de Jesús, comprendió, cuanto se puede en esta vida, el misterio
trinitario. “Estando una vez rezando el Salmo de “Quicumque vult,” se me dio a
entender la manera cómo era un solo Dios y tres Personas tan claro, que yo me
espanté y consolé mucho. Hízome grandísimo provecho para conocer más la
grandeza de Dios y sus maravillas; y para cuando pienso o se trata de la Santísima
Trinidad, parece entiendo cómo puede ser, y esme de mucho contento.” (Vida
39,25).