Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
(Ciclo C)
Padre Jorge López Teulón
San Pablo, en la primera carta a los Corintios, recuerda explícitamente la
característica misionera de la Santa Misa: Cada vez que coméis de este pan y
bebéis de este cáliz, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga (11,26). La
Iglesia recoge esas palabras de San Pablo en la doxología después de la
consagración. La Eucaristía es sacramento misionero , no sólo porque de ella brota
la gracia de la misión, sino también porque encierra en sí misma el principio y la
fuente perenne de la salvación para todos los hombres. Por tanto, la celebración del
sacrificio eucarístico es el acto misionero más eficaz que la comunidad eclesial
puede realizar en la historia del mundo 1 .
Toda misa concluye con el mandato misionero id, ite missa est , que invita a los
fieles a llevar el anuncio del Señor resucitado a las familias, a los ambientes de
trabajo y de la sociedad, y al mundo entero. Con Jesús Eucaristía nos hacemos
auténticos misioneros.
Contaba el Cardenal Marcelo González Martín una anécdota que le sucedió a un
sacerdote español que trabajaba en un territorio de Tailandia. Un día le
preguntaron: ¿Cuántos cristianos ha conseguido usted ya en esta misión? Y
contestó: Somos dos, Jesucristo y yo. Lo notable es que lo decía con buen humor,
sin el menor asomo de desesperanza, incluso con cierta tranquilidad y como quien
sabe que tiene que ser así. Ese misionero y tantos y tantos otros que han predicado
el Evangelio en lugares tan diversos a lo largo de los siglos han empezado casi
siempre así: ellos solos, con la única compañía de Cristo 2 .
Me refiero particular y concretamente a Jesucristo Sacramentado , a la
Eucaristía, al pequeño Sagrario de su capilla humilde y pobre. De ahí no se apartan
sus ojos cuando sus almas quieren dar calor a su fe: del Sagrario, o de Cristo
Crucificado, o de una imagen de la Virgen María.
Y el caso es que invariablemente, indefectiblemente, a no ser que lo estorbe una
persecución violenta, mientras dura, con sólo eso y con hablar de Jesús llega un día
en que el misionero logra una comunidad de bautizados que se arrodillan ante la
Hostia Santa, cantan himnos y salmos, alaban al Señor y sienten en su corazón el
bálsamo de una alegría y una paz que no habían experimentado nunca.
Es mucho más hermoso el paisaje cuando entre las cosas creadas descubrimos,
con los ojos de la fe, que hay algo que eleva todo lo creado a un nivel que roza ya
1 JUAN PABLO II, Audiencia del 21 de junio de 2000.
2 M. GONZÁLEZ MARTÍN, La fuerza de la Eucaristía, publicado en ABC (8-4-1993).
con lo divino, con la obra directa de Dios. El pan y el vino son eso: pequeños brotes
de una espiga o un racimo, pero transformados en la sustancia de Dios. Éstos no
son literaturas ni fantasías utópicas de un misticismo visceral y primitivo, sino
realidades sobrenaturales que transforman la vida del creyente y están destinados
a acompañar a todo hombre que camina entre esperanzas y frustraciones.
Hoy el Señor Sacramentado recorre las calles de nuestras ciudades y de nuestros
pueblos. La procesión del Corpus, que en su origen fue el deseo de una presencia
amorosa de Cristo en la calle frente a la herejía que la negaba, hoy no es más que
una reproducción de tantas y tantas escenas evangélicas en que aparece Cristo,
mezclado con los hombres, hablando con los hombres, sanando a los hombres
enfermos, queriendo que se acerquen a Él los niños, los jóvenes, los matrimonios,
es decir, todos aquellos que necesitan oír palabras de vida eterna, que brotan de
labios del Hijo de Dios para todos los que quieran escucharlas. Hablar Cristo con
los hombres y hablar los hombres con Cristo : eso es evangelizar 3 .
El próximo martes celebraremos la memoria de San Romualdo , fundador de
los camaldulenses –monjes eremitas-. Se cuenta en su biografía que, con
frecuencia, era arrebatado a un grado tan elevado de contemplación que, deshecho
todo él en lágrimas, abrasado por el ardor inefable del amor divino, exclamaba:
Amado Jesús, mi dulce miel, deseo inefable, dulzura de los santos, encanto de los
ángeles .
¡Amado Jesús! ¡Amado Jesús! No nos cansemos de repetírselo. Tenemos que
amar a Cristo el Señor, enamorarnos de Él, vivir en su Corazón Eucarístico. Como
bautizados; como mendigos que se acercan a degustar el único manjar que
alimenta... Acudir a Él para apagar la sed que sólo su amor redentor puede saciar
en nosotros.
