IX Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Miércoles
Dios escucha nuestras peticiones, y lo que hoy es pena mañana es
gloria
“En aquel tiempo, se le acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan que
haya resurrección, y le preguntaban: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que
si muere el hermano de alguno y deja mujer y no deja hijos, que su
hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete
hermanos: el primero tomó mujer, pero murió sin dejar descendencia;
también el segundo la tomó y murió sin dejar descendencia; y el tercero lo
mismo. Ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos, murió
también la mujer. En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos
será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer».
Jesús les contestó: «¿No estáis en un error precisamente por esto, por no
entender las Escrituras ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten de entre
los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como
ángeles en los cielos. Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis
leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el
Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de
muertos, sino de vivos. Estáis en un gran errorᄏ” (Mc 12,18-27).
1. Los saduceos no creen en la resurrección y plantean el dilema de la
mujer que enviuda siete veces, para criticar la doctrina de Jesús. Tú, Señor,
nos haces ver que la vida eterna te pertenece a ti y no podemos entenderlo
bien: « cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán
mujer, ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos ».
No llega mi cabeza, Señor, pero me fío de tus palabras, porque me llenan,
mi corazón me dice que dicen la Verdad. También pienso que con lo que
alabas el amor, que es para siempre, no indicas que en el cielo los lazos de
amor de la tierra no existirán, sino que allí en "servir y alabar" a Dios (Mt
18,10) lo tendremos todo, también los amores que nos acompañarán en el
cielo. Nos dices: « Yo soy la resurrección y la vida: el que crea en mí
no morirá para siempre ».
No me imagino esa vida eterna pero seguro que tú sabes bien cómo
hacernos felices, como señalaba San Agustín: «No padecerás allí límites ni
estrecheces al poseer todo; tendrás todo, y tu hermano tendrá
también todo; porque vosotros dos, tú y él, os convertiréis en uno, y
este único todo también tendrá a Aquel que os posea a ambos ».
Imagino que puedo entenderlo a través del amor de una madre, que ama a
varios hijos como si fuera el único, que así será el amor del cielo, con el que
amaremos de un modo angelical, no con el exclusivismo humano que hay
por ejemplo tiene que haber en la tierra con el amor conyugal, de “s￳lo tú”,
que es un camino para la unión con Dios. Por eso, cuando una persona
sufre en su matrimonio y dice: “¿tendré que estar con él/ella toda la
eternidad?” me parece que se le puede responder: “no, s￳lo ‘hasta que la
muerte os separe’”, pues nada malo de la tierra permanece en el cielo .
Y en cambio cuando alguien pregunta: “será este amor que tenemos sólo
hasta que la muerte nos separe?” se le puede responder: “tranquilo/a, que
ningún amor de la tierra deja de continuar en el cielo : estaréis juntos
por toda la eternidad”. Parece una contradicci￳n una cosa con la otra, Jesús,
pero sé que si no es de esta manera será de otra mejor, y que tú harás que
seamos felices sin que no nos falte nadie ni nada en el cielo.
También nos dices las palabras de la zarza ardiente: « Yo soy el Dios
de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob », y agregas: « No es
un Dios de muertos, sino de vivos ». Señor, veo que te pones a la altura
de los que te preguntan, con tu ciencia sagrada: te pedimos que amemos
las Escrituras, que abras nuestra inteligencia a una comprensión más plena.
2. -“ Tobías se puso a orar con gemidos y lágrimas ”... Este
hombre recto y que permanece fiel en la desgracia, no es un hombre
insensible. Sabe lo que es sufrir, llorar, gemir. Pero todo esto en él se
transforma en oración. No olvidemos el inmenso desconcierto de ese
hombre: es ahora viejo, pasó toda su vida en la justicia y la piedad... y
como recompensa a sus desvelos con los desgraciados, queda
accidentalmente ciego... hace frente con valentía a su situación y continúa
en la rectitud de su vida. Ahora bien, he ahí el colmo de su desventura: ¡su
propia mujer lo abandona, lo injuria y le reprocha su «virtud»!
