XIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.
VEHÍCULOS SIN MARCHA ATRÁS
Padre Pedrojosé Ynaraja
Las primeras líneas del texto evangélico de este domingo se refieren a un incidente
del que os hablaré brevemente, mis queridos jóvenes lectores.
La nación samaritana de aquel entonces, ocupaba aproximadamente lo que hoy es
la parte norte de Cisjordania, que los israelíes de ahora llaman simplemente: los
territorios. Para desplazarse de Galilea a Jerusalén, lo más corto sería pasar por
Samaría, pero, ya se sabe que la línea recta no siempre es el camino más corto.
Entonces, y hoy en día también, escogemos casi siempre la ruta que pasa paralela
y próxima al Jordán o la equidistante y próxima a la costa mediterránea. El
samaritano era, cultural y religiosamente, una mezcla de fe sinaítica y
aportaciones foráneas. Todavía existe hoy como comunidad. Es un fenómeno
antropológicamente curioso. Tuve contacto con algunos de sus sacerdotes hace
muchos años y hace poco la suerte de una entrevista con su Sumo Sacerdote. Con
la ayuda de mi amigo el Hno R. Dorado, franciscano, pudimos hacerlo largo y
tendido. Señalo dos cosas: no existe hoy rivalidad entre judíos, samaritanos,
musulmanes y cristianos. Los fieles de esta fe, se reducen a 761. Casi todos
habitan en la cima del Garizín, en Nablús.
La disputa de la avanzadilla con los lugareños y la reacción de los primeros, es
semejante a otras que ocurren hoy entre otros pueblos vecinos. La reacción de
Santiago y Juan es de lo más vulgar. Jesús corta por lo sano. Nada de venganzas,
ni castigos. La venganza no es cosa buena y, si el castigo es merecido, puede
esperarse. La mejor victoria, en muchas ocasiones, consiste en no dar la batalla.
Del contenido de lo que resta del fragmento evangélico, del episodio de Elías y
Eliseo y de los pasajes semejantes, sería preciso comentarlo con más detenimiento
del que aquí podré dedicarle. Se trata de una cuestión muy importante,
especialmente para muchos de vosotros, mis queridos jóvenes lectores, que
acabáis estudios, iniciáis una temporada de vacaciones y os planteáis vuestro
futuro. Y para los demás también.
Las diversas situaciones tienen en común que se refieren a una llamada. Eliseo da
una respuesta que nos puede parecer que le falte inmediatez, pero si nos fijamos
en el contexto, nos daremos cuenta de que es oportuna y con su gesto se asegura
no volver a su vida pasada. No le falta tampoco generosidad. Respetuoso con sus
padres, decide a continuación deshacerse de lo que le pudiera atar al pasado. Con
los aperos enciende fuego, la carne del ganado será banquete de sacrificio,
compartido con los criados. A partir de ese momento no le queda otro remedio que
seguir al profeta Elías, sin volver la vista atrás. Un gesto como el que se cuenta del
comandante de las tropas romanas, que en llegando a tierras anglas,
inmediatamente después de desembarcar, manda agujerear las naves que,
evidentemente, se hunden, impidiendo imaginar la vuelta a la metrópoli.
Perdonad mi falta de modestia, os diré que, cuando acabé el bachillerato y decidí
hacerme sacerdote, como muestra de que mi propósito era irreversible, decidí
regalar mi tesoro, que no era otro que una caja con piedras, que pomposamente
llamaba colección de minerales, a un amigo. Era una de mis aficiones, que podían
atarme a unos proyectos que deseaba abandonar. El gesto puede parecer pueril,
para mí, y en aquel momento, era muy significativo.
Oiréis que se dice de vosotros, mis queridos jóvenes lectores, que os faltan valores,
o que se debe educar en valores. No creo que sea lo correcto. Todo el mundo
valora algo y tal vez muchas cosas le apetecen y quiere tenerlas y gozarlas todas,
eso es lo malo. Es preciso y necesario, tener una escala de valores y ser fiel a los
que son supremos. En la juventud y en el transcurso de la vida hay que escoger en
diversos terrenos. No olvidéis que toda opción supone una renuncia.
En el proyecto de Dios respecto a los hombres, se dan diversos objetivos. Seguir al
Señor se puede hacer de muchas maneras, lo importante es responder a su
llamada con sinceridad y generosa docilidad. Es lo que espera de cada uno de
nosotros. Si le decimos que sí, Él se las arreglará para ayudarnos. Vuelvo a
hablaros de mí mismo. Recibí la ordenación sacerdotal al día siguiente de cumplir
23 años. Cualquier sicólogo o persona sensata consideraría que a esta edad,
comprometerse para siempre es un imprudente riesgo que no se debe asumir. No
lo niego, si como tantas personas asumen un proyecto importante, sin contar con
Dios. Pero una vez hecha la opción, asegurados por la Gracia divina, hay que ser
consecuente y responsable del compromiso adquirido y ocurre entonces, que no
solo es posible la fidelidad, sino que se le abren a uno horizontes que nunca hubiera
sospechado. La imaginación de Dios es portentosa. Nunca imaginé lo que me tenía
preparado. No han sido acontecimientos espectaculares de los que publican los
medios, han sido portentosas, casi ocultas, experiencias, que llenan la vida de gozo
y uno contempla satisfecho la llegada de la muerte, ya que, si Dios en historia me
ha hecho afortunado, con sus más y sus menos, os lo digo sinceramente, que no
todo el bosque es orégano, mucho más lo hará en la existencia eterna, que uno la
espera intrigado, pero no temeroso.
Recordad siempre la sentencia del Maestro: quien pone la mano en el arado y mira
atrás, no es digno del Reino de los Cielos (y que cada uno cavile cual es, que
equivalente del arado, le toca empuñar).