EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
miércoles 19 Junio 2013
Miércoles de la undécima semana del tiempo ordinario
Carta II de San Pablo a los Corintios 9,6-11.
Miren: el que siembra con mezquindad, con mezquindad cosechará, y el que
siembra sin calcular, cosechará también fuera de todo cálculo.
Cada uno dé según lo que decidió personalmente, y no de mala gana o a la fuerza,
pues Dios ama al que da con corazón alegre.
Y poderoso es Dios para bendecirles de mil maneras, de modo que nunca les falte
nada y puedan al mismo tiempo cooperar en toda obra buena.
La Escritura dice: Repartió, dio a los que tenían hambre; sus obras buenas
permanecen para siempre.
Si Dios proporciona la semilla al que siembra y el pan que va a comer, les dará
también a ustedes la semilla y la multiplicará, y hará crecer los brotes de sus
virtudes.
Sean ricos en todo, den con generosidad, y nosotros lo transformaremos en
acciones de gracias a Dios.
Salmo 112(111),1-2.3-4.9.
¡Aleluya!
¡Feliz el hombre que teme al Señor
y valora mucho sus mandamientos!
Su semilla será pujante en el país,
los retoños del hombre bueno serán benditos.
Habrá en su casa bienes y riquezas,
y su honradez, que durará para siempre.
Brilla como luz en las tinieblas
para los de recto corazón;
él comprende, es clemente y justo.
Es generoso en dar a los pobres,
su honradez permanece para siempre,
su cuerno aumenta en gloria.
Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18.
Guárdense de las buenas acciones hechas a la vista de todos, a fin de que todos las
aprecien. Pues en ese caso, no les quedaría premio alguno que esperar de su Padre
que está en el cielo.
Cuando ayudes a un necesitado, no lo publiques al son de trompetas; no imites a
los que dan espectáculo en las sinagogas y en las calles, para que los hombres los
alaben. Yo se lo digo: ellos han recibido ya su premio.
Tú, cuando ayudes a un necesitado, ni siquiera tu mano izquierda debe saber lo que
hace la derecha:
tu limosna quedará en secreto. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará.
Cuando ustedes recen, no imiten a los que dan espectáculo; les gusta orar de pie
en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que la gente los vea. Yo se lo
digo: ellos han recibido ya su premio.
Pero tú, cuando reces, entra en tu pieza, cierra la puerta y ora a tu Padre que está
allí, a solas contigo. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará.
Cuando ustedes hagan ayuno, no pongan cara triste, como los que dan espectáculo
y aparentan palidez, para que todos noten sus ayunos. Yo se lo digo: ellos han
recibido ya su premio.
Cuando tú hagas ayuno, lávate la cara y perfúmate el cabello.
No son los hombres los que notarán tu ayuno, sino tu Padre que ve las cosas
secretas, y tu Padre que ve en lo secreto, te premiará.
Comentario del Evangelio por:
Concilio Vaticano II
Constitución sobre la Santa Liturgia “Sacrosanctum Concilium”, § 10-12
Ora a tu Padre que ve en lo secreto
La Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo
la fuente de donde mana toda su fuerza… Por tanto, de la Liturgia, sobre todo de la
Eucaristía, mana hacia nosotros la gracia como de su fuente y se obtiene con la
máxima eficacia aquella santificación de los hombres en Cristo y aquella
glorificación de Dios, a la cual las demás obras de la Iglesia tienden como a su fin.
Mas, para asegurar esta plena eficacia es necesario que los fieles se acerquen a la
sagrada Liturgia con recta disposición de ánimo, pongan su alma en consonancia
con su voz y colaboren con la gracia divina, para no recibirla en vano(cf 2Co 6,1).
Por esta razón, los pastores de almas deben vigilar para que en la acción litúrgica
no sólo se observen las leyes relativas a la celebración válida y lícita, sino también
para que los fieles participen en ella consciente, activa y fructuosamente. Con todo,
la participación en la sagrada Liturgia no abarca toda la vida espiritual. En efecto, el
cristiano, llamado a orar en común, debe, no obstante, entrar también en su cuarto
para orar al Padre en secreto; más aún, debe orar sin tregua(1Tes 5,17)., según
enseña el Apóstol. Y el mismo Apóstol nos exhorta a llevar siempre la mortificación
de Jesús en nuestro cuerpo (2Co 4,10-11), para que también su vida se manifieste
en nuestra carne mortal. Por esta causa pedimos al Señor en el sacrificio de la Misa
que, "recibida la ofrenda de la víctima espiritual", haga de nosotros mismos una
"ofrenda eterna" para Sí, (cf plegararia eucarística III).
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”