DECIMOQUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
(Ciclo C)
Padre Jorge López Teulón
Se cumple a lo largo de este año el 375 aniversario del nacimiento de Pedro
de San José de Betancurt . La Santa Sede hacía público la semana pasada que en
fecha próxima será canonizado. El Hermano Pedro nació en el pueblo de Vilaflor,
diócesis de Tenerife, el 18 de septiembre de 1626. A los 24 años se fue como
misionero laico a Guatemala. Al pisar esa tierra dijo: Aquí quiero vivir y morir . Una
grave enfermedad puso a este miembro de la orden terciaria de San Francisco en
contacto directo con los más pobres y desheredados de Guatemala.
Recuperada inesperadamente la salud, se convirtió en el buen samaritano
haciéndose apóstol de los cautivos y protector de los indios, sometidos a trabajos
inhumanos, de los emigrantes y de los niños huérfanos y abandonados a los que
dedicó especial atención, construyendo escuelas para educarlos convenientemente
con criterios calificados todavía hoy como pioneros. Viendo la necesidad de los
enfermos pobres, expulsados de los hospitales, fundó el primer hospital para
convalecientes en el mundo.
La parábola del buen samaritano, que acabamos de proclamar, pertenece al
Evangelio del sufrimiento 1 . Indica, en efecto, cuál debe ser la r elación de cada uno
de nosotros con el prójimo que sufre. No nos está permitido pasar de largo , con
indiferencia, sino que debemos pararnos junto a él. Buen samaritano es todo
hombre que se para junto al sufrimiento de otro hombre, de cualquier género que
ése sea. Esta parada no significa curiosidad, sino más bien disponibilidad. Es como
el abrirse de una determinada disposición interior del corazón, que tiene también su
expresión emotiva. Buen samaritano es todo hombre sensible al sufrimiento ajeno,
el hombre que se conmueve ante la desgracia del prójimo. Así lo dice Lucas
refiriendo las palabras de Jesús: Al verlo le dio lástima, se le acercó y le vendó las
heridas. No sólo se compadece de él, sino que actúa. Si Cristo, conocedor del
interior del hombre, subraya esta conmoción, quiere decir que es importante para
toda nuestra actitud frente al sufrimiento ajeno. Por lo tanto, es necesario cultivar
en sí mismo esta sensibilidad del corazón, que testimonia la compasión hacia el que
sufre. A veces esta compasión es la única o principal manifestación de nuestro
amor y de nuestra caridad hacia el hombre que sufre.
Sin embargo, el buen samaritano de la parábola de Cristo no se queda en la
mera conmoción y compasión. Estas se convierten para él en estímulo a la acción
que tiende a ayudar al hombre herido. Por consiguiente, es, en definitiva, buen
samaritano el que ofrece ayuda en el sufrimiento, de cualquier clase que sea.
Ayuda, dentro de lo posible, eficaz. En ella pone todo su corazón y no ahorra ni
1 JUAN PABLO II, Salvifici doloris, nº 28.
siquiera medios materiales. Se puede afirmar que se da a sí mismo, su propio yo ,
abriendo este yo al otro. Tocamos aquí -afirma el Papa Juan Pablo II- uno de los
puntos clave de toda la antropología cristiana. El hombre no puede encontrar su
propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás. Buen
samaritano es el hombre capaz de ese don de sí mismo.
En el ejemplo que Jesús nos ofrece no se trata de la simple obra buena. Se trata
de dar la vida. De vivir en donación, en donación por Él. Esto lo realizó también el
santo del que hablábamos al principio.
El Hermano Pedro abrió también un oratorio, al que llamó La casa de Nuestra
Señora de Belén. Fue un misionero incansable y un educador apasionado y genial,
que inventó su propio método de enseñanza, en el que utilizaba el canto, el juego y
la danza. No sólo le interesaba la salud física. Por las noches, tocando una
campanilla, recorría las calles de la ciudad guatemalteca de Antigua y
constantemente repetía: Acordaos, hermanos, que un alma tenemos, y si la
perdemos no la recobramos.
Para nosotros no hay auténtica caridad, no hay donación, no hay servicio de
caridad, si no es desde Cristo, nuestro amado Jesús. El Cardenal González Martín lo
decía en una entrevista 2 , de esta otra manera: Cuando en una casa grande o
pequeña, se vive sin egoísmo y pensando ser fieles a Cristo y a María, nunca hay
invierno. Siempre es primavera y verano, porque siempre hay flores y frutos.
Que cuando Jesús venga a ti, en el pobre y en el necesitado -y no sólo en ellos,
sino tal vez incluso en el que vive bajo tu mismo techo-, que cuando Jesús venga
encuentre, pues, tu puerta abierta; ábrele tu alma, extiende el interior de tu mente
para que pueda contemplar en ella riquezas de rectitud, tesoros de paz, suavidad
de gracia. Dilata tu corazón, sal al encuentro del sol de la luz eterna que alumbra a
todo hombre. Esta luz verdadera brilla para todos, pero el que cierra sus ventanas
se priva a sí mismo de la luz eterna. También tú, si cierras la puerta de tu alma,
dejas afuera a Cristo. Aunque tiene poder para entrar, no quiere, sin embargo, ser
inoportuno, no quiere obligar a la fuerza 3 .
Se dice que San Pascual Bailón afirmaba que quien quisiera salvar su alma tenía
que tener tres corazones: para Dios el corazón de un niño; para el prójimo el
corazón de una madre; para sí mismo el corazón de un juez. Que con Jesús seamos
auténticos samaritanos, con coherente exigencia.
Otra vez más tenemos que volver a denunciar la impunidad con la que actúan
los terroristas de ETA, asesinos de la esperanza, asesinos sin escrúpulos que
destrozan familias y que están destrozando nuestra España por su siembra
indiscriminada de odio. En el día de ayer fueron asesinados el concejal de UPN,
José Javier Múgica y el jefe de la Ertzaintza, Mikel María Uribe . Ofrecemos por
ellos y sus familias esta Eucaristía. Pero exigimos que definitivamente termine este
2 Marcelo GONZÁLEZ MARTÍN en la revista El Taller del Orfebre p.19 (Diciembre 2000).
3 San AMBROSIO, Comentario sobre el salmo 118. En Liturgia de las Horas T. III, pág. 396.
holocausto continuo. A nuestros políticos, que terminen de reglamentar penas y
leyes duras contra tanta barbarie. Perdón cristiano y justicia no son términos que
se contraponen. Es necesario poner, después de tanta sangre arrancada de vidas
generosas, el punto y final a la banda marxista de ETA. Nosotros seguiremos, y no
como ilusos, confiando en el único camino que tenemos: el de la oración, por su
conversión y por las necesidades de los asesinados y de sus familias.