Tiempo y Eternidad
______________________
José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
¿Quién es Jesús?
¿Quién dice la gente que soy yo? (Lc. 9,18). Jesús sorprende a los apóstoles con esta
inesperada pregunta. Ellos contestaron: “Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, y
otros que alguno de los antiguos profetas”. Él les dijo: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy
yo?” Respondió Pedro: El Mesías de Dios.
En la respuesta de Pedro existe un salto cualitativo con respecto a las demás opiniones
porque todos lo identifican como un profeta, mientras que Pedro lo reconoce como el
Mesías, el Hijo de Dios. Profetas puede haber muchos, pero Mesías, sólo uno.
¿Cómo probar que Cristo es realmente el Mesías y no un impostor, o un usurpador
como lo fue el comunismo que prometió la instauración del cielo en la tierra, o el
nazismo que se creyó el nuevo pueblo elegido, o el actual movimiento ecologista que se
está convirtiendo en la ideología del siglo XXI, una ideología revestida de cariz
científico por la cual se comienzan a inmolar distintos grupos en diversas partes del
mundo.
Jesús se apropia, sin ningún empacho, de los títulos mesiánicos y es el único que se
identifica a sí mismo como Dios. Esto es único en la historia. Confucio era un maestro,
Cristo es la Verdad. Buda significa el Iluminado, Cristo es la Luz. Mahoma fue el
profeta, Cristo es el Verbo de Dios. Jesús dijo de sí mismo que era Dios, pero alguno
puede pensar que lo hizo en sentido figurado, por eso, además de las palabras, confirmó
su mensaje con los milagros. Cuando Juan el Bautista se hallaba en la cárcel le manda
preguntar: “¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro?” (Mt 11,5). Jesús responde:
“Id y comunicad a Juan lo que habéis visto y oído; los ciegos ven, los cojos andan, los
leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son
evangelizados” (Lc 7,22). Con esta respuesta Jesús confirma su misión mesiánica.
Si queremos saber quién es Jesús, habrá que preguntarnos también, quién es el
discípulo, porque quien se cierra a Dios, permanece como una roca de río totalmente
impermeable a la acción de la gracia. El discípulo es quien está dispuesto a seguir a
Cristo y hacer vida sus palabras, es el que emprende un camino junto al Maestro, como
sucedió con Andrés el día en que se encontró con Cristo. ¿Maestro, dónde vives? (Jn
1,38) Jesús le contestó: “Ven y lo veréis”. Fueron y se quedaron con él aquel día. No
fueron simples espectadores, analistas políticos o religiosos, sino que hicieron la
experiencia de dejar que Dios modele sus pensamientos, criterios y acciones. Esta es la
condición para encontrarse con Cristo, dejar que entre en mi vida. ¿Cómo? Acudiendo a
los sacramentos de la confesión y de la Eucaristía, dejando algo de nuestro valiosísimo
tiempo para orar, realizando obras de caridad cristiana y viviendo coherentemente
nuestra fe.
twitter.com/jmotaolaurruchi