DOMINGO XIV. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C.
Lc. 10, 1-9
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por
delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir
él.'Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al
dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad
que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni
alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa". Y si allí hay
gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el
obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un
pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos
que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el reino de Dios."»
CUENTO: CONVENCER MÁS QUE VENCER
Una vez visitó un cristiano a un maestro Zen y le dijo: “Permíteme que te
lea algunas frases del Serm￳n de la Monta￱a”. “Las escucharé con sumo
gusto”, replic￳ el maestro. El cristiano ley￳ unas cuantas frases y se le
qued￳ mirando. El maestro sonri￳ y dijo: “Quienquiera q ue fuese el que
dijo esas palabras, ciertamente era un hombre iluminado”. Esto agrad￳ al
cristiano, que sigui￳ leyendo. El maestro le interrumpi￳ y le dijo. “Al hombre
que pronunció esas palabras podría realmente llamársele Salvador de la
humanidad”. El cristianos estaba entusiasmado y siguió leyendo hasta el
final. Entonces dijo el maestro: “Ese serm￳n fue pronunciado por un
hombre que irradiaba divinidad”. La alegría del cristiano no tenía límites. Se
marchó decidido a regresar otra vez y convencer al maestro Zen de que
debería hacerse cristiano.
De regreso a casa, se encontró con Cristo, que estaba sentado junto al
camino. “¡Se￱or”, le dijo entusiasmado, “he conseguido que aquel hombre
confiese que eres divino”. Jesús se sonri￳ y dijo: “ Y tú has conseguido que
se hinche tu “ego” cristiano”.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Hoy la Palabra de Dios nos pone en estado de misión. Lo propio del
cristianismo es “ponerse en camino”, no estarse quieto. Hay en España una
experiencia fantástica que yo he hecho varias veces, la experiencia del
Camino de Santiago, que es como una metáfora del camino de la vida y de
la fe. Una experiencia que nos recuerda que la vida es camino, que la fe es
misión. Un camino lleno a veces de muchas dificultades y de desánimos,
como la vida misma, como la misma fe. Jesús también pone en marcha a
sus discípulos y los empuja al camino, a ser misioneros por los caminos del
mundo, sin más pretensión que llevar la Buena Noticia del Evangelio a aquel
que la quiera escuchar y acoger. Eso sí: para ir en camino, y lo digo por
experiencia de estos días, hay que ir ligero de equipaje, con sencillez y
sobriedad, sin demasiadas cargas que luego pesan demasiado, incluso
confiados en la compañía de Dios y en la generosidad de la gente que sabe
valorar el desprendimiento voluntario a favor del Reino.
Vivimos hoy tiempos difíciles en todos los sentidos, pero también en el de la
fe. Estamos inmersos en una sociedad de consumo que sólo escucha los
anuncios de felicidades fugaces basadas en la posesión de efímeros y a
veces absurdos e inútiles objetos de consumo. Pocos escuchan la Buena
Noticia de un mensaje que pone el ser por encima del tener. Pero no
debemos desanimarnos ni ponernos agresivos. Ya le ocurrió a Jesús, ya dice
él que les ocurrirá a sus discípulos de todos los tiempos. Sin olvidar que lo
nuestro no es imponer, sino ofrecer generosamente, con alegría, la paz que
sólo Dios da, la paz del corazón que no puede dar esta sociedad
materialista. Y sin grandes alardes ni parafernalias mediáticas. El Reino de
Dios, no lo olvidemos, crece discretamente, humildemente, como grano de
mostaza, como levadura que fermenta la masa del pan. No debe
preocuparnos la cantidad, sino la calidad de la vivencia. No importa que
haya menos cristianos, lo que importa es que no dejemos de evangelizar,
de dar testimonio de la fe con amor y con alegría. Lo demás es obra de
Dios. A nosotros se nos pide sembrar y ser auténticos, lo demás vendrá por
añadidura. Es verdad que tenemos que orar para que haya más obreros en
la mies, pero sin olvidar que es Dios quien da los frutos y regala la
vocación. Preparemos una fe más testimonial, una Iglesia más acogedora y
alegre, unos cristianos convencidos, y ya lo creo que llamaremos la atención
y ya lo creo que vendrán a preguntarnos sobre la causa de nuestra alegría y
nuestra paz. Como ocurrió con los primeros cristianos y comunidades.
Pongámonos en camino, salgamos de nuestras “madrigueras” calentitas de
las parroquias y comunidades, salgamos al mundo, a la intemperie, allí
donde se “cuecen” los verdaderos problemas de la gente, estando cercanos
a todos, acogiendo a todos, ofreciendo amor a todos, en diálogo respetuoso
con todos, pero sin ocultar ni disimular el sentido y la raíz de nuestra fe y
de nuestra identidad.
Hoy más que nunca debemos tomar conciencia de que todos somos
misioneros allí donde estamos, no dando por supuesto que todos creen o
todos acogen el Evangelio. Pero sin caer en la forma vencedora del cristiano
del cuento, sino en la forma convencedora de nuestro testimonio de la
propia vida. Partamos de cero, en una evangelización, como decía Juan
Pablo II, y repite el Papa Francisco, que incorpore nuevos y creativos
métodos, sin miedos, entusiasta, abierta a todos, hacia las periferias de la
vida, con la convicción de la fe y del amor. ¡FELIZ Y MISIONERA SEMANA!