EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Miércoles de la novena semana del tiempo ordinario
Libro de Tobías 3,1-11a.16-17a.
Ese asunto me dio mucha pena. Suspiré y lloré. Oré y me lamenté:
«Señor, tú eres justo y todas tus obras son justas. Tus caminos son misericordia y
verdad, tú eres el juez del mundo.
¡Ahora, Señor, acuérdate de mí y mírame! No me castigues por mis pecados y mis
faltas, ni por los que cometieron mis padres contra ti.
Debido a que ellos no obedecieron tus mandamientos, tú nos condenaste al pillaje,
al destierro y a la muerte. Somos el blanco de los insultos de todos los paganos
entre los que nos has dispersado.
Justa es tu sentencia cuando me tratas según mis pecados y según los pecados de
mis padres, porque no obedecimos tus mandamientos y no nos portamos
correctamente ante ti.
Ahora trátame como quieras. Toma mi vida: me gustaría que me sacaras de este
mundo y me volvieras al polvo, porque para mí la muerte vale más que la vida. He
soportado insultos sin motivo y estoy sumido en una profunda tristeza. Líbrame,
pues, Señor, de esta prueba; déjame partir para la morada eterna. No apartes de
mí tu mirada, Señor. Es mejor para mí morir que seguir viviendo con un mal
incurable».
Ahora bien, ese mismo día Sara, hija de Ragüel, que vivía en Ecbatana de Media,
fue insultada por una sirvienta de su padre.
Siete veces Sara había sido da da en matrimonio, pero Asmodeo, un demonio
malvado, había dado muerte a sus maridos uno tras otro antes que hubiesen
podido unirse como buenos esposos. Por eso esa sirvienta le había dicho: «¡Sí, tú
eres la que mata a tus maridos! Te han dado ya siete y no te queda ninguno.
Si tus maridos han muerto, no es ese un motivo para que me pegues. ¡Anda mejor
a buscarlos y que nunca tengas ni hijo ni hija!»
Ella se entristeció mucho ese día; se puso a llorar y se dirigió a la pieza de su padre
con la intención de ahorcarse. Pero luego reflexionó y se dijo: «Seguramente
criticarán a mi padre, diciéndole: No tenías más que una hija regalona y se ahorcó
de pena. ¡No! No quiero enlutar de ese modo los últimos días de mi padre. En vez
de ahorcarme, debiera suplicarle al Señor que me haga morir antes que vivir siendo
insultada a cada momento».
Inmediatamente extendió los brazos hacia la ventana y se puso a orar: «¡Tú eres
bendito, Dios lleno de misericordia, que tu nombre sea bendito por los siglos y que
todas tus obras te bendigan eternamente!
Las oraciones de uno y otra llegaron al mismo tiempo al Dios de la Gloria,
y Rafael fue enviado para sanar a los dos. Debía quitar las manchas blancas de los
ojos de Tobit, para que viera con sus ojos la luz de Dios, y debía lograr que Sara,
hija de Ragüel, se casara con Tobías, hijo de Tobit y se viera libre de Asmodeo, el
malvado demonio. (Conviene precisar que antes que a cualquier otro pretendiente
ella correspondía por derecho a Tobías). En ese preciso momento, Tobit dejaba el
patio para entrar en la casa y Sara, hija de Ragüel, bajaba de su pieza.
Salmo 25(24),2-4.5.6-7.8-9.
A ti que eres mi Dios.
En ti he confiado, que no quede avergonzado ni se rían de mí mis enemigos.
Los que esperan en ti no serán confundidos, pero sí lo serán quienes te mienten.
Haz, Señor, que conozca tus caminos, muéstrame tus senderos.
En tu verdad guía mis pasos, instrúyeme, tú que eres mi Dios y mi Salvador. Te
estuve esperando todo el día, sé bueno conmigo y acuérdate de mí.
Acuérdate que has sido compasivo y generoso desde toda la eternidad.
No recuerdes las faltas ni los extravíos de mi juventud; pero acuérdate de mí según
tu amor.
El Señor es bueno y recto; por eso muestra el camino a los que han pecado.
Dirige los pasos de los humildes, y muestra a los sencillos el camino.
Evangelio según San Marcos 12,18-27.
Entonces se presentaron algunos saduceos. Esta gente defiende que no hay
resurrección de los muertos, y por eso le preguntaron:
«Maestro, según la ley de Moisés, si un hombre muere antes que su esposa sin
tener hijos, su hermano debe casarse con la viuda para darle un hijo, que será el
heredero del difunto.
Pues bien, había siete hermanos: el mayor se casó y murió sin tener hijos.
El segundo se casó con la viuda y murió también sin dejar herederos, y así el
tercero.
Y pasó lo mismo con los siete hermanos. Después de todos ellos murió también la
mujer.
En el día de la resurrección, si han de resucitar, ¿de cuál de ellos será esposa? Pues
los siete la tuvieron como esposa.»
Jesús les contestó: «Ustedes están equivocados; a lo mejor no entienden las
Escrituras y tampoco el poder de Dios.
Pues cuando resuciten de la muerte, ya no se casarán hombres y mujeres, sino que
serán en el cielo como los ángeles.
Y en cuanto a saber si los muertos resucitan, ¿no han leído en el libro de Moisés, en
el capítulo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de
Isaac y el Dios de Jacob?
Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos. Ustedes están muy equivocados.»
Comentario del Evangelio por
Catecismo de la Iglesia Católica
§ 293-294
El Dios de los vivientes
La Sagrada Escritura y la Tradición no cesan de enseñar y celebrar esta verdad
fundamental: “El mundo ha sido creado para gloria de Dios.” Dios ha creado todas
las cosas”, dice San Buenaventura, “no para añadir nada a su gloria, sino para
manifestar y comunicar esta gloria.” Porque Dios no tiene otra razón para crear que
su amor y su bondad. “El amor es la llave que ha abierto la mano de Dios para
crear todo lo que existe” (Santo Tomás de Aquino)...
La gloria de Dios consiste en que se realice esta manifestación y esta
comunicación de su bondad en vista de las cuales ha sido creado el mundo. “Hacer
de nosotros hijos adoptivos por Jesucristo”: éste fue el designio benevolente de su
voluntad a la alabanza de su gloria y su gracia. (cf Ef 1,5-6) “Porque la gloria de
Dios es el hombre viviente, y la vida del hombre es la visión de Dios: si la
revelación de Dios por la creación procura la vida a todos los seres que viven en la
tierra, ¡cuánto más la manifestación del Padre por el Verbo procura la vida a
aquellos que ven a Dios.” (S. Ireneo) El fin último de la creación es que Dios, “el
creador de todos los seres, llegue a ser “todo en todos” (cf 1Cor 15,28) procurando
a la vez su gloria y nuestra bienaventuranza.” (Concilio Vaticano II)
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”