XI Semana del Tiempo Ordinario. (Año Impar)
Sábado
Padre Julio González Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- 2Cor. 12,1-10: Muy a gusto presumo de mis debilidades.
b.- Mt. 6, 24-34: Dios y el dinero. Abandono en la Providencia.
En este pasaje del evangelio hay dos ideas fundamentales: Dios y el dinero (v.24) y
el abandono en la Providencia (vv.25-34). Comienza Jesús contraponiendo el
servicio a Dios y el servicio que podemos prestar al dinero. Nadie puede servir a
dos señores, a Dios y al dinero (v. 24). La solución a esta realidad la plantea el
propio Jesús: abandonarse a la Providencia divina del Padre. Si se preocupa de
mantener la belleza de la naturaleza creada, cuánto más, tendrá cuidado del
hombre. Es Dios quien busca el corazón del hombre, a todo el hombre, en
exclusiva. La insistencia de Jesús va dirigida al pobre, como al rico, a uno porque le
sobra, al otro porque le falta, a lo mejor, hasta lo básico. El otro señor es el dinero,
que en el corazón del hombre se convierte en un ídolo, que exige adoración,
cuando esto sucede, es porque se olvida al verdadero Señor, faltando al primer
mandamiento de su ley: Sólo al Señor adorarás (cfr. Dt.6,13). Por más de cuatro
veces Jesús pide que no nos preocupemos del mañana, porque puede impedir la
búsqueda de Dios (vv.25.27.28.31; cfr. Lc. 10, 41; Mc. 4, 19). El cristiano que ha
hecho una opción por Cristo Jesús, establece una escala de valores, donde lo
fundamental es Dios y su Reino, sin excluir todo lo demás. El Señor sabe que hay
que vivir, comer, estudiar, formar familia, trabajar, servir al prójimo, etc. todo eso
es verdad, pero contando con la Providencia amorosa de Dios Padre. Su postura
frente al dinero es que le otorga, relativa seguridad, para vivir con dignidad,
siempre que no sea un obstáculo para su fe y confianza en Dios. Si coloca toda su
seguridad en el poder del dinero, entonces caemos en el juego de buscar seguridad
para todo, es avocarse al tener, y poseer en forma obsesiva. Sólo a Dios el hombre
puede servir con todas sus fuerzas, porque sabe que de ÉL viene la salvación.
Cuando se duda del señorío de Dios, se oculta el maligno, detrás del poder de
Mammón el dinero. Para Jesús, la riqueza es siempre injusta, un poder que atrapa
al corazón y lo hace esclavo, quien es víctima de la riqueza también lo es de
Satanás. Sólo se puede servir a Dios, fuente de luz, y en quien está guardados los
verdaderos tesoros y nuestro corazón. La fe, por el contrario, es actitud de
peregrino, de riesgos, no nos libra de avatares e infortunios, pero si son asumidas
como pruebas, el hombre termina aquilatando ese creer hasta convertirlo en una fe
ilustradísima. La fe y confianza es en Aquel que nos ama como hijos, que conoce
nuestras necesidades, pero que nos pide orar para tener el pan de cada día, sin
olvidar lo verdaderamente importante, su Reino y su justicia. El cristiano se
preocupará de construir el Reino de Dios precisamente en las estructuras de lo
humano y temporal procurando que los bienes de este mundo estén al servicio de
toda la humanidad. Se preocupará de no salirse del Reino de Dios o señorío de
Dios, no perderle como Señor y olvidar servirle. Petición central del Padre nuestro y
corazón de las Bienaventuranzas. No salirse de su justicia y de la salvación
introduce al hombre en la vida eterna, fruto del trabajo hecho con toda perfección y
del esfuerzo humano vivido desde la fe.
Santa Teresa busca en la pobreza evangélica encontrar Jesucristo pobre, las
honras del mundo y los bienes no conducen a la felicidad. “Tengo para mí que
honras y dineros casi siempre andan juntos, y que quien quiere honra, no aborrece
dineros, y que quien los aborrece, que se le da poco de honra. Entiéndase bien
esto, que me parece que esto de honras siempre trae consigo algún interés de
rentas o dineros; porque por maravilla hay honrado en el mundo si se es pobre,
antes, aunque lo sea en sí, le tienen en poco. La verdadera pobreza trae una
honraza consigo que no hay quien la sufra; la pobreza que es tomada por sólo Dios,
digo, no ha menester contentar a nadie sino a El; y es cosa muy cierta, en no
habiendo menester a nadie, tener muchos amigos; yo lo tengo bien visto por
experiencia.” (CV 2,6).