Lo ordinario de nuestro heroísmo
La vida cristiana es simple, diáfana, transparente. El discipulado es asunto del día a día.
Una escuela donde se va forjando la personalidad a pasos ordinarios, comunes, en
sencillez, relaciones humanas, calidez. Cocido todo a la pequeña cruz cotidiana que
apenas sí significa una simple astilla de la gran Cruz de Jesucristo. Los heroísmos son
una excepción. En las huellas de Jesús sólo caben las pisadas de a pié.
Lucas nos da cinco pinceladas del seguimiento. Parte de la libre aceptación: “El que
quiera”. Se es discípulo o discípula en la máxima libertad. Una libertad enmarcada en la
verdad. Una verdad que se traduce en amor. Y un amor crucificado en la dulce
fidelidad sufrida, valiente y gozosa, sin lucimientos personales, con la única convicción
de seguir al Maestro.
Pablo, sin buscar atenuantes, nos habla de “revestirnos de Jesucristo”. No es algo
externo. Es la novedad de la criatura nacida en el bautismo. Implica cambio de
mentalidad, renuncia, despojo, convicción. Es la transformación radical. Jesús nos
devuelve la primera imagen según el génesis, pero matriculados en su escuela
El seguimiento nos devuelve la cotidianidad, el estar presentes en el “aquí y ahora” de
cada situación, de cada dolor, de todo el sufrimiento humano. El Papa Francisco habla
de la “carne de Cristo” revelada en el más pobre, en el postergado. Es la actualización
del seguimiento que nos abre las puertas de nuestro mundo como testigos del Jesús
histórico en vibrante actualidad.
Cochabamba 23.06.13
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com