Sucedió aquel mismo día que también Sarra, hija de Raguel,
en Ragués, ciudad de Media, fue injuriada por una de sus
sirvientas... Al oír esos gritos, Sarra subió a la cámara alta, y
permaneció allí tres días y tres noches sin comer ni beber,
prolongando su oración, implorando a Dios con lágrimas”. Lejos del
anciano que sufre y ora, he ahí otra oración dolorosa que se eleva hacia
Dios. Se trata de otra desventura, la de una joven que bien quisiera
casarse, pero está literalmente "embrujada". Todos los sueños de su
porvenir son rotos por un demonio maléfico que mata sucesivamente a siete
de sus prometidos, la noche misma de su boda. Por esta razón, la injuria su
sirvienta: " ¡Qué nunca veamos hijo o hija tuyos, asesina de tus
maridos ". Como Tobit, también Sara se ve afligida por la crítica y la burla
del prójimo. La tristeza inunda su alma hasta el punto de que Sara quiere
suicidarse. Sin embargo, la piedad filial contiene esta actitud y empuja su
espíritu hacia Dios, de quien proviene todo consuelo. Esa es la razón de la
plegaria que dirige a Dios desde la ventana, probablemente mirando hacia
Jerusalén. En la oración encuentra Sara, como antes Tobit, su consuelo
espiritual. Desde lo íntimo de su corazón afligido, Sara empieza su oración
bendiciendo al Señor y sus obras. Vuelve hacia Dios el rostro y los ojos en
señal de súplica. Como Tobit, pide a Dios que la libere del destierro y de los
ultrajes que la afligen. Después acumula razones para mover la misericordia
del Señor. Y como culminación de su plegaria resplandece un rayo de
confianza total.
El autor nos transmite una conmovedora certidumbre sobre la eficacia
de la oración. El mismo día en que Tobit oyó las injurias de su mujer, Sarra
tiene las injurias de su sirvienta y los dos rezan con lágrimas. Más que de
una coincidencia temporal, se trata del cumplimiento del plan de Dios. Este
nuevo acontecimiento está localizado en Ecbatana, ciudad situada unos 350
kilómetros al nordeste de Bagdad. El Señor escuchó la oración de ambos.
Resume todo el infortunio humano, con sus aspectos de accidentes
absurdos, de fatalidad incomprensible, de malas intenciones que se suman
a las cualidades. Recordando otros infortunios pasados me imagino los
sufrimientos de los que HOY mismo en la tierra están pasando grandes
tribulaciones.
-“ En aquel tiempo, las plegarias de ambos fueron oídas en la
gloria de Dios soberano ”. Así, los sufrimientos de los hombres no parecen
quedar sin salida. El autor del libro de Tobías nos lo sugiere al mostrarnos
de qué modo sorprendente esas dos oraciones «convergen» en el corazón
de Dios. Y la continuación del relato nos dirá que esos dos destinos lograrán
encontrarse: el hijo de Tobías hará un viaje de 300 kilómetros y ¡tomará a
Sarra por esposa! San Rafael fue enviado para curar a uno y a otro, porque
sus oraciones habían sido presentadas a la vez ante la faz de Dios. Lo
artificioso de la situación viene subrayada por los dos nombres propios que
simbolizan todo el relato: - «Asmodeo", el demonio malhechor, significa «El
que mata»... Según la creencia popular, Asmodeo era el demonio de la
lujuria. Su nombre no parece provenir del judaísmo; tal vez tiene un origen
persa. En todo caso, Asmodeo, el destructor, aparece claramente como el
antagonista de Rafael, el salvador. - «Rafael", el ángel enviado por Dios,
significa “El que sana”, para sacar las escamas de los ojos de Tobit y dar a
Tobías por esposa a Sara, la hija de Raguel. La narración termina de modo
semejante a como había comenzado. El artificio literario del libro de Tobías
recalca la compasión del Señor, que siempre escucha la oración del justo
entre los terribles dolores de la prueba. El Señor es eternamente
compasivo, y sus caminos son caminos de justicia y de piedad.
