DOMINGO X. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C.
Lc. 7,11-17
En aquel tiempo iba Jesús de camino a una ciudad llamada Naím, e iban con
él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta
de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que
era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el
Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: No llores. Y, acercándose, tocó el
féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él dijo: Joven, a ti te digo:
Levántate. El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él se lo dio a su
madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: Un
gran profeta se ha levantado entre nosotros, y Dios ha visitado a su pueblo.
Y lo que se decía de Él, se propagó por toda Judea y por toda la región
circunvecina.
CUENTO: UN CUENTO TIBETANO SOBRE LA COMPASIÓN
"En China existió una anciana que estuvo ayudando a un monje durante
veinte años. Le construyó una choza y se ocupó de darle de comer mientras
estaba meditando. Un día la anciana decidió averiguar qué progresos había
hecho el monje durante todo ese tiempo. Consiguió la ayuda de una joven
muy apasionada y le dijo: -Vete y abrázale; después le preguntas de
repente: 'Y ahora, ¿qué?'.La chica fue a ver al monje e inmediatamente
empezó a acariciarle y a preguntarle si no pensaba reaccionar. -El viejo
árbol se alza en invierno sobre una roca-contestó el monje de forma
poética-; no hay calidez por ninguna parte. La chica regresó y le contó a la
anciana lo que él le había dicho. -¡Pensar que he estado dando de comer a
este tipo durante veinte años -dijo la anciana, llena de ira-; no ha mostrado
ninguna consideración hacia lo que tú necesitabas, ninguna disposición para
justificar tu estado. No hacía falta que hubiera respondido a la pasión, pero
debía haber sentido al menos algo de compasión. Entonces se fue decidida
al lugar donde vivía el monje y prendió fuego a su choza".
¿Y tú, eres como el monje... el viejo árbol que en invierno se alza sobre
una roca?. ¿De qué te sirve la fe y la oración si no te hace una persona
más compasiva?
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Jesús llega a Naín cuando en la pequeña aldea se está viviendo un hecho
muy triste. Jesús viene del camino, acompañado de sus discípulos y de un
gran gentío. De la aldea sale un cortejo fúnebre camino del cementerio. Una
madre viuda, acompañada por sus vecinos, lleva a enterrar a su único hijo.
En pocas palabras, Lucas nos ha descrito la trágica situación de la mujer. Es
una viuda, sin esposo que la cuide y proteja en aquella sociedad controlada
por los varones. Le quedaba solo un hijo, pero también éste acaba de morir.
La mujer no dice nada. Solo llora su dolor. ¿Qué será de ella?
El encuentro ha sido inesperado. Jesús venía a anunciar también en Naín la
Buena Noticia de Dios. ¿Cuál será su reacción? Según el relato, “el Se￱or la
mir￳, se conmovi￳ y le dijo: No llores” . Es difícil describir mejor al Profeta
de la compasión de Dios.
No conoce a la mujer, pero la mira detenidamente. Capta su dolor y
soledad, y se conmueve hasta las entrañas. El abatimiento de aquella mujer
le llega hasta dentro. Su reacción es inmediata: “No llores”. Jesús no puede
ver a nadie llorando. Necesita intervenir.
No lo piensa dos veces. Se acerca al féretro, detiene el entierro y dice al
muerto: “Muchacho, a ti te lo digo, levántate”. Cuando el joven se
reincorpora y comienza a hablar, Jesús “lo entrega a su madre” para que
deje de llorar. De nuevo están juntos. La madre ya no estará sola.
Todo parece sencillo. El relato no insiste en el aspecto prodigioso de lo que
acaba de hacer Jesús. Invita a sus lectores a que vean en él la revelación de
Dios como Misterio de compasión y Fuerza de vida, capaz de salvar incluso
de la muerte. Es la compasión de Dios la que hace a Jesús tan sensible al
sufrimiento de la gente.
En la Iglesia hemos de recuperar cuanto antes la compasión como el estilo
de vida propio de los seguidores de Jesús. La hemos de rescatar de una
concepción sentimental y moralizante que la ha desprestigiado. La
compasión que exige justicia es el gran mandato de Jesús: “Sed compasivos
como vuestro Padre es compasivo”.
Esta compasión es hoy más necesaria que nunca. Desde los centros de
poder, todo se tiene en cuenta antes que el sufrimiento de las víctimas. Se
funciona como si no hubiera dolientes ni perdedores. Desde las
comunidades de Jesús se tiene que escuchar un grito de indignación
absoluta: el sufrimiento de los inocentes ha de ser tomado en serio; no
puede ser aceptado socialmente como algo normal pues es inaceptable para
Dios. Él no quiere ver a nadie llorando. ( José Antonio Pagola ) ¡FELIZ Y
COMPASIVA SEMANA!