Comentario al evangelio del Lunes 24 de Junio del 2013
Queridos amigos:
Se respira ya aire de fin de curso. En el hemisferio Norte acabamos de celebrar el solsticio de verano.
Hemos alcanzado el máximo de luz. A partir de ahora los días irán menguando y las noches crecerán
lentamente. Y así será hasta el solsticio de invierno, hasta que celebremos el nacimiento de Jesús, el
Sol invicto. La noche de San Juan ha alimentado y alimenta mitos, ritos y leyendas en muchas partes
del mundo. La Iglesia ha colocado precisamente en este día la solemnidad del nacimiento de San Juan
Bautista, el mismo que dijo: "Es necesario que yo mengüe para que él crezca". De los santos solemos
celebrar el día de la muerte, el verdadero "dies natalis". De San Juan, sin embargo, celebramos el
nacimiento (el 24 de junio) y el martirio (el 29 de agosto).
¿Cómo iluminar esta fiesta desde la Palabra de Dios? El relato de Lucas subraya la importancia del
nombre. El niño debería haberse llamado Zacarías, como su padre. Sin embargo, Isabel, la madre,
insiste en que se llame Juan. ¿Por qué? Sencillamente porque el nombre condensa la experiencia que
ella misma ha tenido y el programa de vida que le aguarda al niño. Este nombre hebreo significa: "Dios
tiene misericordia", o "Dios está de mi parte". Juan es un hombre en el que la gracia de Dios se
muestra victoriosa desde el principio. Por eso, la liturgia escoge como primera lectura el texto de
Isaías: "Estaba yo en el vientre y el Señor me llamó". Cuando la gente se pregunta qué va a ser del
niño, el evangelio dice que "la mano de Dios estaba con él".
En la fiesta de este año 2013, tan sobrecargado de incertidumbre, de crisis, de miedo, quisiera subrayar
esta perspectiva. Juan es el fruto de la gracia en el tiempo de la esterilidad. Juan es el anuncio de un sol
que nace de lo alto en tiempos de claroscuro. Juan es un testigo, aunque penúltimo, de la gracia de
Dios que ha aparecido sobre nuestro mundo. Uno de los himnos litúrgicos de su fiesta lo expresa así:
La ley vieja en él fenece,
la de gracia en él apunta;
de donde claro parece
que en este niño amanece
libertad y gracia junta.
Necesitamos celebrar la victoria de Dios en algunos de nuestros hermanos y hermanas para que nuestra
fe en el Dios que tiene misericordia no se devalúe. Zacarías e Isabel fueron probados en su fe. Juan es
el regalo que superó toda duda y toda expectativa. También hoy, en nuestras pruebas, somos invitados
a descubrir los Juanes y Juanas en los que el Señor sigue mostrándonos que "está de nuestra parte".
Aprovecho este espacio para felicitar de corazón a todos los que lleven este nombre y para invitarlos a
vivir como hombres y mujeres que nos ayuden a mirar al Sol.
Vuestro amigo,
Fernando González
Fernando Gonzalez