-“ ¡Tú eres justo, Señor! Todos tus caminos son misericordia y
verdad. No te acuerdes de mis faltas... No hemos obedecido tus
mandatos; por ello nos has llevado a la cautividad... Ordena que mi
espíritu sea recibido en la paz, porque más me vale morir que
vivir...” Tal fue la emocionante oración de Tobías. En la antigua perspectiva
habitual cree que sus pruebas son un castigo. Y pide perdón (Noel
Quesson/J. O`Callaghan).
Esta historia es una invitación para que también nosotros sigamos
teniendo fe y confianza en Dios, pase lo que pase en nuestra vida. También
a nosotros nos pasa que nuestra oración no siempre es poética, gustosa y
llena de aleluyas. A veces, como la de Jesús en el huerto de Getsemaní, es
angustiada, desgarrada, entre lágrimas, gritada, aunque sea con gritos por
dentro. A veces creemos que lo que sucede -a nosotros mismos o a la
comunidad- es catastrófico y no tiene salida. Pero Dios saca bien del mal. El
relato de Tobías y Sara nos asegura que Dios escucha, que está cerca, que
no se desentiende de nuestra historia. Nuestros antepasados nos enseñaron
unas oraciones breves que haríamos bien en no olvidar: «bendito sea Dios»,
«que se haga la voluntad de Dios». Esta fue la actitud de Tobías, de Sara, y
sobre todo la de Jesús: «No se haga mi voluntad, sino la tuya». Y en todos
los casos, al dolor siguió el gozo y a la muerte la resurrección.
Nuestro mundo occidental ve en él al "primer motor" y al "relojero"
de nuestro mundo, al cual se hace responsable directo de todo desorden
real o aparente en el mecanismo del universo… sufrimiento, catástrofes,
guerra, pecado… Esta concepci￳n nos aleja totalmente del Dios revelado en
Jesucristo. Es un misterio, debido en parte al papel más o menos inmediato
que el hombre desempeña en ellas. ¿Cabe la posibilidad de confundir, por
ejemplo, la enfermedad que aflige, el imperialismo que aplasta, el egoísmo
que separa, la indiferencia que hiere? Y, a pesar de todo, el mal existe. La
existencia del hombre vive dentro de una salvación que es historia y
acontecer. El hombre no cree ya que el universo esté constituido por unas
fuerzas que le dominan al modo de un destino fatal; sabe más bien que
tiene que reducirle a su servicio y para que pueda desarrollarse… " los
sufrimientos del tiempo presente no se pueden comparar con la
gloria que ha de revelarse en nosotros " (Rom 8,18-21). No estamos
solos. A pesar de todo, el mal, el sufrimiento y la muerte existen. Por
supuesto que existen, pero la fe nos insta a echar una ojeada de ojos
nuevos sobre una situación a veces intolerable, pero que ahora ya se apoya
en una visión de esperanza posible en Jesucristo. Lo que esa visión
esperanzadora nos presenta de cara al futuro hemos de vivirlo dentro de
una oscuridad parcial que lleva consigo el riesgo de toda nuestra existencia
en aras de una promesa de salvación que ya ha comenzado, pero que
todavía necesita ser actualizada en su totalidad (Maertens-Frisque).
2. Deberíamos asimilar el salmo de hoy: « Dios mío, en ti confío, no
quede yo defraudado... los que esperan en ti no quedan
defraudados. Señor, enséñame tus caminos, haz que camine con
lealtad ». El Señor enseña su camino a los pecadores y humildes, al hacer
deponer la soberbia y acogerse a la misericordia divina, “porque ha
experimentado la clemencia del que vino en su ayuda” (S. Agustín). Cuando
rezamos así, Dios se nos da, y el Donante es el “tesoro” que recibimos, más
importante que los dones que nos da “por a￱adidura”, es decir que se nos
da el mismo Dios y con él lo tenemos todo, y como Jesús nos unimos así al
Padre y llevamos compasión a los demás.
Llucià Pou Sabaté