Solemnidad. El Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Ciclo C.
Corpus Christi
Padre Pedrojosé Ynaraja
Evidentemente, el día eucarístico por excelencia es el Jueves Santo, que, no
olvidemos, pudo ocurrir en martes. Pero que circunstancias tales como ser
vacaciones escolares y estar de viaje, o dedicar la propia reflexión, seria y
comprometedora, a la Oración Sacerdotal de Jesús en el Cenáculo o al episodio del
Huerto de Getsemaní, no hay duda que pueden empequeñecer el prodigioso
“invento” de la Eucaristía, obra de Jesús en esta jornada.
La primitiva comunidad, la apostólica y la inmediatamente posterior, le dio la
máxima importancia. Prueba de ello es desde el texto de San Pablo a Los Corintios,
la bella descripción de San Justino, o el testimonio martirial de San Tarsicio, por
citar unos pocos ejemplos. Era alimento espiritual fundamental del que no se
olvidaban nunca, ni los libres, ni los enfermos, ni los encarcelados. Tal proceder y la
Caridad que se profesaban los fieles, obró el prodigio de su extensión por el imperio
romano, el único paisaje humano conocido por entonces.
Con el tiempo, ya lo sabéis, mis queridos jóvenes lectores, cambiaron muchos
comportamientos. Por diversos motivos, la primitiva Fracción del Pan, que pasó a
llamarse Misa, fue convirtiéndose poco a poco en cosa de clérigos. Asistir cada
domingo, nunca dejó de urgir la obligación la Iglesia Occidental, pero sumir,
alimentarse, de la Eucaristía, quedó como cosa obligatoria únicamente una vez al
año o en peligro de muerte. Y, consecuencia de ello, fundamentalmente, la vitalidad
y el fervor de los simples fieles, fue languideciendo.
Poco a poco, afortunadamente, las cosas fueron cambiando. Además, la Iglesia se
hizo consciente de que la presencia de Jesús en el Pan y el Vino consagrados, no
estaba destinada exclusivamente a circunstancias especiales. Era presencia real y,
por tanto, merecía adoración y plegaria. La fiesta que celebramos hoy, las
procesiones que por muchos lugares se organizan este día y la facilidad que ahora
tenemos de que la misa se pueda celebrar a cualquier hora, son prueba de estos
cambios a mejor.
Un solo domingo de mi vida, excluyo enfermedad o circunstancias muy especiales,
he dejado de ir a misa. En la época de mi juventud, solo estaba permitido celebra
misa y comulgar por la mañana, así que, durante el curso escolar, nos limitábamos
a “hacer la vista al Santísimo” es decir, al salir de clase, entrar en una iglesia,
dirigirnos al altar del sacramento y dedicar unos minutos a la oración. En familia
rezábamos el rosario, muchos de nosotros pertenecíamos a movimientos juveniles.
Acción Católica o Scoutismo, en mi caso. Los domingos asistíamos a misa de seis
de la mañana o del mediodía, pero la Eucaristía, nunca la dejábamos. Y así ha sido
el resto de mi vida, a lo que atribuyo fundamentalmente, la ayuda de Dios y mi
fidelidad a su Gracia. Porque, pese a que parezca indecoroso lo que diré, y que Dios
me perdone si así alguien lo juzga, comulgar es como tomarse una aspirina, que,
pese a que sea pequeña y no sepamos porque, surte efecto.
Se guardaba en sagrarios de ricos metales o se presentaba a la pública adoración
en ornamentales Custodias. Acordaos del maravilloso Ostensorio del orfebre
Enrique de Arfe, que centró la oración de la noche de las Jornadas Mundiales de la
Juventud, de Madrid. Ciertamente que se merece el Señor tales preciosos
materiales y bellas formas, pero estoy seguro de que se siente también a gusto en
uno de mis sagrarios, que un día hice de madera de nogal, del huerto de mi casa.
Lo que importa no es la calidad material, lo que me urge el Maestro es que no me
olvide de Él y que, junto a Él, no me olvide tampoco de vosotros, mis queridos
jóvenes lectores. De vosotros y de muchas otras personas más a las que quiero
ayudar.
Salid y preguntad ¿ha imaginado alguien este prodigio que se nos ha otorgado a los
cristianos?. Preguntaos ¿soy consciente de ello y obro de acuerdo con la riqueza,
fortuna más bien, que está a mi alcance?.
Pues esta es una de las lecciones que hoy quisiera que aprendierais y que os
comparaseis con vuestros compañeros que profesan otra religión o tal vez ninguna.