EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Duodécimo Domingo del tiempo ordinario C
Libro de Zacarías 12,10-11.13,1.
Dispondré el ánimo de los descendientes de David y de los habitantes de Jerusalén
para que vuelvan a mí con amor y confianza. Llorarán por aquel que ha sido
traspasado, como se siente la muerte de un hijo único, y lo echarán de menos
como se lamenta el fallecimiento del primer hijo.
La lamentación que habrá en ese día, en Jerusalén, será tan grande como la que se
celebra para Hadad Rimón en la llanura de Meguido.
En aquel día habrá una fuente siempre corriendo para que los descendientes de
David y los habitantes de Jerusalén se puedan lavar de sus pecados e impurezas.
Salmo 62(61),2-4.5-6.8-9.
En Dios sólo descansa el alma mía,
de él espero mi salvación.
Sólo él es mi roca y mi salvador,
si es mi fortaleza, no he de vacilar.
¿Hasta cuándo se lanzan todos contra uno,
para juntos demolerlo
como se echa abajo un muro,
como se derriba una cerca?
Todos sus proyectos son sólo engaños,
su placer es mentir;
con lo falso en la boca ellos bendicen,
y en su interior maldicen.
Sólo en Dios tendrás tu descanso, alma mía,
pues de él me viene mi esperanza.
En Dios están mi salvación y mi gloria,
él es mi roca y mi fuerza, en él me abrigo.
Pueblo mío, confíen siempre en él,
abran su corazón delante de él,
Dios es nuestro refugio.
Carta de San Pablo a los Gálatas 3,26-29.
Ustedes están en Cristo Jesús, y todos son hijos de Dios gracias a la fe.
Todos se han revestido de Cristo, pues todos fueron entregados a Cristo por el
bautismo.
Ya no hay diferencia entre judío y griego, entre esclavo y hombre libre; no se hace
diferencia entre hombre y mujer, pues todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús.
Y si ustedes son de Cristo, también son descendencia de Abrahán y herederos de la
promesa.
Evangelio según San Lucas 9,18-24.
Un día Jesús se había apartado un poco para orar, pero sus discípulos estaban con
él. Entonces les preguntó: «Según el parecer de la gente, ¿quién soy yo?»
Ellos contestaron: «Unos dicen que eres Juan Bautista, otros que Elías, y otros que
eres alguno de los profetas antiguos que ha resucitado.»
Entonces les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Pedro respondió:
«Tú eres el Cristo de Dios.»
Jesús les hizo esta advertencia: «No se lo digan a nadie».
Y les decía: «El Hijo del Hombre tiene que sufrir mucho y ser rechazado por las
autoridades judías, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la Ley. Lo
condenarán a muerte, pero tres días después resucitará.»
También Jesús decía a toda la gente: «Si alguno quiere seguirme, que se niegue a
sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y que me siga.
Les digo: el que quiera salvarse a sí mismo, se perderá; y el que pierda su vida por
causa mía, se salvará.
Comentario del Evangelio por:
Santa Teresa Benedicta de la Cruz [Édith Stein] (1891-1942), carmelita,
mártir, copatrona de Europa
“El amor a la Cruz” meditación del 24/11/1934
“Que coja su cruz cada día y me siga”
El peso de la cruz, que Cristo ha cargado, es la corrupción de la naturaleza humana
con todas sus consecuencias de pecado y sufrimiento, con las cuales la castigada
humanidad está abatida. Sustraer del mundo esa carga, ése es el sentido del vía
crucis. No se trata, pues, de un recuerdo simplemente piadoso de los sufrimientos
del Señor cuando alguien desea el sufrimiento. La expiación voluntaria es lo que
nos une más profundamente y de un modo real y auténtico con el Señor. Y ésa
nace de una unión ya existente con Cristo. Pues la naturaleza humana huya del
sufrimiento… Sólo puede aspirar a la expiación quien tiene abiertos los ojos del
espíritu al sentido sobrenatural de los acontecimientos del mundo; esto resulta
posible sólo en los hombres en los que habita el Espíritu de Cristo… Ayudar a Cristo
a llevar la cruz proporciona una alegría fuerte y pura… De ahí que la preferencia por
el camino de la cruz no signifique ninguna repugnancia ante el hecho de que el
Viernes Santo ya haya pasado y la obra de redención haya sido consumada.
Solamente los redimidos, los hijos de la gracia, pueden ser portadores de la cruz de
Cristo. El sufrimiento humano recibe fuerza expiatoria sólo si está unido al
sufrimiento de la cabeza divina. Sufrir y ser felices en el sufrimiento, estar en la
tierra, recorrer los sucios y ásperos caminos de esta tierra, y con todo reinar con
Cristo a la derecha del Padre; reír y llorar con los hijos de este mundo, y con los
coros de los ángeles cantar ininterrumpidamente alabanzas a Dios: ésta es la vida
del cristiano hasta el día en que rompa el alba de la eternidad.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”