EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Lunes de la novena semana del tiempo ordinario
Libro de Tobías 1,3.2,1a-8.
Yo, Tobit, he andado siempre por los caminos de la verdad. He hecho el bien todos
los días de mi vida. He dado muchas limosnas a mis hermanos y a aquellos de mi
pueblo que fueron llevados junto conmigo a Nínive, en el país de los Asirios.
Bajo el reinado de Asarjadón, volví pues a mi casa y me reuní con mi mujer Ana y
con mi hijo Tobías. Para la fiesta de Pentecostés, la fiesta de las Semanas, se hace
una gran cena. Me recosté para comer, me acercaron la mesa con muchos platos.
Dije entonces a mi hijo Tobías: «¡Hijo mío, anda a ver si encuentras entre nuestros
hermanos exiliados en Nínive a algún pobre que se acuerde de Dios con todo su
corazón, y tráemelo para que comparta conmigo esta comida. Te esperaré, hijo,
hasta que regreses!”
Salió Tobías en busca de un pobre entre nuestros hermanos, y al regresar dijo:
«Papá, acaban de asesinar a uno de nuestra raza. Lo estrangularon, lo dejaron
tendido en la plaza del mercado y allí está todavía».
Dejé mi comida sin tocarla siquiera; de un salto saqué al hombre de la plaza y lo
dejé en una pieza esperando la puesta del sol para enterrarlo.
Luego regresé, me lavé y comí mi pan en medio de lágrimas.
Me acordé de las palabras del profeta Amós, con respecto a Betel: «Sus fiestas se
transformarán en luto y todos sus cantos en lamentaciones».
Lloré y cuando se entró el sol, fui a hacer un hoyo y lo enterré.
Mis vecinos decían burlándose: «¿Y todavía no tiene miedo? ¡Ya tuvo que huir una
vez, y de nuevo entierra a los muertos!»
Salmo 112(111),1-2.3-4.5-6.
¡Aleluya!
¡Feliz el hombre que teme al Señor
y valora mucho sus mandamientos!
Su semilla será pujante en el país,
los retoños del hombre bueno serán benditos.
Habrá en su casa bienes y riquezas,
y su honradez, que durará para siempre.
Brilla como luz en las tinieblas
para los de recto corazón;
él comprende, es clemente y justo.
Le va bien al compasivo y que presta,
y lleva sus negocios en conciencia,
pues nada logrará perturbarlo:
el recuerdo del justo será eterno.
Evangelio según San Marcos 12,1-12.
Jesús entonces les dirigió estas parábolas: «Un hombre plantó una viña, la rodeó de
una cerca, cavó en ella un lagar y construyó una casa para el celador. La alquiló
después a unos trabajadores y se marchó al extranjero.
A su debido tiempo envió a un sirviente para pedir a los viñadores la parte de los
frutos que le correspondían.
Pero ellos lo tomaron, lo apalearon y lo despacharon con las manos vacías.
Envió de nuevo a otro servidor, y a éste lo hirieron en la cabeza y lo insultaron.
Mandó a un tercero, y a éste lo mataron. Y envió a muchos otros, pero a unos los
hirieron y a otros los mataron.
Todavía le quedaba uno: ése era su hijo muy querido. Lo mandó por último,
pensando: «A mi hijo lo respetarán.»
Pero los viñadores se dijeron entre sí: «Este es el heredero, la viña será para él;
matémosle y así nos quedaremos con la propiedad.»
Tomaron al hijo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña.
Ahora bien, ¿qué va a hacer el dueño de la viña? Vendrá, matará a esos
trabajadores y entregará la viña a otros.»
Y Jesús añadió: «¿No han leído el pasaje de la Escritura que dice: La piedra que
rechazaron los constructores ha llegado a ser la piedra principal del edificio.
Esta es la obra del Señor, y nos dejó maravillados?»
Los jefes querían apresar a Jesús, pero tuvieron miedo al pueblo; habían entendido
muy bien que la parábola se refería a ellos. Lo dejaron allí y se fueron.
Comentario del Evangelio por
San Basilio (c 330-379), monje y obispo de Cesarea en Capadocia, doctor
de la Iglesia
Grandes Reglas monásticas, § 2
"Todavía le faltaba enviar a alguien: a su Hijo muy amado"
Dios creó al hombre a su imagen y semejanza (Gn 1,26), lo honró con el
conocimiento de sí mismo, lo dotó de razón, por encima de los demás seres vivos,
le otorgó poder gozar de la increíble belleza del paraíso y lo constituyó, finalmente,
rey de toda la creación. Después, aunque el hombre cayó en el pecado, engañado
por la serpiente, y, por el pecado, en la muerte y en las miserias que acompañan al
pecado, a pesar de ello, Dios no lo abandonó; al contrario, le dio primero la ley,
para que le sirviese de ayuda, lo puso bajo la custodia y vigilancia de los ángeles, le
envió a los profetas, para que le echasen en cara sus pecados y le mostrasen el
camino del bien...
La bondad del Señor no nos dejó abandonados y, aunque nuestra insensatez nos
llevó a despreciar sus honores, no se extinguió su amor por nosotros, a pesar de
habernos mostrado rebeldes para con nuestro bienhechor; por el contrario, fuimos
rescatados de la muerte y restituidos a la vida por el mismo nuestro Señor
Jesucristo; y la manera como lo hizo es lo que más excita nuestra admiración. En
efecto, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios al
contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo (Ef. 2,6-7). Más
aún, soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores, fue traspasado por
nuestras rebeliones, sus cicatrices nos curaron (Is 53,4-5); además, nos rescató de
la maldición, haciéndose por nosotros un maldito (Ga 3,13), y sufrió la muerte más
ignominiosa para llevarnos a una vida gloriosa.
Y no se contentó con volver a dar vida a los que estaban muertos, sino que los
hizo también partícipes de su divinidad y les preparó un descanso eterno y una
felicidad que supera toda imaginación humana. ¿Cómo pagaremos, pues, al Señor
todo el bien que nos ha hecho? (Sal. 115, 12) Es tan bueno que la única paga que
exige es que lo amemos por todo lo que nos ha dado.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”