Solemnidad. El Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Ciclo C
Ni en Israel he encontrado tanta fe
Jesús, en el Evangelio, que hemos escuchado, manifiesta su admiración por la fe
del centurión: “Les aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan
grande” (Mt 8, 10). La fe es encuentro personal con Dios, dentro de su Iglesia, a
través de la escucha de su palabra y abandono confiado en Él.
El Evangelio, que hemos escuchado testimonia la fuerza de la fe. Tanto como Jesús
se entristece por la “falta de fe” de los de Nazaret (Mc 6,6) y la “poca fe” de sus
discípulos (Mt 8,26), así se admira hoy ante la “gran fe” del centurión romano. La fe
es una adhesión filial a Dios, más allá de lo que nosotros sentimos y
comprendemos.
Partiendo del Evangelio, deseo que hoy vayamos al AÑO DE LA FE, teniendo en
cuenta las enseñanzas del Papa emérito, Benedicto XVI, que decía en una de sus
catequesis: “quisiera reflexionar con ustedes sobre una cuestión fundamental: ¿qué
es la fe? ¿Tiene sentido aún la fe en un mundo donde la ciencia y la tecnología han
abierto horizontes, hasta hace poco tiempo impensables? ¿Qué significa creer
hoy?”.
A pesar del tamaño de los descubrimientos de la ciencia y de los resultados de la
tecnología, el hombre hoy no parece ser verdaderamente más libre, más humana;
todavía permanecen muchas formas de explotación, de manipulación, de violencia,
de opresión, de injusticia… Luego, un cierto tipo de cultura ha educado a moverse
solo en el horizonte de las cosas, de lo posible, a creer solo en lo que vemos y
tocamos con las manos.
Por otro lado, sin embargo, crece el número de personas que se sienten
desorientados y, se predisponen a creer en todo. En este contexto, surgen algunas
preguntas fundamentales, que son mucho más concretas de lo que parecen a
primera vista: ¿Qué sentido tiene vivir? ¿Hay un futuro para el hombre, para
nosotros y para las generaciones futuras? ¿En qué dirección orientar las decisiones
de nuestra libertad en pos de un resultado bueno y feliz de la vida? ¿Qué nos
espera más allá del umbral de la muerte?
Nosotros necesitamos no solo el pan material, necesitamos amor, sentido y
esperanza, de un fundamento seguro, de un terreno sólido que nos ayude a vivir
con un sentido auténtico, incluso en la crisis, en la oscuridad, en las dificultades y
en los problemas cotidianos. La fe nos da esto: se trata de una confianza plena en
un “Tú”, que es Dios, el cual me da una seguridad diferente, pero no menos sólida
que la que proviene del cálculo exacto o de la ciencia.
La fe no es un mero asentimiento intelectual del hombre frente a las verdades en
particular sobre Dios; es un acto por el cual me confío libremente a un Dios que es
Padre y me ama; es la adhesión a un “Tú” que me da esperanza y confianza.
Ciertamente que esta adhesión a Dios no carece de contenido: con ella, sabemos
que Dios se ha revelado a nosotros en Cristo, hizo ver su rostro y se ha vuelto
cercano a cada uno de nosotros.
En efecto, Dios ha revelado que su amor por el hombre, por cada uno de nosotros,
es sin medida: en la cruz, Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios hecho hombre, nos
muestra del modo más luminoso a qué grado llega este amor, hasta darse a sí
mismo, hasta el sacrificio total.
La fe es creer en este amor de Dios, que no disminuye ante la maldad de los
hombres, ante el mal y la muerte, sino que es capaz de transformar todas las
formas de esclavitud, dando la posibilidad de la salvación. Tener fe, entonces, es
encontrar ese “Tú”, Dios, que me sostiene y me concede la promesa de un amor
indestructible, que no solo aspira a la eternidad, sino que le da; es confiar en Dios
con la actitud del niño, el cual sabe que todas sus dificultades, todos sus problemas
están a salvo en el “tú” de la madre. Y esta posibilidad de salvación a través de la
fe es un don que Dios ofrece a todos los hombres.
Queridos hermanos, nuestro tiempo requiere de cristianos que estén aferrados de
Cristo, que crezcan en la fe a través de la familiaridad con la Sagrada Escritura y
los sacramentos. Personas que sean casi un libro abierto que narra la experiencia
de la vida nueva en el Espíritu, la presencia de un Dios que nos sostiene en el
camino y que nos abre hacia la vida que no tendrá fin.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)