EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús
Libro de Ezequiel 34,11-16.
Porque esto dice Yavé: ¡Aquí estoy, soy yo! Vengo en busca de las ovejas, yo me
ocuparé de ellas
como el pastor que se ocupa de su rebaño el día en que se encuentre en medio de
sus ovejas en libertad. Yo también me ocuparé de mis ovejas y las sacaré de todos
los lugares por donde se dispersaron ese día de negras nubes y tinieblas.
Haré que salgan de los otros pueblos, las reuniré de diferentes países y las
conduciré a su propia tierra. Haré que ramoneen por las montañas de Israel, en los
valles y en todas las praderas del país.
Sí, haré que ramoneen en un buen potrero, en las altas montañas de Israel,
descansarán en un buen corral y se alimentarán en fértiles praderas de las
montañas de Israel;
yo mismo me preocuparé de mis ovejas, yo las llevaré a descansar, palabra de
Yavé.
Buscaré a la que esté perdida, volveré a traer a la que esté extraviada, curaré a la
que esté herida, reanimaré a la que esté enferma, velaré por la que esté sana; las
cuidaré con justicia.
Salmo 23(22),1-2.3-4.5.6.
El Señor es mi pastor: nada me falta;
en verdes pastos él me hace reposar.
A las aguas de descanso me conduce,
y reconforta mi alma.
Por el camino del bueno me dirige,
por amor de su nombre.
Aunque pase por quebradas oscuras,
no temo ningún mal,
porque tú estás conmigo
con tu vara y tu bastón,
y al verlas voy sin miedo.
La mesa has preparado para mí
frente a mis adversarios,
con aceites perfumas mi cabeza
y rellenas mi copa.
Irán conmigo la dicha y tu favor
mientras dure mi vida,
mi mansión será la casa del Señor
por largos, largos días.
Carta de San Pablo a los Romanos 5,5b-11.
La cual no quedará frustrada, pues ya se nos ha dado el Espíritu Santo, y por él el
amor de Dios se va derramando en nuestros corazones.
Fíjense cómo Cristo murió por los pecadores, cuando llegó el momento, en un
tiempo en que éramos impotentes.
Difícilmente aceptaríamos morir por una persona “justa”; tratándose de una buena
persona, tal vez alguien se atrevería a sacrificar su vida.
Pero Dios dejó constancia del amor que nos tiene: Cristo murió por nosotros cuando
todavía éramos pecadores.
Con mucha más razón ahora nos salvará del castigo si, por su sangre, hemos sido
hechos justos y santos.
Cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con él por la muerte de su Hijo; con
mucha más razón ahora su vida será nuestra plenitud.
No sólo eso: nos sentiremos seguros de Dios gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor,
por medio del cual hemos obtenido la reconciliación.
Evangelio según San Lucas 15,3-7.
Entonces Jesús les dijo esta parábola:
«Si alguno de ustedes pierde una oveja de las cien que tiene, ¿no deja las otras
noventa y nueve en el desierto y se va en busca de la que se le perdió hasta que la
encuentra?
Y cuando la encuentra, se la carga muy feliz sobre los hombros,
y al llegar a su casa reúne a los amigos y vecinos y les dice: “Alégrense conmigo,
porque he encontrado la oveja que se me había perdido.”
Yo les digo que de igual modo habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que
vuelve a Dios que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de
convertirse.
Comentario del Evangelio por:
Guillermo de San Teodorico (c.1085-1148), monje benedictino y después
cisterciense
Meditativae Orationes 8,6; SC 324, pag. 139
“Con alegría la toma sobre sus hombros.”
Señor, ¿a dónde llevas a aquellos que tú abrazas y estrechas entre tus brazos
sino hasta tu corazón? Tu corazón, Jesús, es aquel dulce maná de tu divinidad, que
guardas en tu interior en el vaso de oro de tu alma que sobrepasa todo
conocimiento. (cf Hb 9,4) Felices aquellos que son llevados hasta allí por tu abrazo.
Felices aquellos que, sumergidos en estas profundidades, han sido escondidos por ti
en el secreto de tu corazón, aquellos que tú llevas sobre tus hombros, al amparo de
las turbaciones de esta vida. (Sal 30,21) Felices aquellos cuya única esperanza es
la dulzura y la protección bajo tus alas. (Lc 13,35; Sal 90,4)
La fuerza de tus hombros protege a aquellos que tú escondes en tu corazón. Ahí
pueden descansar tranquilamente. Una dulce expectación los alegra en el aprisco
amurallado (Sal 67,14) de una conciencia pura y de la espera de recompensa que
tú has prometido. Su debilidad no los inquieta, ni cosa alguna los turba.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”