DECIMOSÉPTIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
(Ciclo C)
Padre Jorge López Teulón
Escribe Juan Pablo II en la Novo Millennio Ineunte que es necesario un
cristianismo que se distinga ante todo en el arte de la oración … Sabemos bien
que rezar tampoco es algo que pueda darse por supuesto. Es preciso aprender a
orar, como aprendiendo de nuevo este arte de los labios mismos del divino
Maestro, como acabamos de escuchar en el Evangelio: Señor, enséñanos a orar ( Lc
11,1).
Sí, nuestras comunidades cristianas tienen que llegar a ser auténticas
escuelas de oración, donde el encuentro con Cristo no se exprese solamente
en petición de ayuda, sino también en acción de gracias, alabanza,
adoración, contemplación, escucha y viveza de afecto hasta el arrebato del
corazón. Una oración intensa, pues, que sin embargo no aparta del
compromiso en la historia: abriendo el corazón al amor de Dios, lo abre
también al amor de los hermanos, y nos hace capaces de construir la historia
según el designio de Dios 1 .
Se equivoca quien piense que el común de los cristianos se puede
conformar con una oración superficial, incapaz de llenar su vida.
Especialmente ante tantos modos en que el mundo de hoy pone a prueba la
fe, no sólo serían cristianos mediocres, sino cristianos con riesgo 2 . En efecto,
correrían el riesgo insidioso de que su fe se debilitaría progresivamente, y
quizás acabarían por ceder a la seducción de sucedáneos, acogiendo
propuestas religiosas alternativas y transigiendo incluso con formas
extravagantes de superstición.
Con absoluta sencillez renovamos la petición de los apóstoles para decirle
nuevamente a Jesús: Señor, enséñanos a orar. Además del Padrenuestro, Jesús
enseña a sus discípulos que es necesario ser incansables en la oración y que ésta
ha de realizarse con plena confianza en Dios, que no dejará de atender nuestra
petición dándonos lo que verdaderamente necesitamos: el don del Espíritu.
Así lo leemos en la vida de San Ignacio de Loyola , cuya fiesta celebraremos
el próximo martes. Es uno de los santos, afirma el Padre Casanovas, que se prestan
más a trazar una vida principalmente externa; es tan extraordinaria la
trascendencia social, humana y religiosa de su obra, que es precisamente de su
1 JUAN PABLO II, Novo Millennio Ineunte, nº 32-33.
2 Ibídem, nº 34.
vida de oración, de amor con Jesús, de donde brota una savia interior puramente
sobrenatural que le capacitará para dirigir desde Dios su Compañía.
Ite, incendite, inflammate omnia ( Id, encendedlo, inflamadlo todo ). Con
estas palabras se dice que Ignacio despedía a sus hijos para las empresas
gloriosas, que ya en vida del santo realizó la Compañía de Jesús. Además de la
misión encomendada a San Francisco Javier llevada a cabo tan sólo en once años,
Ignacio abrió también, y vio regadas con sudor y con sangre, las misiones del Brasil
y del Japón, cada una de las cuales bastaría para hacer gloriosa una Orden
apostólica 3 . Una expedición de jesuitas fue al Congo, y otra al África, a rescatar
cautivos y predicar el Evangelio; allí, viejo y enfermo, deseaba pasar el mismo
Ignacio. Finalmente, en su tiempo se fundó también la misión de Etiopía.
La obra prodigiosa de San Francisco Javier, además de moverse plenamente en
órbitas ignacianas, no pasa de ser sino una parte de los planes e instituciones
misionales del fundador y organizador de la Compañía. Junto con la India y el
Oriente, abarca la vista de San Ignacio el problema africano del Congo y Abisinia, el
problema musulmán del Mediterráneo y Tierra Santa, y el americano del Brasil.
Confiaba en Dios, el único tesoro de su vida.
El Padre , se decía de él, nunca se atreve a hacer ninguna cosa de momento,
aunque tenga todas las razones, sin hacer recurso a Dios. Frase muy común suya,
era decir: Dormiremos sobre ello , queriendo decir que tendría oración sobre ese
negocio o preocupación. Hagamos primero de nuestra parte cuanto podamos, como
si Dios nada hubiese de hacer; después pongamos en Dios toda nuestra confianza,
como si nosotros no hubiéramos hecho nada 4 .
Este es el ejemplo de los santos, el ejemplo de aquellos que nos ponen ante
Jesús para repetir incansablemente: Señor, enséñanos a orar, porque no sabemos,
porque las distracciones de la vida -¡tantas cosas!- embargan nuestro corazón y lo
alejan de lo principal. Y como escuchábamos la semana pasada, una sola cosa es
importante. Y a María nadie se la quitará. ¡Qué hermoso se ese elogio lo pudiese
hacer de cada uno de nosotros! Una sola cosa es importante: la vida en Cristo, la
vida de oración. Y todo eso será lo que conforme después el hacer grandes obras y
las pequeñas de cada día; las tareas de la evangelización y las tareas de ser
cristiano católico todos los días.
