Comentario al evangelio del Viernes 31 de Mayo del 2013
Queridos amigos y amigas:
Son muchísimas las alusiones directas de la Palabra a la alegría, al júbilo, al regocijo, al gozo, al grito,
a saltar, a danzar, a ser dichosos…
La Palabra de hoy inflama el corazón de agradecimiento, impulsando no sólo a contar la experiencia de
Dios sino más bien a CANTAR las maravillas que realiza en sus hijos.
En María podemos contemplar la plenitud de esta alegría, de esta jubilosa ALABANZA que le hace
ponerse en pie, ponerse en camino y atravesar aprisa regiones montañosas cual arca de la Nueva
Alianza, como esperada nueva Hija de Sión y, de este modo, hacer posible y actual la continua visita
de Dios a su pueblo, un Dios que se goza en sus hijos.
¿Cómo es que la Madre de mi Señor viene a mí?... Viene siempre. María en medio de nuestras
regiones montañosas viene a traernos la alegría porque lleva en su seno a Aquel que es la misma
ALEGRÍA!!
Su Magníficat es ante todo un estallido de alegría. Y ¿de dónde nace su alegría?: de la experiencia de
haberse sentido MIRADA por Dios. Para nuestra mentalidad occidental no es fácil entender lo que
para un oriental significa “ser mirado por Dios”. Para éste la santidad la transmiten los santos a través
de su mirada. La mirada de un hombre de Dios es una bendición. ¡Cuánto más si el que mira es Dios!
María da una importancia enorme a este acontecimiento por eso dice que todas las generaciones la
llamarán bienaventurada… porque no hay nada más grande que pueda acontecer en la vida de una
persona que SER MIRADA POR DIOS!!!
Todo ello nos conduce a activar esos “ojos del corazón” que saben ir más allá de las apariencias y
permiten captar esa realidad esencial que permanece invisible a la percepción de la mente, ya que sólo
puede alcanzarse con el amor. Donde reina el amor allí hay ojos que saben ver (Ricardo de San
Víctor). Sólo conoce el que ama. En efecto, la capacidad de amar está en disposición de ir más allá del
umbral inmediato de los acontecimientos, como ocurre con una lente de aumento o un microscopio,
haciendo percibir horizontes que de otra manera serían imperceptibles.
Ojalá nuestra vida sea también un canto nuevo y bello por las maravillas que dejamos hacer a Dios en
nuestra humillación; un canto audaz, valiente, comprometido, un canto capaz de transformar en
sinfonía el grito disonante de un mundo que todavía pide pan.
J.A.C.