DOMINGO VIGÉSIMO SEGUNDO DEL TIEMPO ORDINARIO
(Ciclo C)
Padre Jorge López Teulón
Lo acabamos de escuchar en este Evangelio. Y es posible que el que te
convidó venga y te diga: Amigo, sube más arriba; lo cual entonces será un honor
para el interesado. Pero no hemos de sentarnos en el último lugar por esta honra
posterior. Sino como nos enseña la instrucción paulina: Que cada cual considere a
los demás como superiores a sí mismo ( Flp 2,3), estimando en más cada uno a los
otros ( Rm 12,10). Esto sin cálculo, más bien con la idea de que el otro no habrá
hecho tan mal uso de la gracia de Dios como yo. No me corresponde en absoluto
juzgar sobre su utilización de la gracia ( No juzguéis , Lc 6,37), pero sí sobre la mía.
Y si yo hubiera usado de otro modo y mejor lo que se me ha regalado, las cosas
irían mucho mejor en el mundo: entre las personas que conozco y entre aquellas
que no conozco. Por tanto, la humildad que Jesús exige no es ninguna virtud, sino
tan sólo el reconocimiento de la verdad. Si alguno se imagina ser algo, no siendo
nada, se engaña a sí mismo ( Ga 6,3).
Muchos tienen esto por imposible 1 . Les parece evidente que otros han cometido
crímenes más graves que ellos; que si éstos han merecido penas definitivas, ellos
mismos deberían escapar con un castigo leve. San Pablo afirma: Yo ni siquiera me
juzgo a mí mismo, … Mi Juez es el Señor ( 1Co 4,3s.) Él no pone sus miras en un:
Amigo, sube más arriba. La importancia está en el verdadero camino de la
humildad; no en hacer las cosas porque los otros nos vean.
Al pecador que soy yo no le queda otra cosa que levantar los ojos al crucificado.
El hecho, afirma el cardenal Balthasar, está puesto ante mis ojos de manera que
sería absurdo querer, por generosidad, deshacer lo hecho y decir al que expía por
mí: baja de la cruz y déjame a mí el sufrimiento. Sería absurdo, porque el ladrón
dice con toda razón: ¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena (in
eadem damnatione) ? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con
nuestros hechos ( Lc 23,40s). Una condena ( damnatio) merecida no puede ser
representación vicaria.
Toda gracia es de balde; al hombre le resulta difícil comprender esto hasta las
últimas consecuencias. Siempre cree, pese a todo, que merece algo y que está
autorizado para subir más arriba. Ojalá aprendamos a no envidiar la ventaja de los
demás y así reconozcamos la plena gratuidad del amor desde el último puesto.
Humillarse es ponerse en las manos de Dios, ser sumisos al Señor, que es
nuestro Dios; recobrar nuestro puesto verdadero, que no es el primero, sino el
último delante de Dios; eso es buscar el camino de ser de verdad enaltecido,
1 Hans Urs von BALTHASAR, Tú tienes palabras de vida eterna, pág 193ss (Madrid 1998).
porque no hay nada que enaltezca más al corazón humano, que llegar a la posesión
de Dios. Es tan fácil y a la vez tan difícil… Pero cómo no seguir el ejemplo de la
Santísima Virgen María: Porque ha visitado la humildad de su esclava. ¡Madre
Santísima, danos el conocer el auténtico camino de la humildad, de la entrega, de
ser por el Reino los últimos!
María es el mundo más hermoso que Dios ha creado, decía San Luis María
Grignion de Monfort: Dios ha juntado todas las aguas y las ha llamado mar, ha
juntado todas las gracias y las ha llamado María . Y añadía: María es la brújula que
siempre señala hacia Jesús..., es el imán que atrae al Espíritu Santo .
Y es que son muchísimos los lugares de nuestra geografía española que a lo
largo de esta semana se preparan con las tradicionales novenas a la fiesta de la
Natividad de la Santísima Virgen María que se celebra el próximo sábado 8 de
septiembre. La Virgen de los Llanos en Albacete; la del Pino en las Islas Canarias;
la Peña de Francia en Salamanca, Ciudad Rodrigo y Plasencia; Nuestra Señora de la
Victoria en Málaga; de Covadonga en Oviedo; de Nuria en Andorra; de Valvanera
en Logroño; la Virgen Santísima del Prado en nuestra ciudad de Talavera de la
Reina; y así podríamos seguir recordando preciosas advocaciones.
El amor a la Virgen, afirma el Cardenal Iván Dias, arzobispo de Bombay (India),
forma parte de la terna que profesamos, y que distingue a nuestra fe católica; es
decir, Jesús, María y el Papa . Pienso, decía en unas recientes declaraciones, en
un episodio que sucedió en Nagasaki, Japón, hace 150 años. La Iglesia florecía en
aquella región durante la predicación de San Francisco Javier, hace más de 400
años, pero a causa de las persecuciones tuvo que esconderse en la clandestinidad.
De entre los muchos mártires del Japón, mañana mismo la localidad toledana de
Sonseca celebra la santidad del Beato Gabriel de la Magdalena . Había nacido en
1567, estudió y ejerció la medicina y a los treinta años ingresó como lego en la
Orden franciscana de la rama alcantarina. Su gran deseo de servir a Cristo le hizo
ofrecerse para las misiones, primero en Filipinas y después en el Japón, donde se
dedicó a curar cuerpos y almas en los hospitales de Osaka. Su fama de buen
médico fue tan grande que incluso se dijo que podía ser nombrado médico personal
del propio Emperador; de hecho, curó de una enfermedad muy grave al hijo del
Gobernador. Pero todo esto no le valió para librarse de poder ofrecer su vida: fue
martirizado, quemándole vivo, junto a otros cinco religiosos, y sus cenizas fueron
arrojadas al mar.