Muchas veces, por doloroso y por actual, hemos abordado este tema. Tal vez,
y a pesar de que algunos no logren entender las palabras de Jesús, se hace todavía
más urgente volver a escuchar cómo su voz nos repite: Amad a vuestros enemigos
y rogad por los que os persigan ( Mt 5,44). Lo acabamos de recordar en las
peticiones del Padrenuestro.
3 Ignacio CASANOVAS, San Ignacio de Loyola, p.361 (Barcelona 1944).
4 Ibídem., pag 343.
El martes pasado una joven activista de la banda terrorista ETA moría víctima de
sus propias acciones. Como verdaderos católicos, amantes de cumplir el Evangelio,
deberíamos preguntarnos: ¿Me he alegrado por la muerte de esta terrorista? ¿He
ofrecido oraciones por ella? No seamos fariseos; porque si llevamos rezando tanto
tiempo por el final del terrorismo, diciendo te pido que cambies el corazón de los
terroristas, como cambiaste el del buen ladrón…, transforma tantas mentes y
tantos corazones cegados por el odio y el fanatismo… , hoy, más que nunca, se hace
apremiante hacerlo de forma cada vez más intensa.
Tenemos en nuestras manos el poder de la oración. Hemos de convencernos del
valor de la oración, del pedir sin desfallecer la paz para nuestra nación.
Precisamente cuando todavía se hace más doloroso por la muerte, ayer, del
General Justo Oreja, después de un mes de sufrimiento. Pensamos muchas veces
en el dolor de su mujer y de sus hijos durante un mes al lado de la cama de un
enfermo, de un moribundo, de alguien que ha dado la vida por nuestra nación.
¡Si de verdad creyésemos en el poder de la oración! ¡Si de verdad viésemos en el
hermano equivocado un hermano, en el que asesina a alguien enfermo que en su
locura necesita de nuestras oraciones!
Queremos la paz, exigimos el final de la violencia armada, de sentirnos
amenazados por un aparato de odio y de temor. Al Gobierno, a las Fuerzas de
Seguridad del Estado, al mundo judicial pedimos que acaben de una vez por todas
con esta vergüenza, después de tantos decenios.
Pero si somos católicos debemos tener otros criterios. Cada español es víctima
potencial de ETA. Ha llegado un momento en que cualquiera puede encontrarse en
la mira ideológica y sin sentido de ETA. Pero Jesús afirma: Ama a tus enemigos .
Como predicador del Evangelio, para mí es más fácil no mencionar este tipo de
sucesos. Alguno diría que es más prudente el silencio. Pero Jesús nos enseña a ser
coherentes. Él nos pide AMAR, preocuparnos, cuidar del alma y de la salvación de
los que están equivocados, de los que desean apartarse de Él. Porque Él ha dicho
en el Evangelio: He venido a buscar la oveja perdida; al que está enfermo y
necesita de médico.
A pesar del gran alivio por ver cómo se ha evitado un nuevo atentado, es
necesario recalcar que toda vida humana es un don inestimable de Dios y un valor
primordial y básico de toda persona.
Esperamos, pues, que Olalla sea acogida por la misericordia de Dios, siempre
mayor que nuestros pecados. Con lágrimas en los ojos, pues tal vez el terrorismo
nos ha tocado de cerca, y echando mano de toda nuestra fe, no dejemos de
escuchar las palabras de Jesús: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os
persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial ( Mt 5,44-45).
Repudiamos el pecado gravísimo de ETA, cada uno de sus asesinatos, la forma
violenta de sus manifestaciones y a aquellos políticos que denigran su oficio
encubriendo estas actuaciones. Como cristianos es nuestra obligación. Pero también
lo es, aunque nuestro corazón tenga cualquier otro tipo de sentimientos, escuchar
hoy más que nunca a Cristo que nos pide: lucha contra el pecado, pero, ama al
pecador y sácale de su error . Y lo podemos hacer por medio de la oración.
Él mismo nos dio ejemplo clavado en la cruz: Padre, perdónalos porque no saben
lo que hacen ( Lc 23,34) . Se acabarán los argumentos para la inteligencia. Se
romperá el corazón ante las víctimas y sus familiares, ante el dolor por tanta
ignominia. Pero hagamos una vez más realidad lo que tantas veces pronuncian
nuestros labios: perdona nuestras ofensas, como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden ( Lc 11,4).
Ofrecemos esta Eucaristía por el alma del General Justo Oreja y por toda su
familia.