En este domingo leemos el texto de la pecadora perdonada (Lc. 7,36-8,3), el Señor va a cenar a la
casa del fariseo y en ese contexto una pecadora pública llevó perfume y con sus lágrimas mojó los
pies de Jesús, los besó y ungió con perfume. El fariseo condenó al Señor por dejarse hacer esto por
una pecadora. El texto nos se￱ala que Jesús perdon￳ sus pecados…termina diciendo Jesús a la
pecadora :”tu fe te ha salvado, vete en paz”
Providencialmente el texto del Evangelio de este domingo de la pecadora perdonada nos permite
seguir profundizando el tema del domingo pasado sobre la cercanía de Jesucristo, el Señor y la
Iglesia, a los “publicanos y pecadores”, de ayer y de hoy, o bien la dimensi￳n misionera hacia los
que están alejados de Dios. No como los perfectos que salvan a los impuros, sino como los pobres
que experimentan el amor de Dios y dan testimonio de Él a sus hermanos, a todos y especialmente
a los más necesitados.
El domingo anterior reflexionábamos sobre el catolicismo popular expresado en diversos
acontecimientos vividos en distintas peregrinaciones y encuentros de la Diócesis. Creo
conveniente seguir profundizando sobre el valor que la Iglesia le da a la religiosidad popular tan
arraigada en nuestra América Latina y que deberemos asumir, para ahondar este camino de la
misión discipular emprendido en el continente y por lo tanto en nuestra Diócesis.
El documento de Aparecida se￱ala sobre el tema de la piedad popular: “La piedad popular es una
manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia y una forma de ser
misionero, donde se recogen las más hondas vibraciones de la América profunda. Es parte de una
“originalidad hist￳rica cultural” de los pobres de este continente, y fruto de “una síntesis entre las
culturas y la fe cristiana”. En el ambiente de secularizaci￳n que viven nuestros pueblos, sigue
siendo una poderosa confesión del Dios vivo que actúa en la historia y un canal de transmisión de
la fe. El caminar juntos hacia los santuarios y el participar en otras manifestaciones de la piedad
popular, también llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador
por el cual el pueblo cristiano se evangeliza a sí mismo y cumple la vocación misionera de la
Iglesia.
Nuestros pueblos se identifican particularmente con el Cristo sufriente, lo miran, lo besan o tocan
sus pies lastimados como diciendo: este es el “que me am￳ y se entreg￳ por mí” (Gal. 2,20).
Muchos de ellos golpeados, ignorados, despojados, no bajan los brazos. Con su religiosidad
característica se aferran al inmenso amor que Dios les tiene y que les recuerda permanentemente
su propia dignidad. También encuentran la ternura y el amor de Dios en el rostro de María. En ella
ven reflejado el mensaje esencial del Evangelio. Nuestra Madre querida, desde (los Santuarios),
hace sentir a sus hijos más pequeños que ellos están en el hueco de su manto. Ahora, desde
Aparecida, los invita a echar las redes en el mundo, para sacar del anonimato a los que están
sumergidos en el olvido y acercarlos a la luz de la fe. Ella, reuniendo a los hijos, integra a nuestros
pueblos en torno a Jesucristo”. (264-265).
En realidad en Aparecida hemos vivido el acontecimiento, la oración, la reflexión junto a miles de
peregrinos que compartían cada día la vida del Santuario y sobre todo la liturgia con quienes
éramos miembros de la Conferencia. Desde ya que no fue difícil al estar inmersos en un santuario
mariano describir la significación y valor de la piedad popular. A la luz de esta realidad
contundente de la religiosidad de la gente cualquier proyecto cultural, político, educativo… que no
asuma o valorice esta dimensión religiosa y los contenidos profundos que posee, violentaría lo
más hondo de la dignidad humana cuyo fundamento último es ser imagen y semejanza de Dios.
En los desafíos pastorales que asumimos en este inicio del Siglo XXI, debemos tener en claro la
importancia de la “piedad popular” y la fe que tiene nuestro pueblo. Evangelizar y humanizar la
cultura exige de nosotros acompañar estos aspectos que forman parte de la matriz cultural de
nuestra gente.
Les envío un saludo cercano y hasta el próximo domingo
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
SOBRE LA FE DEL PUEBLO
Homilía monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
para el 11º domingo durante el año
(16 de junio de 2013)