Se cuenta que pasados 250 años un misionero europeo volvió a Nagasaki, y
como hablaba japonés iba preguntando a la gente si quedaba algo de la fe cristiana
de los comienzos. Encontró a un viejecito, que le invitó a ir por la tarde a un lugar
para hablar con un grupo de ancianos. Estos le interrogaron: Dinos, ¿por qué has
venido? Y el sacerdote les contó la vida de Jesús . Al terminar le dijeron: Ahora
háblanos de su Madre . El misionero habló de María Santísima . Luego otro añadió:
¿Te ha mandado el hombre de blanco ? El sacerdote se quedó un momento
perplejo antes de intuir que se refería al Papa vestido de blanco, y luego dijo que sí,
que lo mandaba el hombre de blanco. ¿Dónde está tu mujer? , le preguntó otro
anciano. El misionero respondió que no estaba casado. Entonces el viejo que le
había invitado a la reunión se levantó y trajo de otra habitación un cáliz. Nuestros
antepasados, dijo , antes de sufrir la persecución y la muerte nos entregaron este
cáliz, diciéndonos que no se lo diéramos a nadie, sino a quien conociera a la Madre,
fuera enviado por el “hombre blanco” y no estuviera casado. Antes que tú han
venido otros, pero no conocían a la Madre, no habían sido enviados por el hombre o
estaban casados. Así que no les dimos el cáliz, nos lo hemos ido pasando de
generación en generación. Tú eres el primero después de 250 años que cumple
todas las instrucciones que nos dieron nuestros antepasados y te lo entregamos con
alegría . Así volvió a comenzar allí el cristianismo 2 .
Perdonad que aunque me alargue prosiga con el testimonio que el Cardenal Dias
nos da. Afirma que son muchos a los que el Señor en la India está atrayendo a la fe
cristiana, y cuenta la historia reciente de Usha, una estudiante de medicina de
Bombay.
Esta joven era hindú y pertenecía a la casta brahmánica, la más alta y orgullosa
del hinduismo. En el colegio compartía habitación con otra coleg a, Rosa, que era
católica. Dos veces a la semana veía que su compañera salía a primeras horas de la
tarde y volvía de noche contenta y feliz. Después de cierto tiempo, llena de
curiosidad, Usha le preguntó que adónde iba, y Rosa le dijo que con algunos amigos
participaba en un grupo de oración de Renovación Carismática. Siempre por
curiosidad, porque seguía siendo hindú, comenzó a acompañarla y a participar en
las reuniones del grupo, aunque sólo en los cantos. Luego comenzó a hojear la
Biblia... Cuando sup o que iba a misa decidió ir con ella, y le hacía muchas
preguntas, especialmente sobre la santa comunión, pues veía que Rosa recibía
mucha alegría y beneficio espiritual. Al saber que en la Eucaristía estaba presente
Jesús en persona, sintió no poder recib irlo porque no era cristiana. Un día recordó
las palabras de un profesor de medicina, que le había enseñado que hay sustancias
tóxicas que con sólo tocar la lengua invaden mortalmente el cuerpo. Usha pensó
que dicho principio debía valer también para las sustancias buenas. Así que, cuando
Rosa volvió a su puesto después de haber recibido la comunión, le pidió que le
dejara poner una mano sobre su hombro, para poder participar de este modo de las
gracias que Rosa recibía de Jesús Eucaristía. Recordaba, en ef ecto, que una mujer
del Evangelio había hecho un gesto de fe parecido y había sido curada al instante
de una penosa y duradera enfermedad cuando tocó el borde de las ropas de Jesús.
Pasó el tiempo, y un día Usha tuvo un sueño especial, que ella misma ha co ntado
así en un testimonio público: Vi a Jesús que lloraba, así que también yo comencé a
llorar abundantemente. Entonces Jesús me preguntó: ¿Por qué lloras? Le dije:
Porque estás tan cerca de mí en el momento de la comunión, pero no te puedo
2 Iván DIAS, de una entrevista concedida a la revista 30 Días, nº6, julio 2001.
recibir . Jesús me dijo: Yo también lloro por lo mismo. Usha no tardó más: pidió
enseguida el bautismo para poder gozar de la dulce compañía de Jesús Eucaristía.
Usha fue atraída al redil del Buen Pastor con el ejemplo de su colega Rosa. Así de
sencillo: viviendo nuestra vida de comunión, nuestra vida de caridad con los demás,
con los necesitados. Dios no necesita muchas palabras, sino muchos testigos. “Es
que no voy a poder... Es que me cuesta tanto dar testimonio...”. ¡Con sencillez!
Decimos hoy en la oración tras la Comunión: Con el amor con que nos alimentas,
fortalece nuestros corazones... y así te sirvamos.
¿Pruebas? Vendrán muchas. ¿Dificultades? No cesarán. Pero cuando estamos con
el Señor vencemos. Y entonces no hay que tener miedo; entonces Jesús se acerca
a nosotros y nos dice: Amigo, sube más arriba, al primer puesto, porque quiero
tenerte a mi lado.