La Eucaristía es, además, una escuela permanente de caridad, de justicia y de
paz , para renovar en Cristo al mundo que nos rodea. La presencia del Resucitado
proporciona a los creyentes la valentía para ser promotores de solidaridad y de
renovación, contribuyendo a cambiar las estructuras de pecado en las que las
personas, las comunidades y, a veces, pueblos enteros, están sumergidos 1 .
Con Jesús en nuestro corazón acudimos al hermano para demostrarle nuestro
amor de caridad, de entrega, de solicitud por su necesidad. Nos convertimos, como
María en su visita a Isabel y como las mujeres, Juan y Nicodemo cuando acuden a
poner el cuerpo de Jesús en el sepulcro hasta que resucite, en auténticas
procesiones del Cuerpo del Señor que habita en nosotros. Lo llevamos a los demás
en obras de caridad.
3 Marcelo GONZÁLEZ MARTÍN, Hábeas Christi en Toledo, publicado en ABC (18 junio 1995).
1 JUAN PABLO II, Dies Domini, 73.
Por último, en esta reflexión sobre el significado y el contenido misionero de la
Eucaristía no puede faltar la referencia a esos singulares misioneros y testigos de la
fe y del amor de Cristo que son los mártires . Las reliquias de los mártires, que
desde la antigüedad se colocan bajo el altar, donde se celebra el memorial de la
víctima inmolada por nuestra reconciliación, constituyen un claro signo que brota
del sacrificio de Cristo. A cuantos se alimentan del Señor esta energía espiritual los
impulsa a dar su propia vida por él y por sus hermanos, mediante la entrega total
de sí, si fuera necesario, hasta entregar la propia sangre 2 .
Podíamos poner infinidad de ejemplos de vidas de hombres y mujeres que han
entregado todo por Cristo, que han dado hasta su sangre por el Señor. Pero he
querido recordar, ante el inminente viaje de Su Santidad Juan Pablo II a
Ucrania , a todos aquellos católicos que tanto sufrieron durante el tiempo del
comunismo.
Como saben, por invitación del presidente de Ucrania, Juan Pablo II visitará,
desde el próximo sábado día 23 hasta el 27, Kiev y Lvov. La mayoría de la
población de este país de 50 millones de habitantes es ortodoxa. Ahora bien, esta
confesión se encuentra dividida en tres cismas. Los ortodoxos obedientes al
patriarcado de Moscú se han opuesto duramente a la visita pontificia. Pero
finalmente han reconocido el deseo de la comunidad de católicos, alrededor de
cinco millones, que supieron conservar íntegra la fe gracias a su indefectible lealtad
hacia el Papa de Roma.
De hecho, los momentos más importantes de la visita serán posiblemente las
diferentes beatificaciones de 27 católicos, de rito latino y oriental, que fueron
martirizados por el comunismo y el nazismo.
Sin duda, la historia de cardenal Iosyf Slipyj , máxima autoridad de la Iglesia
greco-católica ucrania, es una de las más conocidas y emblemáticas del vasto
martirologio de las Iglesias del silencio. Su detención y la de los obispos de su
Iglesia, el 11 de abril de 1945, fue el comienzo de una larga persecución cuyo
objetivo era desarraigar literalmente la existencia en Ucrania de esta Iglesia fiel a
Roma. Slipyj fue condenado cuatro veces por un total de 18 años. Su negación a
abjurar la fe católica y la fidelidad al Papa prolongó su calvario en las casas de
detención y los gulagui siberianos.
Y precisamente cuando uno contempla, ya después de caído el comunismo, en
los archivos de la KGB, todos los documentos referidos a la injusticia que se
cometió con este hombre, lo primero que se encuentra son unas fotografías en las
que aparecen todos los utensilios para celebrar la Eucaristía. Casi siempre
2 JUAN PABLO II, Audiencia del 21 de junio de 2000.
clandestinamente. Pero de donde él sacó el vigor, la fortaleza para predicar siempre
a Cristo, el Señor.
No nos cansemos de repetirlo: ¡Amado Jesús! Acudamos a la Eucaristía para
encontrar la fuerza que necesitamos. Sin llegar a estos extremos, pero siempre con
la urgencia de predicar a Cristo en todas partes: en nuestras familias y en los
lugares en que nos encontramos con los nuestros.
Pidamos a la Santísima Virgen, que nos enseña a vivir esa presencia siempre en
Dios, que al recibir a Jesucristo, al responder Amén , le digamos que le amamos.
Que le amamos por encima de todas las cosas.