DECIMOSÉPTIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo C)
Padre Jorge López Teulón
Don Manuel González García, el obispo de los Sagrarios Abandonados, que ha
sido declarado Venerable hace unos meses, afirma en sus escritos:
“Corazón de Jesús, te tengo tan metido en cuanto escribo, en cuanto
hablo, hago, proyecto, que si de mis escritos se quita tu nombre, no dicen
nada. Si de mis obras se quita lo que Tú haces calladamente en ellas, son
ruinas o edificios sobre arena. Si de mis proyectos se quita lo que se
cuenta Contigo y lo que de Ti se espera, son castillos en el aire.”
Lo mismo debería afirmar el cristiano si de su oración diaria desapareciese el
Padrenuestro. La meditación de las lecturas de este domingo nos hace reflexionar
sobre la necesidad de oración en nuestras vidas. Incluso cuando muchas veces nos
parece estéril. La conversación de Abraham con Dios, que hemos escuchado en la
primera lectura, no es sino la conversaci￳n nocturna con el “amigo inoportuno”.
Afirma José María Cabodevilla :
“Digo: Dios es mi Padre, y es como si dijera: París es la capital de
Francia. Lo decimos con el mismo tono de voz, con la misma rutina con
que se enuncian las verdades escolares, con la misma irresponsabilidad,
con la misma convicción. Decimos: DIOS ES MI PADRE y no
experimentamos emoción alguna. Ni ternura, ni agradecimiento, ni
alegría, ni orgullo. Y, bien mirado, había razón sobrada para morir, en ese
momento, de ternura, de agradecimiento, de alegría; también de terror,
de orgullo, de vergüenza”.
Aquel día en que el discípulo se acerca a Jesucristo para pedirle saber rezar,
aquel día el Señor nos enseña a llamar a Dios PADRE. Y aquel día giró la historia del
mundo. Dios manifestó que su relación con el hombre era una historia de amor. No
tronaba desde la zarza ardiente, ni había que descalzarse en su presencia. Bastaba,
simplemente, con algo más importante: descalzar el alma. Adorarle era sinónimo
de amarle. Aquel día el mejor de los inciensos era sentirse hijo de Dios. ( José Luis
Martín Descalzo )
Seguro que en nuestras casas reposa aquel libro de tapas naranjas que todos
compramos y cuyo título era: Catecismo de la Iglesia Católica . Acérquense a sus
últimas páginas. No las lean como la noticia de un periódico. Tenemos que
descubrir al final del Catecismo un auténtico tratado de oración, y llevar a nuestra
oración esa explicación, esa reflexión que el Catecismo nos hace sobre la oración
del Padrenuestro.
La oración dominical es, en verdad, el resumen del Evangelio. Cuando el Señor
hubo legado esta forma de oraci￳n, a￱ade: “ Pedid y se os dará ”. Por tanto, cada
uno de nosotros debemos dirigir al cielo diversas oraciones según nuestra
necesidades, pero comenzando siempre por este medio: por la oración del Señor,
por el Padrenuestro. (CEC n. 2761)
Hemos escuchado en San Lucas: “ Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar
cosas buenas a vuestros hijos, cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo
a los que se lo pidan ”.
Nuestra difícil época tiene necesidad especial de la oración. Si en el transcurso
de la historia -ayer como hoy- muchos hombres y mujeres han dado testimonio de
la importancia de la oración, consagrándose a la alabanza de Dios por medio de la
oración, sobre todo en los Monasterios, con gran beneficio para la Iglesia, en estos
años va aumentando también el número de personas que, en movimientos o en
grupos parroquiales cada vez más extendidos, dan la primacía a la oración y a
través de ella buscan la renovación de su vida espiritual. Es el único camino:
agarrarnos a Dios, suplicarle, pedirle, arrodillarnos ante Él y rezar a Dios nuestro
Padre. ( Dominum et vivificantem, 65 ).
Mañana, lunes, la Iglesia celebra al Beato Tito Bransdma, sacerdote carmelita
y periodista profesional. Antes de y durante la ocupación nazi en Holanda, luchó
con fidelidad al Evangelio contra la difusión de la ideología nacionalsocialista, y,
sobre todo, por la libertad de la escuela y de la prensa católica. Internado en el
campo de concentración de Dachau, murió asesinado por medio de una inyección
letal.
Él afirma en sus escritos:
“Es preferible ser un ignorante, pero estar lleno de fe. Es preferible ser
un sabio según el corazón que según los conceptos. Porque sólo el hombre
que actúa estrechamente unido a Dios puede estar verdaderamente unido
al prójimo. Sólo aquel que se nutre de Dios puede dar testimonio con las
obras.
Primero de todo, nosotros debemos ver a Dios como la base
fundamental de nuestro ser. Desde esta base va a nacer nuestra
naturalidad. Si nosotros estamos en contemplación continua de Dios y lo
adoramos no sólo en nuestro propio ser, sino en todo lo que existe: en el
prójimo, también en la naturaleza, en el cosmos, presente en todo y que
penetra con sus manos todo… así nosotros conservaremos el sol de la
gracia. La oración tiene que ser en nuestra vida no un oasis, sino toda
nuestra vida.
Dios está muy cerca y todo lo que existe procede de su mano. Está más
cerca muchas veces, más de lo que nosotros pensamos. Actúa bajo su
mirada. Puesto que por su acción, por su gracia y por su vida, está
siempre presente en nosotros. No nos apartemos.”
El texto de las oraciones litúrgicas de este domingo nos habla precisamente de
nuestro trato con el Señor. Por eso, le pedimos hoy con confianza que multiplique
sobre nosotros los signos de su misericordia, que nos conceda el don inefable del
memorial perpetuo de su muerte; porque por su muerte nos viene su Resurrección.
Que aprendamos de nuestros padres, de los ancianos, de aquellos que nos han
transmitido la fe, la vida interior, sencilla… pero la vida interior que les unía a Él, a
Cristo el Señor. Y que nos abramos en todo momento a escuchar su Palabra, a
meditarle, a rezar con Él.