EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Sábado de la octava semana del tiempo ordinario
Libro de Eclesiástico 51,12-20a.
Por eso, quiero darte gracias y cantarte, bendeciré el Nombre del Señor.
Desde que era joven, antes de todos mis viajes, resueltamente he pedido en mi
oración la sabiduría.
Me quedaba frente al Santuario para pedirla, y hasta el final la buscaré.
En ella hallé mi alegría: venía como flor de un racimo que madura. Avancé en mi
camino sin desviarme, y seguí sus huellas desde mi juventud.
Apenas empecé a ponerle atención, se me concedió, y encontré en ella toda una
doctrina.
¡Cuánto no progresé gracias a ella! Quiero rendirle gloria al que me la dio.
Me había decidido a ponerla en práctica, busqué ardientemente el bien y no me he
arrepentido de ello.
Me hizo soportar duros combates, pues me esforcé por cumplir toda la Ley.
Levantaba mis manos hacia el cielo, deplorando mis insuficiencias al respecto.
Me volví a ella con toda mi alma, y la encontré a fuerza de purificación. Por lo
demás, fue debido a ella que, desde el comienzo, fui amo de mi corazón: ahora no
me abandonará jamás.
Salmo 19(18),8.9.10.11.
La ley del Señor es perfecta,
es remedio para el alma,
toda declaración del Señor es cierta
y da al sencillo la sabiduría.
Las ordenanzas del Señor son rectas
y para el corazón son alegría.
Los mandamientos del Señor son claros
y son luz para los ojos.
El temor del Señor es un diamante,
que dura para siempre;
los juicios del Señor son verdad,
y todos por igual se verifican.
Son más preciosos que el oro,
valen más que montones de oro fino;
más que la miel es su dulzura,
más que las gotas del panal.
Evangelio según San Marcos 11,27-33.
Volvieron a Jerusalén, y mientras Jesús estaba caminando por el Templo, se le
acercaron los jefes de los sacerdotes, los maestros de la Ley y las autoridades
judías,
y le preguntaron: «¿Con qué derecho has actuado de esa forma? ¿Quién te ha
autorizado a hacer lo que haces?»
Jesús les contestó: «Les voy a hacer yo a ustedes una sola pregunta, y si me
contestan, les diré con qué derecho hago lo que hago. Háblenme
del bautismo de Juan. Este asunto ¿venía de Dios o era cosa de los hombres?
Ellos comentaron entre sí: «Si decimos que este asunto era obra de Dios, nos dirá:
Entonces, ¿por qué no le creyeron?»
Pero tampoco podían decir delante del pueblo que era cosa de hombres, porque
todos consideraban a Juan como un profeta.
Por eso respondieron a Jesús: «No lo sabemos.» Y Jesús les contestó: «Entonces
tampoco yo les diré con qué autoridad hago estas cosas.»
Comentario del Evangelio por :
San Atanasio (295-373), obispo de Alejandría, doctor de la Iglesia
Discurso contra los arrianos, 2, 78-79 (trad. breviario martes 6ª semana.
rev.)
“¿Quién te ha dado esta autoridad?”
La Sabiduría unigénita y personal de Dios es creadora y hacedora de todas las
cosas. Todo -dice en efecto el salmo– lo hiciste con sabiduría, y también: La tierra
está llena de tus criaturas. Pues, para que las cosas creadas no sólo existieran, sino
que también existieran debidamente, quiso Dios acomodarse a ellas por su
Sabiduría, imprimiendo en todas ellas en conjunto y en cada una en particular
cierta similitud e imagen de sí mismo, con lo cual se hiciese patente que las cosas
creadas están embellecidas con la Sabiduría y que las obras de Dios son dignas de
él.
Porque, del mismo modo que nuestra palabra es imagen de la Palabra, que es el
Hijo de Dios, así también la sabiduría creada es también imagen de esta misma
Palabra, que se identifica con la Sabiduría; y así, por nuestra facultad de saber y
entender, nos hacemos idóneos para recibir la Sabiduría creadora y, mediante ella,
podemos conocer a su Padre. Pues, quien posee al Hijo –posee también al Padre,
dice la Escritura– y El que me recibe, recibe al que me ha enviado (Mt 10,40)...
Mas, como, en la sabiduría de Dios, según antes hemos explicado, el mundo no lo
conoció por el camino de la sabiduría, quiso Dios valerse de la necedad de la
predicación, para salvar a los creyentes. Porque Dios no quiso ya ser conocido,
como en tiempos anteriores, a través de la imagen y sombra de la sabiduría
existente en las cosas creadas, sino que quiso que la auténtica Sabiduría tomara
carne, se hiciera hombre y padeciese la muerte de cruz, para que, en adelante,
todos los creyentes pudieran salvarse por la fe en ella.
Se trata, en efecto, de la misma Sabiduría de Dios, que antes, por su imagen
impresa en las cosas creadas... se daba a conocer a sí misma y, por medio de ella,
daba a conocer a su Padre. Pero, después esta misma Sabiduría, que es también la
Palabra, se hizo carne, como dice san Juan (1,14), y, habiendo destruido la muerte
y liberado nuestra raza, se reveló con más claridad a sí misma y, a través de sí
misma, reveló al Padre; de ahí aquellas palabras suyas: Haz que te conozcan a ti,
único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo (Jn 17,3).
De este modo, toda la tierra está llena de su conocimiento. En efecto, uno solo es el
conocimiento del Padre a través del Hijo, y del Hijo por el Padre; uno solo es el
gozo del Padre y el deleite del Hijo en el Padre, según aquellas palabras: yo era su
encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”